EL MUNDO MODERNO Y SU MULTITUD PERSPECTIVAS.

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ELIO EDGARDO MILLÁN

El mundo moderno, se distingue del antiguo, por estar abierto al futuro. El inicio que es la nueva época se repite y perpetúa en cada momento de la actualidad que produce por sí algo nuevo. Si nos situamos en esta perspectiva, no solamente se revolucionan las fuerzas productivas sino el conjunto de las esferas de valor que recubren los pliegues de la sociedad: vivimos una eterna mudanza donde las cosas y las personas son todos los días difererentes y a la vez las mismas. Vale decir que, pese a la lógica que anima  al modernidad, no apunta, como lo creyeron las filosofías de la historia, a un destino preciso: no vamos per se al comunismo, Marx; al Estadio Positivo, Comte; a la jaula de hierro; Weber; ni la sociedad civil se disolverá en el Estado por obra y gracia del espíritu, Hegel. Sabemos que vamos, pero no sabemos a dónde… Darle sentido o sentidos al mundo será, como ha ocurrido en la historia: obra de los hombres  o no será de nadie.

Tal vez el entusiasmo de los  siglos XVIII y XIX creó la expectativa de un mundo feliz. Particularmente la experiencia Norteamericana configuró el sueño de que los factores integrantes del mundo moderno marcharían sin tensiones. Toqueville en La Democracia en América nos enseño que la estética, la ética, economía y la política podían fundirse sin contradicciones en el as luminoso del ascetismo, pese a determinados apuntes suyos en contrario. Ahora lo sabemos: el mundo marcha pleno de tensiones. En este sentido Max Weber también pensó que en el desarrollo de la modernidad, en tanto afirmación pesarosa, que todo era racionalizable, por eso crea, no sin cierto pesimismo, la inteligente frase, que denomino la Jaula de Hierro, una especie de mundo encantado por la burocracia, a la manera de Georges Orwell en su novela 1984.

Ahora lo sabemos, que no sólo el ascetismo produce capitalismo, ni al ascetismo llegó para quedarse en el mundo. Asimismo, tenemos la certidumbre que la sociedad moderna no produce “hombres Unidimensionales”, toda vez que sus esferas de acción, para decirlo con Habermas, son irreductibles a cualquiera de ellas, y esto se manifiesta empíricamente en la  multiplicidad de resistencias individuales, sociales y, por supuesto, en la esquizofrenia de las políticas públicas.

A dos siglos de modernidad, según la genealogía de Octavio Paz, de nuevo vuelven a sonar las “Trompetas de Jericó”.  Las cuarteadas de su edificio amenazan sus cimientos, al menos los cimientos que conformaron a Occidente hasta la primera mitad de nuestro siglo. Ocurren fenómenos que moldean a la sociedad de manera distinta y que habría que tomarlos en consideración.

1.- La economía, producto de su desarrollo, tanto en cantidad como en calidad, prácticamente ha vaciado a la sociedad del prototipo de hombre austero y su extensión radical: el stanjovismo. Ahora poseemos segmentos importantísimos de la sociedad volcados al consumismo, sea éste como realidad o se les presente como horizonte, pues a escala planetaria pueden observarse los ritos y gestos del hedonismo, tal vez superficial como asegura Paz. La ética protestante, sigamos Lipovetsky:

…fue socavada no por el modernismo  sino por el propio capitalismo. El mayor instrumento de destrucción de la ética protestante fue la invención del crédito. Antes para comprar, había que ahorrar, pero con una tarjeta de crédito los deseos pueden satisfacerse de inmeato6

2.- Por otra parte, el arte, que jugo a contrapelo con la tradición moderna siendo elemento consustancial a ella, juzgó incruentamente  el orden económico y a la tradición en general; si bien hoy el arte y la crítica artística  han perdido su vitalidad. En general Paz, Habermas, Kolakowsky, Bell y Lyotard, por señalar a los representantes más lúcidos del debate contemporáneo, coinciden, más allá de los matices, en que la  vitalidad del arte está agotada. Afirman que éste expiró con el último intento por reistalarlo: la vanguardia. Veamos que nos dice al respecto el autor del Imperio de lo Efímero:

