Brasil versus México

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Carlos Calderón Viedas

“En México todo es peor que Brasil”, declaró inesperadamente Luis Inácio Lula da Silva, ex presidente de Brasil y figura mundial por méritos propios. El dicho de Lula caló hondo y tomó por sorpresa al gobierno de Enrique Peña Nieto, quien con estudiada mesura respondió que entre los dos países había entendimiento y que esperaba les fuera bien a las dos naciones. Algunos medios cercanos a Los Pinos fueron menos diplomáticos y acusaron de mal agradecido al sorprendente Lula, dado el buen trato que le dispensó el gobierno mexicano en su última visita privada a México. Otros comunicadores señalaron que la hosquedad del brasileño obedecía al mal humor que trae encima debido a las críticas internas a la presidenta Dilma Rouseff, quien aspira a continuar en el cargo un segundo periodo que inicia el 1 de enero de 2015.

El desplante de Lula en plena euforia mundialista puede pecar de impropio y de inmerecido, pero no de falso. Si lo dijo como hincha de la Verde Amarela, pues derecho tiene. Y no creo que alguien quiera entablar una polémica en ese tema, aun cuando la selección de México haya ganado alguna vez a la brasileña. Mas si la intención era parte de la lucha por los capitales, pues vaya forma ruda de disputarlos.

Las historias recientes de Brasil y México mantienen un cierto paralelo. Los respectivos inicios fueron el fin de la dictadura en Brasil y el fin de la dictablanda en México, en la década de los ochenta. Fernando Collor de Mello y Miguel de la Madrid, cada uno con las economías colapsadas, comenzaron a imponer las medidas de ajuste dictadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y claro, con la luz verde de Washington. A partir de ahí se vienen las privatizaciones y la liberalización de las economías, así como el control de la inflación a toda costa, condición sine qua non para recuperar la estabilidad y el crecimiento, según el canon en boga. Fernando Henrique Cardoso y Carlos Salinas de Gortari completaron el perfil neoliberal de las dos economías, y el de los gobiernos respectivos.

Han corrido más de tres décadas y con ese tiempo son válidas las comparaciones de los resultados en ambos procesos, para ver si lo dicho por Lula obedeció a un interés prelectoral o a otro de política regional. A sabiendas de que no es el lugar para asumir el reto lanzado por Lula, y, en todo caso, que lo hagan los analistas oficiosos del régimen, baste por ahora fijar dos o tres temas que dejen traslucir lo que Lula quiso decir.

Brasil es la segunda economía de América, dentro de las llamadas emergentes es considerada la segunda después de China. Está dentro de las quince economías más importantes del mundo, ocupando el lugar número seis en 2012. El PIB per cápita asciende a 12 mil dólares, en 2013. Ocupa el sitio 48 en el Índice de Competitividad Global (ICG). La tasa de crecimiento promedio en el periodo 2000-2010 fue de 3.6 por ciento.

Las condiciones económicas permitieron combatir la pobreza. En 20 años, cerca de 21 millones de brasileños dejaron de ser pobres. La población pobre pasó a menos del 20 por ciento, 40 millones. El índice de pobreza medido por el número de pobres entre la población

total es de 20 por ciento. La desigualdad mejoró notablemente entre 2000 y 2006, el 20 por ciento más rico tiene una renta equivalente a 22 veces más de la que percibe el 20 por ciento más pobre. La situación se explica porque el nivel de ingresos del 10 por ciento más pobre subió 50 por ciento, mientras que el ingreso del 10 por ciento más rico lo hizo en sólo siete por ciento.

México ocupa el lugar número cuatro después de Canadá, por el tamaño del PIB. A nivel mundial tiene el lugar número once. El PIB per cápita es de 9360 dólares. El ICG es 58. El crecimiento del PIB ha sido errático, en el lapso 2000-2013 alcanzó una tasa promedio de 1.97 por ciento. Estas condiciones económicas han provocado el aumento de la pobreza y la desigualdad. En los últimos 25 años la población pobre pasó de 45 a 61 millones, es decir, el número de mexicanos arrojados a las filas de la pobreza aumentó en promedio 840 mil al año. La desigualdad es escandalosa, el 20 por ciento más rico de la pirámide se apropia de 320 veces más de lo que obtiene el resto de los que reciben ingresos.

Las cifras hablan por sí solas, pero habría que explicarlas mínimamente. México es jun edén para los capitales, comparado no sólo con Brasil sino con América Latina, pagan menos impuestos si es que los pagan; pagan menos salarios, uno de cada 10 trabajadores gana igual o más de $8500.00, el salario promedio es un tercio del que se tiene en Brasil.

La pobreza en Brasil es impactante porque se puede ver arremolinada en las famosas favelas, se calcula una población de 10 millones, cifra equivalente sólo a los indígenas que tenemos en México sobreviviendo en extrema pobreza. Sin contar con la pobreza urbana y rural, claramente censada.

Cuando Lula da Silva dice que México va a la zaga de Brasil, quizás también se esté refiriendo a que la empresa petrolera brasileña, Petrobrás, hace 20 años que abrió sus puertas al capital extranjero. En la letra, la empresa seguiría bajo control del gobierno, pero en realidad el mando quedó en manos de las corporaciones internacionales y de los bancos privados. Tiempo después, el gobierno tuvo que rectificar los términos de la propiedad accionaria para que ese control no se diluyera.

Le tocó a Lula da Silva recuperar el control de la industria petrolera, hasta cierto punto. Pero igualmente fue en su mandato de ocho años cuando se añadió sentido social a los programas de gobierno, cuyos resultados en algunos casos hemos apuntado brevemente. Durante el largo periodo neoliberal, Brasil aportó megas ricos que ingresaron al selecto grupo mundial de Forbes, pero también millones de personas salieron de la pobreza. No sé si Lula leyó alguna vez Teoría de la justicia de John Rawls o fue su instinto social el que lo condujo a encontrar cómo el crecimiento económico no es necesariamente antagónico a la equidad. Dogma que nuestros brillantes economistas mexicanos de derecha profesan fervientemente.

Inácio Lula da Silva se adelantó a la rectificación que ahora hacen el FMI y el BM acerca de que el crecimiento es posible y sostenible sólo si va acompañado de justicia redistributiva. Pues de eso trata precisamente la magna obra de Rawls: voy a decirlo simplonamente, es válido que las páginas de Forbes te dejen entrar, if and only if, sacas de la pobreza a otros más. Rawls le llamo a su propuesta Justicia como Imparcialidad. Eso hizo Lula, a su modo,

y eso es lo que nunca han hecho los tecnócratas neoliberales mexicanos. Pero como van a hacerlo, si han creído que la ciencia económica es sólo oferta y demanda.

Addendum: Teoría de la justicia (FCE, 2002) es una obra densa pero extraordinariamente interesante, si el lector desea conocer un poco sobre el tema puede hacerlo en mi librito Justicia y economía (UAS, 2002).