Tercera llamada…Las lenguas no están muertas.

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Ismael Estrella Guerrero

Regresar al Pueblo Mágico de El Fuerte (de Montesclaros)- donde se enterró mi ombligo- siempre es y será grato; es una especie de sedante sicológico por todo lo que conlleva estar en la tierra ancestral y superar las nostalgias del recuerdo, como si me trepara de regreso en el tren de la ausencia.

Siempre será satisfactorio ubicarme- aunque sea de pensamiento- en la tierra de El Zorro, en  donde los hombres se dan y no unos con otros precisamente; y donde las presas Miguel Hidalgo, en el Mahone; y la Josefa Ortíz de Domínguez, en el Sabino, por no decirles que la de Huitis también, son parte esencial de su subsistencia.

Hace menos de dos quincenas celebraron un año más de El Fuerte, un Pueblo Mágico que suma 450 años… y pico.

Es el municipio con el mayor número de pueblos indígenas en Sinaloa, donde hay además una Universidad Indígena con alumnos procedentes de todo el país, y es la primera en el país en su género.

De ahí podemos partir con una sugerencia… Una exigencia: Que la raza indígena reciba lo que se merece de algo que ya sabemos desde hace mucho, y que cada vez que hay campañas políticas o que se juntan las autoridades nos advierten que “Ora sí, se les dará lo que históricamente les debemos”

¡Aja!

El año anterior se celebró allá el Segundo Coloquio Internacional de Lenguas Indígenas, en el día mundial de la lengua materna 2013.

Allí convivieron representantes de diversas etnias del país, del Centro y Suramérica y lo que ocurrió fue algo inédito; era la primera vez que se reunían para un evento en el que hablarían a favor de ellos.

Se supuso que para alivianarlos.

Bueno, ¿Y?

Los problemas son los mismos; se desaprovecha su patrimonio cultural, y ni los conceptos que se vierten en la que ahora denominan posmodernidad ha funcionado para que las lenguas que están en peligro de extinción queden en una especie de capsula del tiempo.

Ante las exigencias sociales, políticas y económicas, no podemos cruzarnos de brazos, o peor aún, en la indiferencia con los pueblos indígenas.

Así o más claro.

Podemos agregar eventos como los rituales que antaño se utilizaban paran manifestar la creencia en algo o alguien manteniéndolas como un dogma a través de los siglos, actualmente están desapareciendo por la falta de programas adecuados que se apliquen al cuidado de ese patrimonio, tangible o intangible.

Dicho de otra forma

La preservación cultural de esos pueblos es inexistente.

No hay realmente un proyecto que nos diga que quieren hacer algo válido para evitar el desvanecimiento de un legado que nos pertenece a todos, sin excluir a nadie.

Que otros factores culturales externos no vengan a ocupar los espacios que por siempre han sido nuestros.

La riqueza de tales valores es insospechada.

Podemos hablar de prácticas de diferentes géneros que nos ofrecen una amalgama infinita.

¿Ejemplos?

Hay muchos.

Sin embargo, con el paso del tiempo; la modernidad y el nulo apoyo económico de nuestras autoridades, llámese como quiera: municipales, estatales o federales, provocaron su desaparición, principalmente en regiones que se encuentran más allá de las cabeceras y que colindan con la sierra.

Con ello trastocaron un patrimonio cultural en el que todos estamos inmersos con una obligación más que moral para mantenerlo si es que no queremos perder nuestra identidad

A tal factor de despego oficial, hay que agregar otros que son igual de graves y que se convirtieron en elementos de riesgo difíciles de erradicar como el narcotráfico; lacra que a todos nos lacera por la inseguridad que arrastra consigo y que a su paso nos deja la aparición de «pueblos fantasmas» por cuyas calles corren las voces que «cuchichean» con la nada; con lo que ya no existe y donde solamente las ruinas son testigo fiel de su pasado.

Comalas que poco a poco fueron abandonados por sus habitantes que se quedaron sin la menor oportunidad de sobrevivir de manera tranquila.

Y los otros, aquellos que tienen que «escapar» a otros sitios para buscar seguridad, trabajo, o estudio, porque no encuentran mayores oportunidades en el sitio donde «enterraron su ombligo». Es otro síntoma que cotidianamente ocurre.

Y qué decir de la influencia cultural extranjera; la que nuestros jóvenes- y alguno que otro “yuppie”, sin dejar de lado a otros que por su “capacidad económica” creen que es mejor lo de fuera y la adoptaron como suya-  prefieren para irse a otros sitios en los que predominan valores diferentes; específicamente donde la música de estridentes chillidos sin ningún contenido ni valor culterano los apartan de lo autóctono, o en los ahora denominados antros en los que el alcoholismo y la drogadicción son sus valores  preponderantes, sin dejar de lado a los que “intelectualmente” sienten que lo mexicano pasa a un segundo término y copian fielmente lo que en otros países es parte de su esencia.

Es necesario el rescate para que no se pierdan en la inmensidad del tiempo y la soledad y de paso en el abandono total de nuestras costumbres.

Se requiere que quienes están involucrados en el aspecto cultural se den cuenta cabal de la necesidad de rescatar y difundir los trabajos que datan de siglos atrás.

Que las mismas instituciones educativas tomen participación activa en su rescate involucrando a los mismos estudiantes, que al final de cuentas serán quienes tengan en sus manos la oportunidad de darle continuidad a algo que por herencia les pertenece y corresponde como parte del patrimonio material e inmaterial.

Que se den cuenta, cuando menos de esta manera, de la existencia de algo que es suyo y de como por el desentendimiento o desganas se están acabando, lo cual acelera la destrucción de la identidad cultural del sinaloense.

De seguir así, poco a poco se nos escapará el legado y pasarán a ser solamente recuerdos de unos cuantos.

Pueblo sin pasado… pueblo sin historia.

El Fuerte de Montesclaros tiene historia.

                                  ismael.estrella@live.com.mx