A principios de siglo, el arte  era revolucionario  y la sociedad conservadora; esta situación se fue invirtiendo  con el anquilosamiento de la vanguardia y los trastornos de la sociedad, engendrados por el proceso de personalización. En la actualidad la sociedad, las costumbres, el mismo individuo  cambia más deprisa, más profundamente que la vanguardia: el posmodernismo es la tentativa de insuflar un nuevo dinamismo al arte, suavizando y multiplicando sus reglas de funcionamiento, a imagen y semejanza de una sociedad flexible, opcional, que reduce las relegaciones[1]

Desde esta perspectiva, si el modernismo artístico ya no perturba el orden social, no ocurre lo mismo con la cultura de masa en el hedonismo, en conflicto cada vez más abierto con el orden tecnoeconómico. Volveremos sobre la ambivalencia del orden económico, permítasenos antes volver sobre la situación del arte. El poeta mexicano autor de Piedra de Sol, indica en Los Hijos del Limo, que con el Apocalipsis  del arte, lo que está en cuestión, en la segunda mitad de nuestro siglo, no es la noción de arte, sino la noción de modernidad. Al parecer lo que estamos experimentado el crepúsculo de nuestro reloj histórico:

Hoy en día, hemos perdido nuestra fe en el progreso y  descubierto el presente, el cual sabemos que podemos tocar, a diferencia del futuro. El intento totalitario por alcanzar el futuro sea ha desplomado por completo. E incluso la gran tierra del futuro abierto, Estados Unidos, se ha convertido en la tierra del Ahora[2]

Acaso vivimos en una sociedad sin sentido que progresivamente se desploma hacia el crepúsculo de deber, si por ello entendemos no solamente la muerte del fervor por la  religión celeste sino el ocaso de la religión terrestre que significó el progreso.  Si fuese así, la  sociedad de occidente viviría una virtual esquizofrenia:

Por una parte la corporación de los negocios exige que el individuo trabaje enormemente,  acepte diferir recompensas y satisfacciones, en una palabra, que sea un engranaje de la organización. Por otra parte, la corporación anima al placer, al relajamiento, la despreocupación. Debemos ser concienzudos de día y juerguistas de noche[3]

De frente a esta problemática, los neoconservadores intentan resoldar esferas de acción de la sociedad moderna, poniendo el énfasis en los factores éticos. Un representante de esta corriente, Leszek Kolakowsky, en su Modernidad Siempre a Prueba, condensa esta

6 Lipovetsky, Gilles. La era del Vacío. Editorial Anagrama, 1988. Pag. 84

[1] Idem. Pag.123

[2] Moyers, Bill, Fin de Siglo.Editorial Mcgraw-Hill. Pag.173.

[3] Lipovetsky,gilles. La era del Vacío, Editorial Anagrama, 1998. Pag.126.

tendencia, al lanzar un manifiesto cargado de ironía. Se propone ser conservador en la cultura, liberal en política y socialista en economía. Creo que Josep Pico, caracteriza a esta corriente correctamente en la siguiente frase:

En la tesis neoconservadora de Bell la cultura postmodernista es del todo incompatible con los principios morales de una conducta de vida racional y propositiva. Bell atribuye el peso de la responsabilidad a la disolución de la ética protestante, y por tanto al paso del individualismo competitivo al individualismo hedonista[1]

Para Bell la integración de las esferas de valor sólo puede lograrse a través de la religión, pues según él esta argamasa acabara con el divorcio entre sus esferas, una tensión estructural entre tres órdenes distintos que  se basan en lógicas antinómicas: el hedonismo, la eficacia y la igualdad. La propuesta es sugerente, tan lo es que en Norteamérica, de frente a la crisis de valores que con toda precisión ha fotografiado Castoriadis[2], se han propuesto un retorno al ideario de los padres fundadores de esa nación.

