EL HORROR EN EL ESTADO DE GUERRERO.

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

En la noche del 26 de septiembre pasado, en Iguala Guerrero, narcotraficantes y sus policías cómplices dispararon contra los tres autobuses que habían sido secuestrados por los estudiantes se turno repentino de la Escuela Normal de Ayotzinapa y después hcieron lo mismo con otro autobús en el que viajaban los jóvenes jugadores del equipo de futbol Avispones de Chilpancingo que regresaban a la capital de Guerrero, después de haber jugado ese día contra el equipo de Iguala. Cuando finalizaron los disparos había unos 20 heridos y seis muertos (tres normalistas, un futbolista de 15 años de edad, el conductor del autobús de los Avispones, y una mujer que iba en un taxi.

Con ser esto una tragedia que solamente en una guerra puede ocurrir, lamentablemente esto ni fue lo peor: desaparecieron 43normalistas, según las apreciaciones que hicieron en aquella tierra las diversas autoridades, las organizaciones no gubernamentales y los líderes de los estudiantes. Hoy aparecieron 28 cadáveres impresentables en varias fosas: algunos mutilados, seguramente con el trabajo “quirúrgico” una sierra y otros quemados a “fuego lento” con gasolina o diesel. Los cuerpos lucían irreconocibles, circunstancia que ha permitido a las irresponsables autoridades estatales darse un respiro: han dicho que para conocer la identidad de esos cadáveres requieren hacer pruebas genéticas, y eso llevaría por lo menos dos meses.

DOLOR Y LA INCETIDUMBRE.

Del 26 de septiembre hasta este 6 de octubre pasaron once días que los familiares de los normalistas desparecidos, con el corazón en vilo y anegados de lágrimas, buscaron a sus consanguíneos por cielo, mar y tierra. Preguntaron a las autoridades omisas, ahora muchos de ellos en prófugos, y “nada” les pudieron decir porque todo lo sabían, pues son secuaces de los narcotraficantes que asolan a todo el estado. Y cuando parecía que caminaban en círculos, exigieron junto con la sociedad y los estudiantes, que la PGR de Murillo Karam no se hiciera como si le hablará la virgen, y atrajera el caso a las instancias federales. Pero esta exigencia que ha involucrado a las fuerzas federales, hoy producirá en los diarios nacionales aparecerá una trágica noticia a ocho columnas.

En efecto, con la llegada de las fuerzas federales se logró en principio un primer hallazgo: 28 cuerpos mutilados y/o calcinados. Sus padres saben que esos cuerpos son los de sus hijos, pero a se aferran a que esos cadáveres no sean los de ellos; no obstante, allá en el fondo de su alma, saben que son los suyos, por ello no es casual que al conocer esta fatídica noticia, muchas madres se desmayaron y otras no han cesado de llorar todo el día. Y ese dolor no es un signo de flaqueza; es un acto de amor, porque todo padre bien nacido prefiere morir en lugar de sus hijos. Por eso hoy los padres han muerto un poco, y madres mayores sólo vivirán para llorar a sus hijos asesinados.

EL DERECHO AL ESTADO DE DERECHO.

Es increíble que el presidente Peña Nieto, con un pase de torero le haya exigido al gobernador de ese Estado, Ángel Aguirre Rivero, que le haga frente a la catástrofe que ha colmado la estela de crímenes que ocurren cotidianamente en la tierra de Galeana, a sabiendas, primero, que es también su obligación y, segundo, porque sabe perfectamente que las autoridades del estado

cohabitan con los narcotraficantes y sirven indistintamente a diferentes cárteles por miedo, corrupción y simplemente porque no tienen medios ni las ganas para enfrentarlos. Este flagelo es producto de los hierros políticos de las autoridades de todos los niveles, por eso no se vale que empiecen a tirarse esa bola caliente unas autoridades a otras.

Pero si no se vale que acusen de caballazos cuando traen los cuartos ensangrentados, menos aún es válido que los dirigentes de los partidos quieran desresponsabilizar a sus díscolos militantes convertidos en autoridades, a sabiendas que son secuaces de la mafia. Por ejemplo, el todavía líder del sol azteca, Jesús Zambrano, respaldó al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, al afirmar: “Está claro que ahí directamente el gobernador no tienen responsabilidad, y por lo tanto no nos parece a nosotros que (…) la cabeza del Gobernador deba rodar” (la Silla Rota. 4/10/201) Y menos aún se vale que los guerrilleros del ERPI, para culpar a lo que llaman el “Estado” desaparezcan al narco, porque seguramente cohabitan con él en el monte.

 

Por esta masacre y por todas las que han ocurrido, habrá que gritarles como lo hizo Alejandro Martí un día de hastío: ¡Si no pueden renuncien¡