Observatorio… La fe perdida

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MARIO MARTINI

Cada 4 años, y no cada sexenio, la tradicional fe mexicana es renovada por un pueblo profundamente creyente.

Cuando sobrevienen las olimpíadas o los campeonatos mundiales de futbol, los mexicanos paralizamos al país y elevamos plegarias para que “ahora sí” los ratones verdes de don Manuel Seyde logren la hazaña de vencer a las potencias europeas y finalmente, después de un largo y sinuoso camino, le digan al mundo que la nación azteca rifa.

Durante el breve suspiro que duran las competencias, olvidamos estadísticas, análisis y estudios profundos de la realidad nacional que después del anunciado fracaso -anunciado por las cifras, no por los comentaristas de futbol que por obligación mercadológica hacen creer al país que un hombre al que motejan “el piojo” podría vencer a tarántulas teutonas o escorpiones holandeses que en la mínima distracción pican a matar- vuelven a ubicarnos en el terrible terreno de la realidad. Es como pedir peras al olmo.

México ocupa el primer lugar mundial en diabetes infantil y es último en educación por segundo trienio consecutivo, con indicadores comparativos de 2009 y 2012 que advierten retrocesos. Es decir, pasaron 6 años sin que los niños mexicanos tuvieran herramientas para salir del sótano en que está la educación nacional, según los estándares que exige la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, de la que México es socio y, por lo tanto, está obligado a aceptar las valoraciones del examen PISA, versión internacional de la mexicanísima Prueba Enlace.

Cada año mueren miles de mexicanos afectados por la diabetes que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público pretende combatir desde la reforma fiscal puesta en marcha en enero de 2014, gravando la comida chatarra que es base de la dieta nacional. Los industriales de productos etiquetados como chatarra consideran que el incremento en la tasa impositiva no modificará los hábitos alimenticios de los mexicanos y admiten que por el alto costo no harán la reconversión de fórmulas de alimentos o bebidas que contengan azúcar o harinas. Es decir, trasladarán el impuesto al precio que finalmente pagará el consumidor, lo mismo que ocurre con los impuestos especiales a bebidas alcohólicas y tabacos. El que quiera azul celeste…

Por más fe que apliquemos al asunto, es bastante complicado pensar que los mexicanos estamos listos para estar entre los 10 primeros lugares olímpicos o llegar al quinto juego eliminatorio del mundial futbolero cuando más de la mitad de la población padece pobreza y solamente 3 de cada 10 jóvenes tienen acceso a una carrera profesional, según mediciones sociológicas y poblacionales recientes.

El país contuvo el aliento cuando los holandeses, que estaban a punto de ser víctimas de la venganza azteca, se levantaron de la lona y en menos de 10 minutos despacharon la esperanza nacional que las empresas televisivas y el imperio monumental de la Federación Internacional de Futbol habían sembrado entre los mexicanos que otra vez creyeron que el equipo pasaría a cuartos de final, evaporando la ruta crítica que recorrió para llegar a la competencia mundialista. Con el gol del empate y un penal plenamente justificado por las reglas de un deporte de apreciación, en el que todos los elementos, objetivos y subjetivos, cuentan, México volvió a ocupar su lugar en el concierto mundial de los países subdesarrollados del “ya merito”. Pero después de presenciar el holocausto brasileiro, debemos estar profundamente agradecidos con los holandeses.