SERVIDUMBRE (IN)VOLUNTARIA. 

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Elio Edgardo Millán Valdez.

 

Giovanni, Joan, Huas, Joanes, Chan, Chaun, Johan, Yuhanna, Hovhannes, Jan, Jen, Iván, Johano, Yann, Johano, Yann, Xoan, Johannes, Johnny, Janes corresponden al nombre de Juan en español, y todos ellos derivan del hebreo Johánnán, que quiere decir fiel a Dios. Seguramente la diáspora que conformó la primera mundialización de la humanidad le fue dando a Johánnán diversos matices y tonalidades en las variopintas lenguas que surgieron en aquel encierro/diáspora primordial.

Afirman los textos bíblicos que San Juan era el más querido de los apóstoles por Jesús El Cristo; pero ese cariño era igualmente correspondido por este insigne hijo de Zebedeo. Lo de Juan fue amor a primera vista: la voluntad de este santo patrón se encadenó al espíritu del Hijo de Dios. ¿Admiración? ¿Miedo? ¿Admiración y miedo? Tal vez la palabra exacta para estos hechizos sea fascinación. Qué sé yo, lo cierto es que…

Y uno se pregunta por qué San Juan, ay, siendo tan poderoso se entregó con todo y sus poderes a Jesús. Esta pregunta me remite a otra no menos inquietante: ¿Por qué muchas personas también se han pegado como lapa a otros y a otras hasta perderme en ese laberinto en el que ellos no son ellos, a pesar de ser ellos? Huelga decir que estos apegos han producido terribles sentimientos de ambivalencia: el disfrutar de la conversión y, al mismo tiempo, tiro por viaje, sentir una vergüenza que enrojece hasta generar un caudal de lágrimas negras y no pocos hipos e hipocondrías.

LOS HOMBRES CARISMÁTICOS Y SUS HOMBRE DE PAPEL.

Este goce/sufrimiento rebasa la idea que Paz expresó sobre el masoquismo. Este inmenso autor señaló que si alguien goza con el escarnio que se le hace a su cuerpo y a su espíritu, este sufrimiento de transforma en goce entonces no existe dolor o es un dolor gozoso. Esta afirmación, dicho sea con todo respeto, desoye que los individuos somos mucho más que dos. Y es justamente a partir de esta concepción se puede afirmar que cuando alguno de nuestros alter egos goza, el otro sufre y seguramente otro más, en algún meandro de nuestra subjetividad, se burla del que sufre y del que goza, porque está inmerso en un proceso ataraxia que ya lo ha alejado del mundanal ruido…

El amor, las adicciones, los dioses, los hombres providenciales, los santos y los héroes poseen un influjo tal que suelen convertir en proverbiales ‘estatuas de sal’ a los individuos que presumían una independencia a prueba de fuego. La alienación, dicho sea con todo cuidado, seguramente desfigura, más no anula, nuestra individualidad al sujetarse a algo o a alguien. Y digo que no la anula porque los otros que nos habitan por lo general suelen hacer coaliciones para resistir la sujeción total del sujeto, del cual a veces nos liberamos con un ´Perdónenme, por favor, no sabía lo que hacía…’

EL PODER PIRAMIDAL

Si bien es cierto que ocurren posesiones todos los días y todos los días vemos por doquier deambulando una especie de sonámbulos gloriando, por ejemplo, a su hombre providencial, no menos cierto es que podemos confundir este tipo de hechizos con con otro tipo de manifestaciones que imitan aquellos gestos a través de adhesiones y genuflexiones inimaginadas, cuyo fin expreso es evadir los diversos rasgos de autoritarismo de los hombres providenciales. Allá una caída en los meandros del fanatismo; acá a través de la simulación para evadir las trampas de la exclusión política que les tiende el poder como el panóptico de Bentham.

Tendrán que internalizar, ambos casos, hasta el fondo del alma un principio que esculpió en oro y mármol Antonio Plaza: “No te oirán si no te encorvas/ ya que ellos tienen, Andrés/ las orejas en los pies/ y el talento en las corvas”. Conocer las artes del sigilo, la “prudencia”, el aprender a callar, a obedecer, a arrodillarse, a adular, a mentir y hacerle sentir al jefe que es inteligente, audaz y poseedor del un futuro realmente resplandeciente es más que un arte… Y sobre todo aprender nuevas estratagemas para que el jefe les crea que son fieles a su causa hasta que la muerte los separe. Estos saberes sólo pueden alcanzarse ahí donde la dignidad retrocede para cederle el espacio a un catecismo en el que los principios constituyen solamente una nota de pie que deben olvidar los principiantes.

PSICOPATOLOGÍA DE LA SOBREVIVENCIA POLÍTICA.

En las actuales circunstancias, en efecto, los aprendices de la política tendrán que refinar los saberes que aprendieron en una larga carrera, no pocas veces ahogándose en el lodo de la doble moral, para crearle la certidumbre al jefazo de que su lealtad está a prueba de cualquier canto de sirenas, aunque el mandarín sospeche que tienen las maletas listas para emigrar a otras trincheras del qué hacer político. Seguramente muchos aprendices de brujo quedarán en el camino: unos porque les ganará la risa, a otros porque serán triturados por el pánico escénico, pero la vida seguirá, porque todo ha cambiado para que todo siga igual.

La actitud silente, comedida, lambiscona, indigna, desvergonzada ante el jefe que les da vida y dignidad republicana, anida en los subalternos un odio cerval, profundo, apenas contenido para evitar quedar fuera del presupuesto. Y como siempre ocurre, este odio suele desplazarse inconscientemente como forma de compensación en direcciones que no buscan vengarse de quién les hizo el agravio, sino quién se los pague: el rencor se transforma en agresividad contra la familia la familia y se troca en prepotencia contra los ciudadanos de a pie y, más aún, contra los más jodidos; un odio que se torna en desprecio a los amigos, a los parientes y, sobre todo, a los compañeros de trabajo; porque éstos, en el climax de la rabia y la impotencia, suelen convertirse en el espejo donde subalternos miran con horror las contrahechuras éticas que le desgarran el alma.