Favio Montoya o el niño creador

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Las nubes chorrean, las largas pestañas rizadas están a punto de mancharse en llanto, hay llamas que abrazan un corazón, de un árbol trunco brota una flor y en la Galería del Museo Casa Haas los niños rodean a Favio Montoya, artista plástico que tras ocho años regresó a Mazatlán con la exposición “Belleza Desafortunada”.

Cerca de 25 cuadros, cuatro instalaciones y la exhibición de “El hombre sol”, un cortometraje del cineasta mazatleco Isaac Ruiz en el que figura uno de los personajes de “Favius”, como se le conoce en el mundo del arte urbano, ofrecen una aproximación a una obra imaginativa, cargada de emotividad en la que el centro es el universo del niño interior: herido, inspirado, ingenuo, alegre, salvaje; curiosamente, en la inauguración, muchos niños se encontraban presentes entre el público. 

“Para los niños no es sorprendente lo que ven, es más choqueante para un adulto ver a un personaje sangrar o quemarse, para los niños  es algo muy amable, muy imaginativo, tal vez no tienen tantas ideas preconcebidas en la mente, porque muchos de mis personajes están llorando, y a veces asociamos solamente el llanto con una cuestión de sufrimiento, pero puede ser también de alegría ¿no?”.

El artista mazatleco afirma que en sus exposiciones le ha tocado ver a niños que aceptan su obra como  es, y le añaden el carácter de juego que tiene el arte.

“Para ellos es mucho más claro que mi obra no tiene un carácter tan literal, si no que sólo estoy jugando con un tema y para mí también es interesante jugar,  entonces es bien curioso que como niños la reciban más directamente a como lo hace un adulto.”

Sus “Little visions”, nacieron de un sueño que tuvo en 2011: el cuadro de un gatito, con cuerpo humano y los ojos vendados, una imagen con la que exploraría un  tema que lo ha acompañado a lo largo de su trayectoria, la infancia, pero en esta ocasión, Montoya dejó de lado el academicismo, el arte de carácter técnico y elaborado, para abrirle paso a la imagen de la calle, al grafiti, al cómic, a los colores pastel, un mundo de dibujos animados sumidos en sus limbos, universos de pesadilla y fantasía que ha desarrollado al máximo en la capital mexicana.

“Al irme a DF. me encuentro con una panorámica un tanto más abierta, sobre todo en galerías, de aceptación a este tipo de arte no tan formal ni tan académico; no es que yo no tenga la formación, porque también soy maestro de arte y técnicamente podría hacer una cuestión más académica o más ‘artística’ en cierto sentido, pero decido hacerlo al contrario, alejarme de las cuestiones preestablecidas para tener una voz más genuina, algo con lo que yo me sintiera más a gusto”, señala Montoya, quien desarrolló “Belleza Desafortunada” gracias al Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Sinaloa (PECDAS)y que cuenta en su currículum con 11 exposiciones individuales y más de 120 colectivas en países como México, España, Estados Unidos, Inglaterra y Japón.

Azar, destino, familia

Para Favio, el destino, o Dios, han jugado un papel clave en la expansión de su carrera. Le han puesto en el camino a artistas, maestros, curadores y amigos identificados e interesados en su trabajo: tras llegar a Ciudad de México, descubrió que a la vuelta de su casa vivía el artista duranguense Jorge Ortega, con quien compartía una afinidad creativa; esté lo llevó a conocer a Leonardo Ramírez, director del Museo de Arte Carrillo Gil, quien lo invitó a exponer su trabajo a León, Guanajuato…Darío Meléndez, profesor de la Academia de San Carlos, la institución de artes plásticas más grande de México, trabajaba con él en un proyecto de performance, y al llegar a su casa descubrió que el mazatleco también pintaba.

“Son personas que me han invitado mucho a proyectos y también ha sido cosa de ser constante, para tener mucho qué mostrar, y también otra cuestión, personas que tal vez, no directamente en las artes plásticas, se han interesado, como Isaac Ruiz, que aquí anda, para invitaciones de proyectos de video como el personaje de su cortometraje “El hombre sol”, o como el fotógrafo Mario Aspland, que se interesa en mi propuesta y lo trae a sus fotografías, son como personas claves en lo que hago”.

Pero las galerías, exposiciones, concursos, ropa, instalaciones y videos no son realmente el objetivo esencial del trabajo de Favio Montoya. El espectador, es quien completa su ciclo creativo, y esta búsqueda de un alumbramiento en la mirada ajena lo ha acompañado desde siempre, desde antes de que la palabra arte tuviera lugar en su vida.

“Hoy platicaba precisamente con mi mamá que, desde muy pequeño, desde que tenía tres años, empecé a dibujar, ¿qué me motivaba?…expresarme, decir algo, porque recuerdo que mi mamá, Epifania Peinado, cuando veía mis dibujos, también se quedaba como muy sorprendida de lo que dibujaba y ella me calificaba, entonces nunca fue tan íntimo el asunto, de ‘quiero hacer algo y que nadie lo vea’; desde un principio fue el impulso de que alguien lo viera, para mí no está completo el discurso de una exposición o de una obra si no está previamente pensada en que alguien la va a ver y la va a interpretar.”, dice Favio Montoya.

Mazatlán visto desde afuera

Favio reconoce que es poco el contacto que tiene con el mundo del arte plástico porteño actual. Sin embargo, en su opinión, lo que creó su generación, la de Manuel Carlock, Bernardo Alatorre, Yves Gregori, Carlos Z y Cecilia García, un arte que buscaba salir del nicho local y proyectarse como un trabajo global, ideas que fueron promovidas por sus maestras del Centro Municipal de Artes de Mazatlán, Lucila Santiago,  Janeth Berrettini y Cecilia Sánchez Duarte, se ha quedado en una repetición y, sobre todo, se ha perdido el sentido de la unión que a ellos los empujó hacia nuevas direcciones creativas.

“Siento que sí están pasando cosas pero hay muchas cosas que se parecen a otras, la intervención urbana, el grafiti; son ya ocho años sin exponer en Mazatlán, tal vez están pasando muchas cosas interesantes en el concurso  Antonio López Sáenz, pero muy aislado, antes hacíamos cosas unidos,  sin vernos alejados, con mucha comunicación directa y sin los problemas que luego se dan en el arte de ‘tú pintas mejor que yo y por eso no te hablo, o me caes mal’, no, nosotros como que vimos una cuestión de ‘me gusta mucho lo que haces, lo veo como propio y qué hacemos en conjunto”, señala Favio Montoya con la voz delgada del niño interior que hoy, y siempre, le pedirá crear.

Belleza desafortunada permanecerá abierta al público en el Museo Casa Haas  hasta el 4 de julio, de 10:00 a 15:0 horas.