Reflexiones de un domingo de fútbol.

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Luis Antonio Martínez Peña.

El fútbol es un juego, un espectáculo, una fiesta en el estadio, es pasión por sentirse dentro de una competencia de once contra once y por un hombre con silbato que aplica las reglas, a veces se equivoca y comete fallas irreparables como anular a Holanda un penal que si lo fue y regalar a Holanda otro que no fue.

El fútbol es medirse ante otros y reconocer en ello la superioridad, fuerza y maña de los rivales y reconocer nuestras fortalezas y limitaciones. Nuestra selección llegó hasta ahí a octavos de final y peor le fue a las selecciones de España, Italia, Inglaterra y Portugal. Aunque esto no sirve de nada, ni de consuelo. Hoy nos hubiera gustado que México jugara contra Grecia u otro cualquiera que no fuera Holanda, pero así fue.

Pero el fútbol es un deporte y organizado por la FIFA tiene carácter político y económico. Consiste en que esos 22 hombres se enfrentan por dominar el juego, por tener el dominio del balón y anotar el gol. Una copa del mundo es una guerra simulada entre 32 equipos que han pasado por un filtro de calificación en las áreas geopolíticas y futboleras. Se adopta el esquema nacionalista de carácter burgués que fue inventado por el capitalismo universal mediante Estados Nación. Durante semanas los equipos se enfrentan en un país sede, en esta ocasión le tocó a Brasil.

El costo beneficio de carácter económico nunca genera saldos a favor de los gobiernos anfitriones, siempre hay un segmento de políticos, de líderes de opinión que juzgaran innecesario y costoso organizar una copa del mundo. Luego se miden las mega cifras de gastos en estadios, infraestructura (aeropuertos, carreteras, líneas del metro, puentes, los gastos de imagen urbana) La idea de cada país al organizar la copa del mundo y de las olimpiadas es la de presentarse como ejemplo de crecimiento y desarrollo económico. Pero cuando se comparan los gastos y mediante una sencilla operación de comparación de costos y gastos salen a relucir la cantidad de hospitales y escuelas básicas que podrían haberse construido con ese dinero que se gastó -¿y, las ganancias? bien gracias, la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA) Se lleva su bolsa. Brasil después del mundial y a un año de distancia de las elecciones presidenciales su destino político puede tomar otro rumbo que el que han tenido los gobiernos del centro izquierdista Partido dos Trabalhadores de Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff desde 2003.

Quisiéramos estar personalmente en Brasil, conocer el estadio de Maracaná (algo así como la catedral de Santa Sofía, en el fútbol), pero no se pudo, de haberlo hecho en mi caso personal hubiera tenido que cancelar otro tipo de urgencias y asuntos económicos a enfrentar, vivimos en el país de las tandas y de las deudas. Seguimos siendo pobres aunque tengamos computadora y televisión por cable, pero a través de la caja de cristal vemos los rostros de mexicanos afortunados que si fueron. Algunos de ellos son reconocidos y por ahí salen a flote funcionarios de cualquier nivel de gobierno. Hijos de reconocidos personajes y demás cosas que se comentan y se critican a través de las redes sociales con interés de denunciar los

gustos de nuestra casta dorada en el poder.

Pero la mayoría de los mexicanos vemos el mundial y los partidos de fútbol por tele y padecemos a comentaristas necios que chingan mucho con lo de México puede ser campeón. Con la visión del merolico de banqueta que tienen los comentaristas y con el marketing chafa de que si le tienes fe al Piojo y a los muchachos la buena vibra le llegará a ellos, y pues no es así. Se trata de capacidades, de fuerza competitiva, de organización, de liderazgos, no de rollos. Cuando ganamos a Camerún, felices. Cuando empatamos con Brasil, muy felices. Cuando le ganamos a Croacia, súper felices. Hoy perdieron contra Holanda. El deslinde es automático, visceral, lleno de lugares comunes: Jugaron como nunca y perdieron como siempre, la selección vale madres, el Piojo resultó liendre, el chicharito valió cacahuate, el pelón de Holanda se dejó caer, el árbitro es un hijo de la fregada, y el viejito amargado diciendo siempre es así y Juan Vites el personaje pueblerino de de Juan José Arreola, (un pordiosero con hedor a Chivo) salió a la calle para decir: “ ¿Ya vites? , se los dije…México perdió, ¿ya vites? Todo eso lo dice la afición villamelonera del fútbol, cultivada por televisa y TV azteca, Así somos la mayoría de los mexicanos y culpamos al árbitro, inventamos pues una justificación. Una historia de despojos, seguimos un guión preestablecido, a los mexicanos nos gusta culpar a otros de nuestros fracasos, somos los extras de reparto de la película Nosotros los Pobres. Nos roban las elecciones, nos roban el petróleo, los sueños de ser campeones, hacemos spots políticos con niños que dicen que ya les robaron su futuro, una historia de tropiezos, de luchas desde abajo. Pobre historia de caídas y resurrecciones.

Por otro lado, andan los del masiosare un extraño enemigo robarse nuestro petróleo… quienes ya asomaron cabeza para decir se los dijimos; y ya empezaron a comparar nuestros pobres desempeños futboleros con los de otras selecciones. Ahora si ya les gustó el mundial.