NUDOS QUE SE ANUDAN EN OTROS NUDOS…

0
43
10987489_10153104262845539_6654655747795824774_n.jpg

ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Sí, seguramente a usted también le ha pasado, pero quizá no se lo dice a sus familiares y amigos y menos aún a sus enemigos políticos. El contarlo nos da mucha vergüenza; inclusive hasta a los sinvergüenzas se las callan e inclusive los cínicos/cínicos se ruborizan cuando osan contar ese tipo de “debilidades “ humanas, demasiado humanas.

Y no crea que me refiero a esas cosas vergonzantes que usted seguramente está pensando: por ejemplo, cuando la naturaleza humana hace de las suyas y ns pone la bandera a toda asta en público de la gente, como decía un corrido, sin que nuestro pensamiento nada pueda hacer para controlar esa “contrahechura biológica”. Usted asegurará no ha cruzado ese pantano, pero está claro, aunque los niegue, que varias veces se ha ahogado de pena en él….

Mejor oigan lo que me pasó. A este suceso le he llamado provisionalmente pensamiento sin fin, pensamiento sin coherencia o pensamiento que va recogiendo recuerdos tal y como se van presentando y se van hilando en nudos que se anudan en otros nudos sin anudarse del todo. Pero para captar esta debilidad es necesario poner a tono tu “observador que todo quiere racionalizarlo” para que registre tu pensamiento sin pensamiento. ¿Me entendió, amable lector? Creo que no; bueno yo tampoco me entendí del todo.

 

MEJOR LE CUENTO LO QUE ME SUCEDIÓ.

En la mañana leí que se habían podrido las palmeras que con tanto candor defendí, tal vez no por apoyar a Felton en su afán de disfrazar al puerto, sino por contradecir a mis enemigos políticos, que nada les gusta y que todo les disgusta. Pero sin querer quererlo me sorprendí cantando “Y en tus ojazos se ven las palmeras borrachas de Sol”, una viejísima canción de Agustín Lara.

Y esta canción me llevó a otra canción que cantaba Mike Laure. Cuando estaba entonando esa rola de repente escuché en la radio que a un pescador lo había mordido un tiburón. Y me dije con cierto reproche: “Y todo por andar cantando rolas donde rondan tiburones. Y me sobresalté, de veras me estremecí, al pensar que este pobre pescador, como al presidente municipal de Choix, le había pasado lo que le había pasado por no traer una camioneta blindada.

Y después del sobresalto seguí cantando: Tiburón, tiburón/ tiburón a la vista, bañista….” Y de repente se me vino a la mollera que nos habían hecho el pelo con ochenta millones para construir el Tiburonario y que lo que había salido de esa acuosa construcción fue un ruinoso elefantario. Y se me empezó a subir el calor a la “choya”, porque además de jugarnos rudo con el tiburonario de marras, ahora quieren concesionar también Acuario y sus alrededores.

 

Y DE REPENTE ME QUEDÉ IDO COMO SI HUBIERAN HUIDO MIS RECUERDOS.

De veras, me quedé ido como si me hubiera pegado la “garrotera”. Me sacó de mi ensimismamiento el aullido de un perro foráneo, y me asaltó el recuerdo del Callejero de Alberto Cortez, que en un cuarteto dice más o menos así: “Era el callejero de las cosas bellas/ y se fue con ellas cuando se marchó/ se bebió de golpe todas las estrellas/ se quedó dormido y ya no despertó…

Y por cosas raras que tiene el pensamiento débil me acordé de Chuy Toño y López Obrador que, ante distintos lances no les ha favorecido la ley, ambos se declararon legítimos. Y ante esa aura de legitimidad me declaré, sin cavilarlo, espurio porque vivo dentro de la legalidad en un país donde la ley es la fachada que nos sirve para violarla. Y se me vino a la sesera que Peña Nieto en estos días y meses es todavía legal pero muy poco legítimo.

Después me perdí en lo disparatado de mis “asociaciones libres” y me puse a mirar con mucho detenimiento a una hormiga que iba y venía sin mayores pretensiones, y me dije que este

animalito, que no tiene pretensiones filosóficas, es capaz de predecir las lluvias mil veces mejor que los más sofisticados metereológicos. Hasta dónde pueden llegar nuestros pensamientos sin pensamiento. No somos nada… Y tal vez por eso mañana es el Informe de Mexicanos Primero, sección de quejas Sinaloa.