Virgen de Guadalupe

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Melchor Inzunza

–Datos de esta historia–

“¡Qué lástima que para llegar a Dios haya que pasar por la fe!”: Cioran

El epígrafe vale también para la guadalupana: aceptar sus apariciones pasa por la fe. No hay de otra. (Pero si hace el milagro de que los desaparecidos de Ayotzinapa aparezcan vivos, me vuelvo guadalupano de inmediato. Así, sí).

Multitudes de creyentes celebran el milagro cada 12 de diciembre. El catolicismo es aún mayoritario en México, así haya perdido el monopolio de las almas, por la competencia de las diversas iglesias evangélicas y por los escándalos de pederastia clerical.

En 1531 la virgen se aparece a Juan Diego para pedirle que transmita al obispo su voluntad de que le construya un templo en el cerro Tepeyac. Y como prueba de su aparición, estampó su figura en el manto del indio. De que fue chingón el numerito, que ni qué.

Después de la de Guadalupe, las apariciones marianas –Fátima en Portugal, Lourdes en Francia, Akita en Japón, entre muchas otras, como las de Latinoamérica–, no fueron tan audaces. Para no ser menos, esas vírgenes también pidieron su santuario, pero ninguna se atrevió a dejar su imagen impresa en otra túnica o en una piedra. Así que a milagrosa no le llegan a la de México. Je, je.

 

Católicos descreídos

La creencia religiosa –se dice– no admite controversias. Pero abundan las polémicas, y el caso de la virgen –con todo y su ahora San Juan Diego–, no ha dejado de ser controvertido aun en la propia iglesia católica. ¿O acaso los católicos han creído siempre en la guadalupana? Qué va. Ni siquiera todos los curas y obispos.

El franciscano Juan de Zumárraga (1468-1548), obispo y primer arzobispo de la Nueva España, al que ‘juanito’ le habría llevado la prueba del milagro, vivió muchos años después del suceso y escribió abundantes escritos, pero en ninguno de ellos dejó la menor referencia del portento del Tepeyac. ¿No es extraño?

Pudo haberlo olvidado? Póngale. Pero no me va a negar que fue mucho olvidar. Se trataba según esto de un milagro tan grande como el que más de las milagrerías bíblicas. No olvidó sin embargo escribir en su catecismo de 1547: “¿Por qué ya no ocurren milagros? Porque piensa el Redentor del mundo que ya no son menester”.

 

No tuvo culpa el indio…

¿Eso explica que el supuesto testigo directo del prodigio desobedeciera a la madre del dios hijo y no le edificara el templo? Pues sí. La explicación más sencilla –como postula el principio de Ockham–, suele ser la correcta: Zumárraga simplemente no vio a la divinidad en la tilma de un indio que nunca conoció.

De hecho, no hay una prueba histórica de su existencia. Nadie sabía nada de él.

Aunque había referencias que datan de 1550, 1555 y 1556, fue hasta 1648, cuando el presbítero criollo Miguel Sánchez publicó su libro Imagen de la Virgen María, que adquirió fama lo que habría ocurrido 117 años atrás.

No tuvo la culpa el indio sino el que lo hizo Juan Diego.

“Invención satánica”

*El 8 de septiembre de 1556 otro franciscano, Francisco de Bustamante, leyó un memorable sermón: “la devoción de esta ciudad ha tomado en una ermita en casa de Nuestra Señora que han intitulado de Guadalupe, es un gran perjuicio de los naturales porque les da a entender que hace milagros aquella imagen que pintó el indio Marcos…” (Doscientos años después de aquel sermón, fray Servando Teresa de Mier, uno de los precursores de la independencia de México, llamaría a las apariciones “leyenda piadosa”.)

*En efecto, al parecer el sucesor de Zumárraga, fray Alonso de Montúfar, encargó el grabado al pintor Marcos Cipac de Aquino, que no negó ser el autor.

*En 1569 Martín Enríquez de Almanza, cuarto Virrey de México, denunció el nuevo culto en la ermita como una impostura dañina, como una adoración disfrazada de la deidad azteca Tonantzin.

*Y en 1576 a fray Bernardino de Sahagún el culto guadalupano le pareció de plano “una invención satánica para paliar la idolatría…la cual devoción también es sospechosa… en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que

llamaban Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre…, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin, como antiguamente”.

 

Dos renuncias

*En 1895, luego de las fiestas por la coronación de la aparecida, el obispo de Tamaulipas, Eduardo Sánchez Camacho, renunció a su diócesis por considerar que “constituye un abuso en perjuicio de un pueblo crédulo y en su mayoría ignorante”.

*Un siglo después, en septiembre de 1996, el abad de la Basílica, Guillermo Schulenburg, tuvo que renunciar a su cargo por haber negado la existencia histórica de Juan Diego (“un símbolo, no una realidad”), pero no “el milagro permanente guadalupano”.

Por supuesto, para la gente devota ninguna objeción importa: los datos históricos son nada, la fe lo es todo.

 

Un símbolo

A los no creyentes les importa lo que ha significado como insignia en la la gesta de Hidalgo y en la formación de una nación. Símbolo unificador –dice Brading– en movimientos populares ideológicamente disímiles: en las banderas del movimiento revolucionario zapatista en 1911 y en la rebelión de los “Cristeros” en 1926.

La virgen, escribió Octavio Paz, es y ha sido madre protectora tanto del indio como del criollo, del policía como del bandolero o del mestizo. Es el consuelo de los pobres, escudo de los débiles, amparo de los oprimidos. En suma, Madre de los huérfanos… Nuestra condición verdadera es la orfandad, pero esto es particularmente cierto para los indígenas y los pobres de México.

Guadalupe –dijo en otra ocasión el poeta– “ha sido mucho más antiimperialista que todos los discursos de los políticos del país.”

 

Referencias:

Juan de Zumárraga, Regla Cristiana, Breve, México, 1547./ Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 1576, Ángel Ma.Garibay, Porrúa, México, 1956./ Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, FCE, 1992./ La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradición. David A. Brading. Taurus, 2002./Luis González de Alba, La virgen Guadalupana, contradicción permanente, Razonamientos No.3.23/06/03./Jean Meyer, Guadalupe: Ventana abierta al cielo, Reforma, 6 de julio 2002.