HERENCIA DE ESPAÑA EN AMERICA LATINA: UN SEMILLERO DE CAUDILLOS.

0
29

Elio Edgardo millán Valdez.

El caudillismo en América Latina (AL) es una combinación de factores históricos y contextuales que se fueron configurando a lo largo de la historia, pero en el centro de estos factores está la herencia Española que, como sabemos, este país además de darle la espalda a la Revolución Industrial Inglesa, estableció un sistema político jerárquico, el cual concentrató el poder antes, en y después,de los trecientos años de época colonial que impuso la Corona y la élite colonial que gonernaba en AL.

El origen de la palabra caudillo viene del diminutivo latino caput, que significa «cabeza», «cabecilla», y aunque no existe una definición actual única e incontrovertible, tanto en términos académicos como populares, la palabra evoca al hombre fuerte de la política, el más eminente de todos, situado por encima de las instituciones de la democracia formal cuando ellas son apenas embrionarias, raquíticas o en plena decadencia. Caudillismo e institución democrática son elementos situados en los extremos de una línea ascendente de la evolución política en donde el primero sería el «más primitivo» y el segundo el «más desarrollado».

El término «caudillo» es tan elástico a la hora de su uso, que se refiere a una cantidad de personalidades similares pero con grandes diferencias. En este sentido » los caudillos» han sido Villa y Zapata; Morazán y Sandino; Páez y Moreno; Santa Anna, Obregón y Díaz; De Rosas y Rodríguez de Francia; Perón y Vargas; Trujillo y Stroessner, y tantos otros que no escaparon al título. Baste decir que cuando nos referimos al caudillo, señalamos a quienes ejercen un liderazgo especial por sus condiciones personales; que surgen cuando la sociedad deja de tener confianza en las instituciones. La figura de los caudillos puebla la historia, la leyenda y el imaginario político latinoamericano.

El propósito de este trabajo es presentar elementos útiles para la explicación del fenómeno del caudillismo latinoamericano, tanto el viejo, pero sobre todo el moderno, atendiendo a sus especificidades en función de sus diferentes circunstancias históricas. Por su importancia, para los tiempos que vivimos, hemos dedicado la parte de los «nuevos aires» del caudillismo a la figura del presidente venezolano Hugo Chávez y todos los populistas que pueblan a nuestra américa, insertos en un ambiente muy distinto a la que vivieron sus antecesores, tanto en términos internos como internacionales.

 

EL CAUDILLO DE AYER Y DE HOY.

Entre los atributos comunes al caudillo antiguo y moderno está su cualidad carismática. Para Max Weber, carisma es «la insólita cualidad de una persona que muestra un poder sobrenatural, sobrehumano o al menos desacostumbrado, de modo que aparece como un ser providencial, ejemplar o fuera de lo común, por cuya razón agrupa a su alrededor discípulos o partidarios”.3 La atracción de Los caudillos no ha sido necesariamente gente con arreos ideológicos o grandes proyectos de cambio social; su temeridad guerrera, sus habilidades organizativas, sus limitados escrúpulos, su capacidad para tomar decisiones drásticas, los convierten en los hombres del momento. Un instinto de autodefensa social les hizo aceptables por cientos o miles de seguidores. Y finalmente, el acceso al poder los convirtió en dictadores, marcando la parte final del ciclo.

De acuerdo con K. H. Silvert, en Iberoamérica, el término caudillismo alude generalmente a cualquier régimen personalista y cuasimilitar, cuyos mecanismos partidistas, procedimientos administrativos y funciones legislativas están sometidos al control inmediato y directo de un líder carismático y a su cohorte de funcionarios mediadores.2 Desde su aparición ha sido capaz de permitirle a fuerzas ajenas o rebeldes al Estado apoderarse de todo el aparato político, que ha creado graves efectos de quebranto institucional institucionales a lo largo del tiempo…

 

EL VIEJO CAUDILLISMO Y EL CAUDILLISMO DEL SIGLO XXI.

¿Cuáles son las características vigentes del viejo caudillismo, para el siglo XX y el XXI? La pregunta no es tan sencilla de contestar. Las sociedades latinoamericanas decimonónicas difieren al paso del tiempo. A manera de ejemplo, la Argentina de Rosas abrumadoramente rural, que atraviesa por un difícil proceso de unificación política; la de Perón es la de la prosperidad agropecuaria, de las exportaciones y de la industrialización en ascenso. En dos épocas, Argentina es como si fuera dos países distintos. El caudillismo en este país, por lo tanto, tendrá sus diferencias según la época.

Una línea que distingue a los «viejos» y a los «nuevos» caudillos es su manera de ejercer el poder. Los caudillos decimonónicos tenían escasa o nula noción del significado de la legitimidad; de manera contraria a los del siglo XX y XXI, ya que muchos de estos accedieron al poder por medios democráticos e hicieron uso generoso de las políticas de masas y de los recursos estatales a favor de los «desposeídos» a fin de atraer, mantener y refrendar su apoyo, en lo que se ha llamado «populismo».

 

CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES

Estudiando el caso de la República Dominicana, Wiarda y Kryzanek construyen una lista útil, pero incompleta, con respecto a las características actuales del régimen de caudillos: El liderazgo del caudillo se caracteriza por un fuerte estilo personalista y de su manera correspondiente de relacionarse con la ciudadanía. Se configura como un hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. Habla con su público de manera constante, atiza sus pasiones, les «alumbra el camino» y lo hace sin limitaciones ni intermediarios. Se erige en intérprete de los intereses populares, y pretende encarnar el proverbio latino vox populi, vox dei.

