Una habilidad olvidada ¿Cómo lograr conversaciones significativas?

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Seamos honestos. Incluso cínicos. ¿Cuántas pláticas al día dejan satisfecho el ánimo de la curiosidad y el instinto de aprendizaje?

Por poner un ejemplo que sonará familiar: “Hola, ¿cómo estás? Bien, ¿y tú? Pues, acá, ya sabes. Qué bien. ¿Y tú? Nada, todo bien. Ah, mira. Pues ya estamos. Así le hacemos. Saludos a todos. Igual, adiós”.

Este baile de abstracciones se escucha y dice a diario. Se habla por necesidad olvidando la posibilidad de hacer más con las palabras.

Al filósofo Soren Kierkegaard, el mundo civilizado le generaba sospechas. Decía que, de ser médico, “remediaría los males del mundo creando silencio para el hombre”.

La solución de los males hace 200 años era, para el pensador danés, crear silencio: no solo un estado en el que el ruido se ausenta, sino la puerta para escuchar lo esencial y así integrar una relación consigo mismo.

Pláticas ocasionales sin importancia, esas que son parte del cuchicheo en los viajes en elevadores y que distinguen los encuentros inesperados, figuran como estandartes de inercias que pasan desapercibidas.

Imaginar que solo fueron pensadas para estorbar o matar el tiempo sería un error. Sí, suelen ser torpes y anidan lugares comunes, pero las pláticas triviales tienen el potencial de ser usadas como agentes para fraguar otro tipo de intercambio de información. Uno que al menos sea, más interesante y anecdótico.

Sobran intercambios sociales cotidianos que parecen, más bien, turnos para hablar. No hay preocupación por la forma ni el fondo: el objetivo es ninguno. Si acaso, mover el opérculo bucofaringeo. Y así se esparcen palabras triviales diarias en un océano en el que se intercambian vacíos y se normaliza la dinámica.

Quienes estudian el valor de las conversaciones hacen énfasis en la duración de una sesión de la ida y vuelta de ideas para para considerar su relevancia. Dicho de otro modo, de acuerdo con los estudiosos, si quienes se encuentran, saben que tienen poco tiempo para hablar, es muy probable que lo desperdicien.

Por ejemplo, recuerda la última vez que tuviste que conversar con alguien de pasada y recurriste al clima, la nota política de la semana o algún resultado deportivo de coyuntura. La mayoría de estas pláticas navegan una dimensión superficial y aburren o tensan por irrelevantes.

Pero, por pequeña que sea la oportunidad, la comunicación es un fenómeno que tiene recursos propios para impactar con dignidad sin importar el tiempo. Esta plática incidental, o small talk puede abrirse terreno por sí misma, solo basta emplear recursos clave.

¿Qué decir cuando no quieres ni tienes algo que decir?

Hay herramientas que conducen una charla incómoda a un terreno más afable con tácticas como plantear una experiencia personal o hacer preguntas abiertas. Solo que si la motivación de los involucrados no es homogénea, es probable que se quede en una small talk.

Investigaciones y experimentos sociales (Matthias Mehl, Gillian Sandstrom, Kirsty Gardiner) ponen al descubierto que las interacciones fugaces con la gente y hasta con desconocidos, impactan de manera positiva en el estado de ánimo y en el carácter: rompen fronteras y dan pie a una versión más refinada de la conversación. Entonces se convierte en un ejercicio introspectivo que transmite con precisión y estructura las ideas para ver que son devueltas con el mismo escrutinio y soltura. No es ejercicio de todos los días. Pero debería ser, al menos, intentado.

Transfiere una idea a tu interlocutor: ¿cómo lo haces? La propuesta de estos párrafos es iniciar el proceso pensándolo como un regalo. Inicia donde sabes que se encuentra el otro: identifica su lenguaje, contexto, intereses y visión. Luego, paso a paso, muestra por qué se trata de un viaje que vale la pena hacer, así sea de manera breve.