Para Daniel  Bell el hombre moderno y cosmopolita, la cultura ha reemplazado a la religión y al trabajo como medio de autorrealización o como una justificación estética de la vida, por ello requerimos

ver el mundo como debería ser, como un espacio de “porciones asignadas”, como la separación de ámbitos. Para comprender lo transcendente, el hombre necesita el sentido de lo sagrado. Para rehacer la naturaleza, el hombre puede invadir lo profano. Pero si no hay separación de ámbitos, si se destruye lo sagrado, quedamos en el caos del apetito y el egoísmo, y en la destrucción del círculo moral que ciñe a la humanidad. ¿Podemos –o no debemos- restablecer lo que es sagrado y lo que es profano?[3]

Aunque coincidente con el diagnóstico de este fin de siglo, la toma de posición habermasiana gira en otra dirección. Reacciona airadamente a favor del legado del humanismo y la ilustración. Pico sintetiza apretadamente el diagnóstico del autor de La Ciencia y La técnica como Ideología:

La diferenciación entre ciencia, moral y arte ha terminado por significar la autonomía de los segmentos tratados por el especialista y, al mismo tiempo, la separación de la hermenéutica de la comunicación cotidiana[4]

Para Habermas se trata de hacer converger las esferas de acción localizando las patologías que ahora limitan el proyecto de la razón ilustrada. “Habermas trata de salvar así la potencia  emancipadora de la modernidad, que es condición sine que non para la democracia política. En su texto La modernidad un Proyecto Incompleto, que ya había bosquejado en  Teorías de la Acción Comunicativa y posteriormente en El Discurso Filosófico de la Modernidad, hace énfasis en el rescate del proyecto de la modernidad. Veamos un parágrafo suyo a propósito, en defensa de su proyecto:

Me refiero a la dinámica teórica interna que impulsa constantemente las ciencias y su reflexión sobre sí mismas mucho más allá de la mera creación de conocimiento tecnológicamente explotable; además, me refiero a los fundamentos universalistas de la ley y la moralidad que han sido incorporados (no importa cuán distorsionada

[1] Pico, Josep. Modernidad y Posmodenidad. Editorial Alianza1998. Pag. 37

[2] Castoriadis, Cornelius. El Malestar de Occidente. Vuelta, número 184. Pag. 16

[3] Bell, Daniel. Las Contradicciones Culturales del capitalismo. Editorial Alianza. Pags. I64—165.

[4] Pico, Josep. Modernidad Y Posmodernidad. Editorial Alianza. Pag. 41.

e imperfectamente) en las instituciones de los Estados constitucionales, en la forma de  toma de decisiones democráticas y en los patrones individualistas de formación de la identidad; finalmente, me refiero a la productividad y la fuerza liberadora de una experiencia  estética con una subjetividad liberada de los imperativos de la actividad intencionada y de las convenciones de la percepción cotidiana[1]

En otra perspectiva, los  posmodernos no son reformistas aunque no necesariamente son antimodernos. Su Crítica se dirige contra el absolutismo de la razón, cuyo cimiento está constituido por metarrelatos que subsumen la experiencia, la vida y el goce de la sociedad. Permitamos que Lyotard a vuelo de pájaro nos relate su travesía:

La condición postmoderna es, sin embargo, tan extraña al desencanto, como la positividad ciega de la deslegitimación. ¿Dónde puede residir la legitimación después de los metarrelatos? El criterio de operatividad es tecnológico, no es pertinente para juzgar lo verdadero y lo justo. ¿El consenso obtenido por discusión, como piensa Habermas? Violenta la heterogeneidad de los juegos del lenguaje. Y la invención siempre se hace en el disentimiento. El saber postmoderno no es solamente  el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra sensibilidad ante las diferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable. No encuentra la razón en la homología de los  expertos, sino en la paralogía de los inventores[2]

En el rescate de la diferencia, de la personalización del individuo insumiso al orden, que muchos autores han calificado como el hundimiento de la tradición merced a irracionalismo de la propuesta, los posmodernos ven justamente ahí el Quid pro quo de su desafío. No se piensa que la inexistencia, para decirlo con Durkheim, de un fondo común de verdades atomizaría al mundo hasta pulverizarlo en los gestos de la tribu. En tal sentido, lo que para Bell y Habermas, más allá de las diferencias, es un horizonte de declive de las instituciones tradicionales y los procedimientos democráticos, y que con este colapso la  sociedad se hunde y aumentan las iras irracionales, para Lipovetsky todo es miel sobre hojuelas. Usted que piensa?

[1] Giroux, Henry. Cruzando los Límites….Fotocopia sin Editorial. Pag. 66.

[2] Lyotard, Jean francois. La condición Posmoderma. Editorial Planeta-Agostini. Pag 11 –12.