Hay que saber cuánto cobran

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Ismael Estrella Guerrero

 A quién echarle la culpa.

Mientras las autoridades que regulan precios y se encargan de evitar su alteración no exijan a los establecimientos de comidas, llámense taqueros o marisqueros y demás, a poner tarifas de precios a la vista del público consumidor o no, todo seguirá igual y uno continuará con sus berrinchitos de colegial. “Pa´l” caso que nos hacen.

Pero primero tengo que peguntarme:

¿En Mazatlán existe tal autoridad? 

O cuándo menos: ¿Cuentan con inspectores o algo similar con los que pueda uno llegar a quejarse, aunque sea con un lastimero ¡ay!? Se oye medio, medio… no le hace.

Y es que llegar a comer a una marisquería, cenar en una taquería o algún sitio similar, es ir con los ojos vendados y con un buen fajo de billetes en la bolsa por no saber cuánto van a cobrar por el consumo. Peor aun cuando lleva a la prole.

Por vergüenza, costumbre, tradición, cultura o simplemente porque no se nos pega la regalada gana, cuando llegamos a comer a cualquier sitio de esos mencionados, no preguntamos cuánto cuesta cada cosa que vamos a engullir y a la hora buena, la del pago, entonces si se nos paran los pelos de la nuca al ver que la cuenta es mayor a lo que nos imaginamos al principio. Pero hay que reconocerlo, aunque sean más insalubres, preparados quién sabe con qué clase de higiene y todos los contras que usted quiera, es comida sabrosa, nos llena el paladar.

Y peor aún, no cuestionamos el cobro y pagamos haciendo un buchi de coraje nomás.

A mí no me dejan exigir cuentas, mis hijos me recriminan aduciendo que “están bien, para que alega”. Yo creo que les da vergüenza ajena el que me ponga a pelear por unos centavos más.

Desde luego que con ellos no me quedo callado y les advierto que estoy pagando por un servicio y por lo tanto puedo reclamar. Claro, dentro de los parámetros normales, sin llegar a la ofensa, porque entonces se acaba toda la ventaja que pudiera tener.

No sé si a usted le hayan tocado más de una vez este tipo de cosas que llamo abuso, aunque la verdad no sé si los que están al otro lado de la barra de servicio sean responsables o las autoridades que no les exigen o uno mismo, que como consumidor debe de pedir que cuando menos les pasen un menú con los costos o que tengan a la vista aunque sea una cartulina en la que especifiquen los valores de cada cosa, como en los restaurantes establecidos, pues. Ahí ya sabe a qué le tira. Nos dan cierta ventaja de salir corriendo horrorizados y sacando cuentas mentales del gasto.

Por decirle algo, en estos últimos sitios le cuadruplican, sin exagerar, el costo de cada producto que venden. Es fácil de comprobar este dato; vaya a comer o cenar a tales sitios, cheque los precios en la carta y después échese una vuelta al súper y coteje. Y todavía se la pasan diciendo que siempre les va mal.

Óigame, me dirá, pero ellos tienen que hacer muchos gastos, para eso hacen negocio.

Y le diré: Si no estoy en contra de lo que hacen, al contrario, ¡qué bueno! Porque entre otras cosas  crean empleo, pagan impuestos y demás, pero de una manera u otra tengo que decir lo caro que está todo y los sinsabores que pasamos para poder disfrutar posiblemente una vez al mes para dejar ahí la mitad de la quincena de lo que gana mi hijo, como él mismo lo dice.

Y que me cuenta de los o prestadores de servicios públicos como pulmoneros, aurigueros, taxistas y demás.

“De a como es el sapo es la pedrada”, dice el viejo refrán que puedo aplicar.

Desde que me robaron mi coche “un último modelo de la década de los 90” me dio por andar en bicicleta- apenas así hago ejercicio- y cuando el apuro me gana o “me desvelo” tomo pulmonía, de preferencia, porque no me gusta meterme a un taxi, por aquello de la claustrofobia y mi hipocondría. Dependiendo de la hora y la temporada que sea, es el cobro.

Ya estamos a una semana de iniciar periodo vacacional y la dejada más corta es de 40 pesos; si es de noche y de acuerdo al estado “happy” en que se encuentre puede subir a 50.

Espere esos días que faltan y ya verá a cuánto ascenderán los cobros. Cuáles 40 pesos, pues y conste no es vaticinio, sencillamente habla la voz de la experiencia.

Digo, al final de cuentas ellos no tienen la culpa por que uno le pide el servicio, y mientras no preguntemos cuánto cuesta cada cosa si no aparece a la vista, entonces, ¿a quién responsabilizaremos?

¿Pero, saben qué?

Seguiré el consejo de poner un establecimiento con venta de tacos y mariscos.

Total ¿qué puede pasar?

Qué bueno que nuestras autoridades están al pendiente de todos estos desaguisados, ¡que si no!

Cuando menos los de la Profeco han arremetido duro y macizo en contra de los que abusan en las tarifas por cuarto de hotel y otros; nunca habíamos visto que actuarán de esa forma. Quizá sirva como un freno para evitar los abusos en la temporada que se avecina.

 

Escríbanos, si quiere: ismael.estrella@live.com.mx