EN LA GRILLA

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*Angélica Rivera: la batalla por el crédito

*La desigualdad, el gran tema pendiente

*Liparoli, una defensa a través del ataque

 

FRANCISCO CHIQUETE

 

Todo mundo habló del asunto: la declaración pública de la señora Angélica Rivera sobre sus bienes, especialmente en lo que se refiere a la famosísima Casa Blanca, que ha generado una crisis terrible de credibilidad para el presidente Enrique Peña Nieto y por supuesto, para el gobierno que él encabeza.

Se trata de un video que seguramente va a ser muy polémico. Ya desde ayer en las redes sociales abundan los memes, esas expresiones caricaturescas, irónicas y a veces iracundas, con las que se manejan los temas más fuertes. La más importante fue seguramente la foto (selfie) que Ellen Degeneres y un nutrido grupo de estrellas de Hollywood se tomaron en la ceremonia de los óscares, con la expresión “nos vamos a Televisa.

Se trata de evidenciar los altos ingresos manifestados por la primera dama gracias a su trabajo como actriz de Televisa: millones y más millones, contratos ventajosísimos que le permiten recibir liquidaciones con pagos en especie, como la residencia que habitó durante años antes de ser primera dama del Estado de México.

Seguramente la señora Rivera de Peña Nieto no convenció a los que ya están en la línea de rechazar toda versión oficial; seguramente que todos los que profesan la fe priísta asumieron la explicación como cierta sin analizarla mínimamente; y también que hubo gente que considera normal que una actriz del nivel que ella alcanzó en su empresa, ganara el dinero que dijo haber obtenido.

Más allá de los acuerdos y discrepancias, este capítulo viene a mostrar el más grave problema que vive nuestro país: la profunda desigualdad que tiene en la pobreza a más de cincuenta millones de personas y ofrece a unos cuantos la oportunidad de ganar cantidades que para la mayoría de la población son enunciados irracionales, con los que nadie se atreve a soñar.

Si una actriz exitosa como en su tiempo fue Angélica Rivera gana suficiente como para comprarse el palacio que en realidad es la Casa Blanca, también hay deportistas que ganan aquí como si fuesen figuras de talla mundial. Hay muchos cracks del futbol mexicano que pudieron haber brincado el chaco e ir a Europa, pero no lo hicieron porque aquí ganaban más dinero del que allá les ofrecían.

Por supuesto, a nadie le puede ser ajena la existencia de personajes multimillonarios que escalaron posiciones de ese absurdo ranking internacional que nos dice quiénes son los ricos más ricos del mundo, encabezados por cierto por el mexicano Carlos Slim, en cerrada y alternada competencia con Bill Gates, el creador de Microsoft.

En contraparte está la gran base de cincuenta y seis millones de personas que se encuentran en pobreza extrema, es decir, en nivel de sobrevivencia. Este desequilibrio es el que ha llevado a que prendan movilizaciones políticas como las que se instrumentan a partir de desgracias como las de Ayotzinapa, o de temas catalizadores como el de la residencia de la primera dama, que es deveras indignante, pero que en realidad no difiere mucho de las grandes mansiones que existen en los lugares selectos de la capital del país y de las principales ciudades de cada estado.

Lástima que quienes ahora se defienden de la indignación generalizada (auténtica e inducida), no consideren esta circunstancia a la hora de tomar decisiones, de elaborar políticas públicas, de orientar el manejo de la economía.

Recientemente asistimos a una polémica de interés más electorero que social, sobre el salario mínimo. Desconsoladoramente, la decisión final fue que “no se puede aumentarlo por decreto porque deformaría a la economía nacional y generaría una espiral inflacionaria”. Que la gente se siga muriendo de hambre, mientras no afecte las proyecciones, cuadritos y demás esquemas de los conductores de la economía.

¿SERÁ AMIGO EL FUEGO

AMIGO? ¡A PEGARLE!

