Un mundo desbocado

0
48
ed90_p14unmundo-e1411519527182.jpg

Fidel Ibarra López

Anthony Guiddens en algún momento utilizó el título de este escrito para referir el nombre de una de sus obras. Para este sociólogo británico, a diferencia de la concepción racional que generaba certidumbre en el filósofo ilustrado del siglo XVII y XVIII, el siglo XXI presenta como factor determinante la condición en sentido contrario.

En efecto, la piedra de toque en los albores del siglo XXI es la incertidumbre. Para el filósofo de los siglos referidos, el entendimiento racional del mundo bastaba para “manejar la historia” y “controlar el futuro”. Hoy eso no basta para ninguno de los dos propósitos. La racionalidad circunscrita en el terreno de la ciencia y la tecnología, sigue manteniéndose como brújula para conducir la nave, pero las aguas bajo las cuales se navega son de suma complejas. Y la brújula orienta todavía, pero no nos ofrece la luz suficiente para vislumbrar el camino.

Por esta misma razón, desde la ciencia misma se está configurando una revolución epistemológica, no en el sentido cartesiano, pero sí con el mismo objetivo de generar nuevas cartas de navegación que nos permitan comprender qué realidad tenemos enfrente y qué coordenadas científicas requerimos para comprenderlas. Las ciencias de la complejidad son resultado de este esfuerzo científico. Desde esta esfera teórica, la razón se pone en duda y la verdad ya no es un fin, sino un medio para alcanzar una certidumbre que en ningún sentido se instala como verdad, sino como un escalón nada más en el esfuerzo por desenredar el nudo gordiano de la complejidad.

En los siglos de las luces se comprendía que con el desarrollo de la ciencia y la tecnología era suficiente para configurar un mundo “estable” y “ordenado”. Hoy esta premisa es del todo insuficiente porque la ciencia y la tecnología son parte también del problema de la complejidad. La transformación que ha tenido la tecnología en el siglo XX y lo que se tiene del siglo XXI, ha devenido en una revolución en algunos campos de la ciencia como la Biotecnología, la Nanotecnología y la Robótica. Estas tres esferas de conocimiento están transformando radicalmente lo que se tenía concebido en materia de Biología. Incluso están trastocando la concepción misma del hombre.

Los alcances de la ciencia igualmente tienen impacto directo en la concepción del tiempo y del espacio. En ambas categorías se cernía la existencia del ser humano. Hoy la idea del espacio se tiene que estudiar en paralelo a la idea de la realidad virtual. Y el tiempo, esa invención que nos permitía fechar la acción del ser humano, se ha reducido a tal grado que la idea del largo plazo no transciende la frontera de los tres años. La velocidad a la que se ha desarrollado la tecnología, ha trastocado la concepción primigenia de este concepto.

Esta condición implica, en cierta forma, que la idea de control del mundo –y lo que en este sucede-, sea más una metáfora literaria que una realidad científica.

Aunado a lo anterior, otros factores se integran a la complejidad: a nivel internacional, se tiene una realidad política donde ninguna potencia por sí sola, puede establecer el derrotero del sistema internacional. Esta situación deviene en fuertes tensiones que terminan en conflictos militares y crisis humanitarias. El caso de Irak, Siria, Palestina y Ucrania, son un ejemplo de ello.

Esta inestabilidad internacional está empujando de forma vertiginosa a una nueva era de rearme nuclear, que pone al mundo en vilo. Y, al mismo tiempo, está configurando una nueva guerra fría entre Occidente (EEUU y la UE) y Rusia y China.

Se tiene en el sistema internacional una condición de multilateralidad, pero con potencias y países emergentes con escasa experiencia en la materia. Un sistema multilateral requiere inexorablemente del ejercicio de la diplomacia; esto es, de la negociación para la solución de los conflictos internacionales. Pero algunas potencias no se sienten “agusto” en un escenario de este tipo. Y más, cuando se tiene una historia de dominio hegemónico por largo tiempo, como el caso de los Estados Unidos.

Así pues, tenemos un sistema internacional multilateral donde los actores estaduales no tienen ni la experiencia ni la convicción para atender la agenda internacional –por cierto, altamente compleja- a través del instrumento de la diplomacia. Enfrente tenemos el cambio climático, el rearme nuclear, la seguridad energética, la reforma del sistema financiero internacional, la migración internacional y el tema del agua –por mencionar algunos temas nada más de la agenda internacional- pero no avanzamos en ninguna de las áreas.

Por primera vez en la historia del hombre, se tienen problemas globales, que requieren la participación de todos los actores internacionales –en parte, esto es consecuencia de la globalización-, pero tenemos el obstáculo del interés nacional –que deviene en dominio geopolítico- que obstaculiza cualquier pretensión de avance.

Y por lo tanto, la realidad se troca en complejidad.

A nivel microsocial, se presentan complejidades importantes en términos laborales, sexuales, de género y de familia. En estas esferas se están presentando cambios vertiginosos que los estudiosos en la materia intentan explicar a través de sesudos análisis. Sin embargo, la explicación se acerca a

la frontera solamente, no alcanza a cubrir el corpus complexus del objeto de estudio.

En cierta forma, estamos ante el “mundo desbocado” de Anthony Giddens. Un mundo donde el ser humano no tiene el control de la historia ni mucho menos del futuro.

Los hilos que tejen la realidad social se tejen desde una multiplicidad de esferas. Y no tenemos control de ellas. Dice Giddens:

“Nunca seremos capaces de ser los amos de la historia, pero podemos y debemos encontrar maneras de controlar las riendas de nuestro mundo desbocado”.

Sin embargo, el obstáculo para este propósito es saber, precisamente, cuáles son “esas maneras”. Hasta el momento tenemos ciertas conjeturas, pero hasta ahí. Nuestra mirada tiene un alcance que nos permite vislumbrar solamente cierta luz en el túnel. La oscuridad que bordea nuestra mirada es una metáfora del nudo gordiano de estos tiempos.

No obstante, de algo de lo que sí debemos tener certeza es de lo siguiente: o desenredamos este nudo gordiano y tomamos las riendas de este mundo desbocado o el futuro de la especie humana estará cada vez en mayor riesgo por los problemas que esta misma genera.

Empero esta tarea nos implica como especie y aquí radica el obstáculo principal. El ser humano genera problemas globales, pero está determinado por una mirada que alcanza solamente la frontera de su entorno y la preservación únicamente de su individualidad.

Ante la magnitud de esta tarea, hasta la reinvención del individuo mismo debe de tener lugar.

Vaya problema en el que estamos metidos…

 

Para comentarios:

Correo: ala_en_vuelo@hotmail.com

Facebook: Fidel Ibarra López