Una idea es un patrón de información que te ayuda a entender el mundo. Si se comunica con éxito, puede modificar la manera en la que se interpreta el mundo. Por eso, las ideas son una fuerza contundente en la conformación de la visión de cultura y realidad. Y, al fin, no dejan de ser un obsequio heredado.

¿Qué es una conversación significativa?

Con una conversación espontánea se abre el canal para adoptar un nuevo concepto de ecología humana: uno que reconstruya la idea de riqueza empezando por el intercambio de información en la comunicación cotidiana.

Si uno sucumbe al desinterés, convertirá la conversación en un guion esperado. Cuando —por el contrario— se profundiza, detalla o revela algo, se oprime el botón del interés genuino. La marca de las conversaciones más profundas es que aprendiste algo en ellas.

En ese aprendizaje y legado yace el valor. Si como especie nos encontramos en este plano, encontrando y resolviendo problemas, es como resultado de la conexión. Celebremos el obsequio de darnos cuenta, al menos, conversando de manera consciente.

Son tres, los niveles de aprendizaje y por lo mismo, encuentros conscientes, que una plática puede tocar:

  • Aprender sobre ti mismo
  • Aprender sobre la otra persona
  • Aprender sobre el mundo, desde el tema abordado

La mayoría de nosotros estamos ávidos de una oportunidad para compartir lo que pensamos, para aclarar y explorar los temas que nos importan y con ello aprender en cualquiera de estos tres rubros. Transformar pensamientos abstractos en palabras y compartirlos con un par interesado que valide tales ideas, afianza el sentimiento de pertenencia y comprensión. Por eso el aprendizaje es toral en las conversaciones significativas.

Te preguntarás, ahora, cómo distinguir los límites entre una conversión incidental y una significativa. No basta solo con el peso de la relevancia temática, hay otros puntos de utilidad a considerar:

  • Se evitan distracciones de ambos lados
  • Hay cadencia y ritmo en la conversación
  • No hay interrupciones
  • No aflora el instinto por soltar lo que estoy pensando
  • La mirada se mantiene enfocada, concentrada
  • Existe una sensación clara de comprensión
  • Hay espacio para el humor, como parte de una capa más profunda
  • La sensación al final de la plática es que fue “valiosa” y es patente el deseo de repetirla
  • Hay satisfacción y gusto de acercarse a esa persona

Después de todo, sentir y saber que te estás dando a entender y que logras establecer una conexión valiosa, te hace sentir con un espacio validado. El especialista Arthur Aron ha desarrollado múltiples estudios en los que concluye que vale la pena —por mucho— hacer un esfuerzo para tener pláticas significativas, dado que el resultado impacta con creces.

Pistas para profundizar la conversación

No es solo buscar atención, sino generar confianza. La meta de una plática significativa es compartir valor.

Piensa tu conversación

Al ser una función relacional y muchas veces instintiva, no siempre se repara sobre de lo que se dice. Para antes de hablar y notarás lo que sucede.

Haz tu tarea

Si el encuentro será complejo, prepárate. Puedes crear un marco para que la plática sea significativa desde varios ángulos: lee los intereses de tus interlocutores, su contexto profesional, o profundiza en el tema a tratar.

¡Ábrete!

La naturalidad es algo que se percibe y también se agradece. La rigidez y falta de espontaneidad espantan. Con humildad para compartir aspectos personales relevantes se aporta seguridad y asertividad en la comunicación.

Haz mejores preguntas

Piensa en la perspectiva de tu interlocutor y construye preguntas relevantes. Puedes hacer preguntas abiertas que aporten diferentes vías para nutrir la respuesta. Y que de esa manera, constituya un auténtico viaje.

Escucha (pero en serio) las respuestas

Estamos acostumbrados a oír sin la intención de comprender, mucho menos la de aprender. Nos limitamos a oír solo para contestar. Por eso no hay una práctica de escucha activa ni atención. Y estos son los puntos a resarcir