¡!ESTO ES UN HORMIGUERO!! SANTO, MAZATLAN.

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¡!ESTO ES UN HORMIGUERO!! SANTO, MAZATLAN.
Alfredo Ramírez O.
Después de la visita y la comilona de rigor, del encuentro con aquellos a quienes vemos, cuando mucho, tres veces al año; en la casona familiar; decidimos ir a hacer la digestión, todos juntos.
Son las 18 horas, por la Rotarismo el ir y venir de personas es mareante. Para cruzar al Malecón, ahí en Avenida del Mar, hay que tener paciencia. El elemento de tránsito se aprecia engentado. Ya en Malecón, no deja de causar risa la espontanea expresión: “!la playa es un hormiguero!”.
Así es, a lo largo y ancho se aprecia una muchedumbre y un espectáculo multicolor de parasoles. La playa invadida. Las aceras también.
La gente, sin importar las edades, ha tomado posesión de los espacios, sin embargo, abundan los cuerpos jóvenes sudorosos y bronceados a pesar de que la tarde esta nublosa.
Hacia una u otra parte, la vista se deleita. Hay para todos los gustos. El caminar es lento. Frente al Seguro Social Viejo, sobre de la playa, a un costado del Monumento al Pescador, lleno de improvisados amantes de la natación en corto; el templete de La Mejor irradia con su alegría musical, en un engendro difícil de definir: Banda sinaloense son guitarra eléctrica y batería y acordeón norteño.
Eso vale madres. ¡Que original mi compa!. Ábrete el Misil!. Aquí no manda la represión precautoria.
El zancudo, como se llama al helicóptero de la Ministerial que irrumpe en el cielo a baja altura, llama la atención y es victima de las c’amaras de bolsillo.
Esta abarrotado todo. Solamente la fuente recreativa de lo que fue el pollo Loco esta desolada por que a alguien se le ocurrió no encender las aguas de la misma; sin embargo la Martiniano Carvajal se desborda. Hay torneo de basquetbol, a diez pesos la entrada.
El Muchacho Alegre desborda su alegría con el sonido de banda, filas de personas esperando entrada, y, a un costado de lo que antes fue la populosa Perla, un grupo de personas se deleita observando el arte de un escultor de arena: Ha creado una dama desnuda de ubérrimo tetamen mirando al cielo, en tanto termina los detalles de una figura femenina nalgas al aire; el letrero dice: “Una propina para los que no le hicieron caso a su mam¿a y siguen jugando con tierra”.
Abundan las familias, ¡muchas familias! De hasta tres o cuatro generaciones. Las hieleras, las comidas, las botanas y la alegría. Entre tal voragimen, resaltan los pocos personajes que en solitario descansan en el malecón bebiendo su cerveza.
Al frente los vetustos edificios rebosan de gente. ¡Hay gente pescando en Ciencias de Mar!, esto a pesar de que la marea es baja.
A plena luz del tarde, hay unos meones. Ojala y no les caigan los guardianes del buen bando.
En Los Pinitos, se encuentra la base de operaciones de cuerpos de auxilio con la unidad de la PGJE, una unidad de Bomberos y ambulancia. Lleno de familias.
¿Quién se atreve a refutar que Mazatlán no es destino de playa familiar?, como hartamente se presume.
Sobre la baranda de concreto una pareja ha caído abatida por el cansancio y ronca deleitosamente, ante la indiferencia de sus vecinos de espacio.
Antes de llegar a Zaragoza y Claussen los vehículos deben de desviar su trayectoria hacia el retorno o la calle lateral del Cobaes 037.
Al Bandodrómo se entra tranquilamente, la revisión no es exhaustiva, quizá por la hora. En el Monumento a la Vida, un par de zagalas de cuerpo exquisito se bañan ante el deleite de los acompañantes y los mirones como nosotros.
Los baños, del costado, ¡milagro! Funcionan a la sazón de cinco pesos.
La gente transita tranquila y gustosa por la calle, ya que en la banqueta de la Glorieta Sánchez Taboada el paso es penoso, por la nefasta gavilla de vendedores ambulantes solapados por la Profepa o Semarnat, o sepa asquerosa autoridad tal. Están amparados por un juez.
Tacos, salchitacos, y chatarra diversa es expendida para el deleite de los amantes de la comida chatarra.
Payasitos simpatiquitos y uno que otro de humor aberrante, hacen las delicias de los evasantes.
Muchos chiquillos se divierten en las bicicletas, triciclos y patinetas de renta. Las bicicletas están a setenta pesos la hora.
El paseo sigue siendo tranquilo. En la Cueva del Diablo, un gendarme celoso reprime los ímpetus curiosos de quienes se acercan a pretender cruzar la reja.
Los restaurantes están llenos. Hay policías sentados fumando, uno disimula su bote. Hay paseantes con perros o hay perros con paseantes.
En los templetes empiezan a calibrar los sonidos, a modular los volúmenes.
Es cuestión de minutos para que este transito tranquilo se convierta en un pandemónium. Y esto, también se convierta en un …hormiguero!.