¡Con la Ley hemos topado,..!

0
29
rector1.jpg

Carlos Calderón Viedas

Por fin se dio por concluido el largo litigio que había entre la Administración de la Universidad Autónoma de Sinaloa y 380 quejosos de la Asociación de Jubilados A.C., con motivo de los descuentos a sus pensiones para ser depositados en un fideicomiso pro jubilación.

El conflicto inició en el periodo rectoral de Melesio Cuén Ojeda, quien sin reparo legal pero contando con la complicidad del entonces secretario general del Suntuas, Rodrigo Lucas Lizárraga, procedió a incluir a los trabajadores jubilados en el personal laboral sujeto a los descuentos referidos. Un primer grupo de jubilados presentó una demanda para revocar el ilegal acuerdo entre autoridades y sindicato universitarios. Una tras otra de las instancias jurídicas que conocieron el caso, fallaron a favor de los demandantes, pero la parte patronal se resistía a acatar las sentencias. El diferendo llegó a la Suprema Corte de Justicia, cuyo resolutivo inatacable puso las cosas y a las personas en su lugar.

Las autoridades de la UAS aceptan el fallo, según lo han dicho a los medios. Los demandantes, sin embargo, continuarán atentos al caso porque saben por experiencia el modo retorcido con el que los asesores jurídicos de la UAS interpretan las leyes.

Otros cientos de expedientes sobre la misma materia se encuentran en litigio y esperan resultados similares y más expeditos, aun si los abogados de la Universidad decidieran seguir utilizando el depurado arte huisachero que tantas luces y prestigio les ha dado.

Entre las declaraciones del rector Guerra Liera sobre el asunto, hay una que me parece importante, la realización de un nuevo estudio actuarial. Un fideicomiso de pensiones podrá crecer sanamente, sólo si cuenta con una columna vertebral fuerte. Los resultados actuariales son el eje toral de esa fortaleza. Es simple, tanto se necesita para determinado lapso, tanto hay que aportar. Si necesitas mucho, aportas mucho, lo contrario también se cumple. Es un error considerar que el par costo-beneficio puede separarse: Quiero esto y pongo esto, No, Si quieres esto, tendrás que poner esto.

Demos por hecho que no se volverá a cometer este error elemental, aunque lo dudo, es probable que los resultados del estudio arrojen lo que desde hace varios años se sabe. Únicamente con las aportaciones de los universitarios será prácticamente imposible fondear el ahorro requerido para mantener la jubilación dinámica, tal como está ahora. El estudio actuarial puede demostrarlo, no sólo calcular cuánto cuesta, sino cómo hacerle para cubrir el déficit.

Si el nuevo estudio actuarial se realiza neutralmente desde el punto de vista científico y técnico, pero se manipula políticamente como lo hizo Melesio Cuén, no se podrá resolver el problema. Por cierto, faltan a la verdad quienes pretenden atribuir a los jubilados la responsabilidad de la crisis de pasivos de la Universidad. Si el dinero que se pagará a quienes

ganaron la demanda proviene del fideicomiso, pues será entregado a sus legítimos dueños. Claro que la exacción repercutirá en la reserva y hará más difícil que dicha entidad financiera obtenga los suficientes fondos para emplearlos en los fines con los que fue creada, pero la debilidad del fideicomiso no radica en la obligación judicial de regresar dinero a un sector de aportantes, sino en la desobligación irresponsable de los gobiernos estatal y federal con este problema.

La sentencia de la Suprema Corte abre una ventana de oportunidad para revisar lo que hasta ahora se ha hecho con las prestaciones laborales de los trabajadores de la UAS. Particularmente, desde luego, con la jubilación dinámica. La reconstitución del fideicomiso debe ser uno de los temas ingentes de la agenda universitaria. Este ejercicio amerita una amplia discusión entre todos los actores involucrados de dentro y fuera de la casa rosalina. Se dice fácil pero no es sencillo lograrla en una institución en donde la confrontación y el libre debate de las ideas son prácticas en desuso.

Por más de una década han sido el temor, la displicencia, el gremialismo material, el utilitarismo académico y el oportunismo político, lo que ha pautado las conductas de la mayoría de los trabajadores. Este nuevo orden universitario es producto de una suerte de implosión sorda y sofocada que está corroyendo lenta pero constantemente las fibras sensibles del alma mater, hasta dejarla vacía de sentido y de espíritu.