CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO, AMIGO SANCHO.

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A la diputada Sandra Lara

De repente los infiernos del siglo XIX vuelven por sus fueros en este siglo XXI: La iglesia en estos días nos reclama que, si bien ya no es la dueña de vidas y haciendas, sigue teniendo el monopolio “legítimo” del espíritu de los sinaloenses. Y lo cree así porque no deja pontificar barbaridades. Pero además a nuestros cultísimos políticos, y sólo diputados, prefieren hacer de tripas corazón ante sus denuestos, que perder el voto de la iglesia, que en mucho se parece al añejo voto verde

UNA HISTORIA CON SABOR A PREHISTORIA.

La Biblia, en Génesis 1:27, enseña que Dios creó al ser humano como «macho y hembra», no homosexual o lesbiana. La Biblia proclama la unión matrimonial entre hombre y mujer «en una sola carne» (Gn 2:24) y abierta a la vida (Gn 1:28). El homosexualismo no lleva a cabo ninguno de los valores inherentes a la sexualidad humana, que son la unión heterosexual y la procreación. A la luz de esta visión la iglesia condena las prácticas homosexuales, como un pecado grave. En levítico se dice al respecto: «No te echarás con varón como con mujer, es abominación» (Lv 18:22). La Biblia es santamente homofóbica, pero no sólo la Biblia…

IDEAS Y CREENCIAS.

También innumerables “laicos” religiosos, no pocos de ellos con fructuosas carreras universitarias, son prisioneros de estos prejuicios: investidos por una doble moral que, por lo general se pitorrean de los homosexuales. esconden a su parentela gay en el closet de la ignominia, con un dejo de desprecio y vergüenza que los retrata como verdaderos patanes. Por cierto, no pocos padres de familia de esta extirpe suelen educar laicamente a sus hijos con una verba infumable: Hijo, te perdonaré que me salgas ladrón y hasta asesino, pero no marica; te juro que voy a matarte si me sales joto, hijuelachingada. Todos ellos suelen brillar por sus ideas, pero sus creencias devoran sus discursos ilustrados de café sin cafeína.

José Ortega y Gasset pinta de cuerpo entero la ambivalencia de nuestra ilustración criolla:“El continente de nuestras vidas no son las ideas que tenemos, sino las ideas que nos poseen, las creencias, (…) de las cuales no solemos tener conciencia, porque no las pensamos, sino que actúan de manera latente. Las ideas, en cambio, son aquellas que producimos, discutimos, que sostenemos, que propagamos, que combatimos por ellas y

hasta podemos morir por ellas, pero lo que no podemos es vivir de ellas…” Si bien el pensamiento moderno ha reconocido las diferencias que nos constituyen como seres humanos, estas ideas se encuentran recubiertas por un denso reservorio de nuestras creencias cristianas que nos piensan sin pensarlas…

DE VUELTA A LA IGLESIA.

Las Iglesias, y sobre todo los curas reaccionarios, quedaron estacionados en una época en que el mundo fue configurado por el maniqueísmo, que pinta el mundo a través de pares irreductibles: bueno/malo, alto/bajo, hombre/mujer… Esta concepción simplista carecía y carece todavía de matices, porque en ella o se es lo uno o se es lo otro, pero jamás se es lo uno y lo otro. Pero junto a esta reducción, posee otra no menos lamentable: concibe la sexualidad como un aspecto de simple procreación, cuando la sexualidad humana ha trascendido a la animal, porque enlaza, a veces asincrónicamente, el sexo, el erotismo y el amor; procesos por cierto trascienden las tradicionales relaciones hombre/mujer para desplegarse, con todo derecho, entre personas del mismo sexo. Véase Llama Doble de Octavio Paz.

A la iglesia no tiene autorizacíon para hablar de este tema y menos su burocracia que es legión, a pontificar sobre la sexualidad: ¿qué saben de este don tan nuestro quienes han renunciado públicamente a este prodigio a través del celibato; y digo públicamente porque en lo oscurito, por aquello de que agua que no corre tiene resumidero, muchos curas se enamoran, sino preguntémosle a mi generalísimo Morelos que, aparte de sus Sentimientos de la Nación, tenía también sentimientos carnales, como cualquier gañan en edad de merecer…

SUMAS Y RESTAS

Questo, quelotro. Un buen día, y qué día, con el horror de la iglesia y las pataletas de la ultraderecha, la Suprema Corte de Justicia la nación (SCJN) aprobó la validez de los matrimonios gay, como antes los había hecho en el DF. Además a estas parejas les otorgó derechos de todos conocidos, y entre lo más polémicos el derecho de adopción de niños. Felicito A la SCJN por haber entendido que “todos somos iguales ante a los ojos de Dios”. La felicito porque ha comprendido que la diversidad ha llegado para quedarse, para que ya no haya unos mexicanos más iguales que otros, como dijera Orwell en su día.

Digamos finalmente que SCJN al recocer los matrimonios gay ayuda más que mil sermones para alcanzar el trasmundo, porque esa resolución de la Corte hacen visible y sujeta a derecho a una minoría que históricamente excluida y, con el tiempo, seguramente las familias extendidas de las que son parte, aceptarán a sus miembros homosexuales como

seres absolutamente normales, porque harán extraño lo “familiar” y harán familiar lo “extraño”.