Un México polarizado y sin quién construya la mediación

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FRANCISCO CHIQUETE

Polarizados como pocas veces en la historia, los mexicanos parecemos empeñados en profundizar las diferencias, sin que haya voces sensatas que puedan conducir al orden, aunque fuese mínimamente,

El fin de semana el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo un llamado en ese sentido advirtiendo que la ideologización no conduce a nada y que las posiciones irreductibles agravan los problemas. Es un discurso que hacía falta desde hace mucho, pero no parece provenir de la persona indicada, cuando hace unos cuantos días advirtió que quien no está con la cuarta transformación está en su contra. No caben medias tintas, dijo enfático.

Así como esas, muchas. Toda polémica termina en una reconvención y en rechazo a cualquier posibilidad de corregir. El diálogo es inexistente y parece imposible.

Porque de frente también hay una actitud de rechazo a lo que sea. Repetidamente ha circulado en las redes una foto en que aparecen AMLO y la escritora Elena Poniatowska en Palacio Nacional con pinturas de Simón Bolívar y José Martí al fondo, ofrecidas como prueba de la venezolización del país porque supuestamente bajaron los retratos de héroes nacionales para subir los extranjeros. Cualquiera sabe que desde siempre en Palacio Nacional  ha habido un salón latinoamericano con esos cuadros y que los personajes no sustituyen a nadie.

Recientemente el asesor plenipotenciario John Ackerman pasó línea exigiendo a los senadores que depongan a Ricardo Monreal de la coordinación, por el delito de haber dado una entrevista a Carlos Loeet de Mola, el periodista incómodo que lo balconeó porque su esposa, secretaria de la Función Pública, no declaró el valor real de sus bienes raíces.

Loret, por su parte, dio espacio a las quejas de médicos que se sienten desplazados por los doctores cubanos que vinieron a reforzar la lucha contra el Covid 19. Los quejosos pueden o no tener razón en el desplazamiento, pero aseverar que con esa contratación, que le cuesta al país 135 millones de pesos se está subsidiando al gobierno de Cuba es un absurdo. Ni en la pequeña isla de Martinica podría ser relevante una cantidad así, si se trata de la operación de una nación.

A ests alturas, todavía hay quienes dicen que López Obrador es farol de la calle por aquellos treinta millones de dólares que donó a El Salvador, para que detuviesen a sus migrantes.

Mientras la nación Amlover acusa de corrupto a todo el que ose realizar una mínima crítica al gobierno, los antilópezobradoristas extreman sus posiciones en un anticomunismo ramplón en que sólo falta la vieja cantaleta de “Cristianismo sí, Comunismo no”.

Todo lo que se había avanzado en tolerancia y convivencia se echa por la borda.

Nadie gana con la división, dicen los cánones tradicionales, pero la analista María Amparo Casar sostiene que sí, que López Obrador se beneficia con la polarización porque eso lleva a sus huestes al campo de la emoción.

Si un grupo desfila en sus vehículos para exigir la salida del presidente, los contrarios los acusan de corruptos y vendepatrias, sin aceptar que por muy minoritarios que sean, tienen derecho a pensar diferente. Los acusadores ya no recuerdan sus exigencias de “Vete Peña”, con que reforzaron el ambiente electoral y que incluso lo sostuvieron cuando ya habían ganado la elección y les faltaban unas cuantas semanas para tomar el poder.

Las diferencias entre grupos de la población son inevitables. Todo conglomerado humano tiende a la pluralidad y es absurdo que haya quién pretenda dividirnos en buenos y malos, sobre todo en momentos como este, en que se requiere la participación de todos para sacar adelante la delicada tarea de rescatar la salud, y la complicada encomienda de levantar una economía que no se ha podido sostener y la pandemia vino a terminar de desgraciar.

Hay que tomarle la palabra al presidente para trabajar en el diálogo. Hay que ver que el presidente sostenga el llamado y lo ponga en práctica.