La figura de los caudillos puebla la historia, la leyenda y el imaginario político latinoamericano. El siglo XIX es pródigo en este tipo de dirigentes: Antonio López de Santa Anna, José Manuel de Rosas, Francisco Solano López, José Gaspar Rodríguez de Francia… El siglo XX tiene también una galería nutrida de caudillos: Porfirio Díaz y Álvaro Obregón en México; José Domingo Perón, «El Conductor de Argentina»; Getúlio Vargas, fundador del Estado Novo en Brasil, y hasta Rafael Trujillo, «El Benefactor» de los dominicanos; y la lista no se agota . Por su parte el siglo XX y XXI cuenta con los hermanos Castro, Hugo Chávez y Et. Al. Cada uno de los caudillos tiene su propio estilo, y no todos deben ser medidos con el mismo rasero. Algunos han sido dictadores a secas, como Santa Anna y Díaz.

 

DEFINICIÓN DEL CAUDILLISMO.

Su propuesta básica es que las políticas autoritarias han dominado la historia latinoamericana porque ellos han sido en buena medida «legítimas»; en otras palabras, que segmentos políticamente relevantes en la sociedad latinoamericana han considerado a las estructuras autoritarias como legítimas; empero esta legitimidad no debe ser vista como absoluta o total, pero justifica el ejercicio del gobierno fuerte por su capacidad de acabar el faccionalismo, centralizar el poder, «repartir beneficios» e imponer la paz en el territorio. Solamente así se explica que caudillos nacionales, de corte autoritario, hayan logrado permanencias tan largas en el poder.

El caudillo, que en su momento podía gozar de una amplia legitimidad en los círculos políticamente poderosos, pasa a ser la cabeza de un aparato político y militar cuyo mejor argumento de defensa es la procuración de la paz y el progreso. Puesto que las experiencias latinoamericanas muestran que los caudillos–dictadores son echados por la fuerza, se abre un nuevo ciclo de desorden e inestabilidad. Los caudillos vienen –o atraen al ejército- generalmente del cuerpo militar y descansan principalmente en los militares para su apoyo y sostenimiento. Y a su vez, su permanencia en el poder depende en buena medida del control que ejercen sobre la institución armada.

 

EL PATERNALISMO Y EL CAUDILLISMO.

El caudillo gobierna de una manera paternalista y altamente centralizada. Refiriéndose a Perón, Cuevilla ve en el caudillo un modelo de actuación más que positivo. En un sentido yo usaría «caudillaje» para aplicarlo a ese régimen que consiste en la personificación o encarnación de la autoridad, donde el que gobierna actúa con una ascendencia carismática moral extraordinaria sobre su gente: les aconseja, guía, conduce paternalmente… El Caudillaje aparece como una institución social plena de contenido ético (control político y militar, la auténtica totalidad del poder, el liderazgo psíquico de los gobernados, el magnetismo moral de la personalidad del líder) que lo hace más adecuado para aquellos Estados cuya vida política es determinada por la integración de valores tradicionales individuales y colectivos.

Los caudillos tienden a permanecer en su puesto por un periodo extenso de tiempo (continuismo) En tanto que se tiende a despreciar el orden legal y mina, domina, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal, construye las condiciones necesarias para su perpetuación en el poder. La experiencia histórica señala que ningún caudillo permanece poco tiempo en su puesto, y que su salida siempre es forzosa. Los caudillos generalmente gobiernan de una manera autocrática, que con frecuencia implica la supresión de la oposición, la creación de partidos y movimientos oficiales y la supresión de otros

 

DEMOCRACIA Y CAUDILLISMO.

Los caudillos han evitado generalmente lo que los estadounidenses llamarían normas democráticas de gobierno; en su lugar, ellos tienden a erigir sistemas estatales orgánicos. Esta situación se da inicialmente con la intervención de los caudillos en las relaciones entre el capital y el trabajo. Por la importancia del sector obrero en las sociedades modernas, la necesidad de controlar a sus movimientos autónomos y aprovechar la energía en su favor, en varios países latinoamericanos se ha experimentado el corporativismo de manera más o menos seria y duradera.

Los caudillos generalmente desarrollan políticas públicas designadas para enriquecerse ellos y a su clientela, a preservar el status quo que ellos han establecido. Desde el vórtice del poder que ejercen, «hacen el bien» repartiendo de manera discrecional los recursos con los que cuentan. En primer lugar, a los que pertenecen al círculo de íntimos y favoritos que les rodean, y luego al «pueblo». Normalmente dirigen su ayuda a sectores determinados y la cobra en obediencia. Tal situación es posible porque usan de manera discrecional los fondos públicos. Para el caudillo populista todo gasto es inversión. El resultado a mediano y largo plazo es la descapitalización del país; inflación y cuentas difíciles de pagar a los acreedores externos e internos.

ESTE ESTE JUSTAMENTE EL CASO DE MÉXICO: EL PRESIDENCIALISMO Y EL LÓPEZOBRADORISMO, QUE PUEDEN COMPARARSE CON LOS GOBIERNOS POPULISTAS DE AMÉRICA LATINA.