Al calor de las campañas electorales aparecen muchos medios que transcurrido el periodo desaparecen, aunque hay una parte importante se queda y cumple con las labores que se autoasignan. Las hay que tienen un legítimo interés y trabajan con todas las de la ley para llevar información a su segmento de mercado.

Ayer apareció una revista que en el nombre lleva la fama: “A pegarle”, se llama, y a lo que te truje chencha, le pegan al alcalde Carlos Felton González con mucho tino, incluso puede decirse que con profesionalismo, pues le hacen cuestionamientos basados en ofrecimientos y compromisos del propio presidente municipal.

No he visto un ejemplar de la revista, pro ya en Facebook y hasta en anuncios espectaculares se puede advertir una especie de portada en que se acusa: “Felton ni oye, ni ve ni siente”. Se abordan además dos temas en la página de FB: el gran gasto en la colocación de palmeras sobre el malecón, y el incumplimiento en el rescate de la Alberca Olivera, ofrecido dentro del programa de cien días, hace poco menos de trescientos.

En este último caso parece haber tenido su primer triunfo, pues el director de Obras Públicas Municipales, Sergio Wong Ramos, acaba de anunciar que los trabajos de la alberca ya se licitaron y la empresa está por iniciar.

Todo esto parecería normal, pues a Felton prácticamente todo mundo le critica incumplimientos, retrasos, falta de resultados y otros temas. Pero el caso tiene una connotación especial: casi inmediatamente después de su aparición, las expresiones agrupadas en “A pegarle” fueron atribuidas a personas cercanas al exalcalde Alejandro Higuera Osuna, en una expresión más de las intermitentes jornadas de fuego amigo.

En realidad no hay elementos concretos, específicos, para decir que se trata específicamente de Alejandro Higuera Osuna, pero en efecto, todo el entorno higuerista aparece, alimentando las murmuraciones en ese sentido.

Se vienen los días fuertes en los jaloneos internos de los partidos políticos y por supuesto, del Partido Acción Nacional, donde las malas relaciones entre Felton e Higuera han sido evidentes, por más que en algunos momentos lo nieguen unos y otros.

RESPUESTA, Y RABIOSA

Ayer anduvo por los rumbos de Mazatlán el subsecretario Jesús Antonio Marcial Liparoli, quien encabezó un acto de firma de convenio para modernizar el servicio que presta la organización transportista Águilas del Pacífico.

Puede ser una de las últimas giras que realice en su calidad de subsecretario de gobierno, o en su doble condición de subsecretario y aspirante a una candidatura del PRI a diputado federal. Esto, porque el gobernador Mario López Valdez dijo que a su regreso de la Ciudad de México daría un jalón de orejas a los funcionarios acelerados, pues no se puede tener un proyecto electoral y permanecer dentro de la administración, generándole ruido al gobierno.

Liparoli dijo aquí que en realidad el asunto de los espectaculares en que supuestamente promocionaba la donación de órganos, fue un asunto de buena fe, que fracasó porque cada vez que él sale a hacer algo lo acusan de andar en campaña, cuando él, sostiene, no anda en campaña.

Jamás admitió haber usado sin permiso el logotipo de la Fundación Ale, esa sí promotora de la donación de órganos, ni mucho menos explicó cómo un propósito tan altruista se centra en una foto del personaje, su nombre y lo que podría haber sido su slogan de campaña.

Simultáneamente, en las redes, aparecieron defensores de la posición de Loparoli, que como su defendido no asumen límites para descalificar a los que consideran sus enemigos. Uno se queja de que cada vez que aparece un aspirante de Ahome, de cualquier partido, se le viene el mundo encima, y otro busca acabarse a Juan Carlos Castro, el presidente ejecutivo de Fundación Ale que demandó el retiro del logotipo y marcó su diferencia con las acciones y por ende, propósitos de Liparoli al lanzar unaintensa campaña de imagen con ese propósito.

Hay políticos que meten la pata y en lugar de dar marcha atrás, insisten en su batidero. Y sus amigos, colaboradores, subalternos o “simpatizantes”, le ayudan.