Así nació el cubrebocas

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Se creó en el siglo XIX para que los cirujanos no infectaran con su saliva a los pacientes que operaban. Hoy en día son comunes entre la población mundial y tal vez nos acompañarán por varios meses más ante la presencia del virus SARS-COV2. Aquí una brevísima historia.

Imaginemos que es 1890 y una pareja toma café. Él se llama Karl Wilhem Flügge, es higienista alemán y cuenta su más reciente descubrimiento “¿sabías que cuando tosemos, estornudamos o hablamos esparcimos gotitas de saliva por el aire?”

“¿Ah sí?”, responde ella con media mordida de sándwich en la boca y por ende escupe sobre la mesa, sobre el café y sobre Wilhem Flügge, “no sabía”, agrega y le da un sorbo a su café.

La historia es inventada, pero las cosas ciertas del asunto las dijo el Dr. Guillermo

Murillo-Godínez en su breve artículo Las gotitas de Flügge:

1) Las gotas alcanzan una distancia de un metro, aun si se habla en voz baja. 2) Se quedan en el aire durante media hora y después se establecen en superficies. 3) Miden hasta diez micras. O sea, diez millonésimas partes de un metro, (Brian Ley demostró en 1999 con su estudio Diameter of a Human Hair que un cabello humano, por más delgado que sea, no es menor a 17 micras). 4) Son portadoras de bacterias y virus.

Por este último punto fue que en 1897 se abogó por el uso de cubrebocas en cirugía y así proteger a la gente de morir por infecciones tras operarse.

Taparse la boca para salvar vidas

Vino la asepsia, que en pocas palabras es operar en condiciones estériles: con bata, guantes y cubrebocas. El primero en apuntarse fue el cirujano francés Paul Berger, quien según el artículo Some landmarks in surgical technique, por H. C. Lowry, publicó un paper que va así:

“Por años he estado preocupado porque las gotas proyectadas de la boca del cirujano y de sus asistentes hagan brotar infecciones en pacientes, las mismas que siguen ocurriendo a pesar de las condiciones estériles del quirófano”.

¿La boca de un cirujano una fuente de enfermedades? Ridículo. “Yo nunca he usado una máscara y ciertamente nunca lo haré”, contestó a la propuesta Monsieur Terrier, según el texto Pestilentia in nummis del doctor Ludwing Pfeiffer.

Poco importó porque Paul juntó seis capas de gasa rectangular y las amarró a su cabeza y a su bata, incluso su barba ayudaba a sostener el invento, de acuerdo con el no. 4017 de la revista British Medical Journal de 1938.

Hubo otros que fluyeron con la idea, el cirujano polaco Johann von Mikulicz-Radecki, por ejemplo, quien venía sospechando lo mismo de la saliva y en ese mismo año, 1897, usó un cubrebocas de una sola capa de gasa al operar para comprobar que las infecciones reducirían.

W. Huebner reemplazó en 1898 ese tapabocas por uno de dos capas y recomendó usarlo a cierta distancia de la nariz para no humedecerlo y estropearlo.

Siete años después fue el turno de Alice Hamilton, médica e investigadora estadounidense para asegurar que la fiebre escarlata (causante de sarpullido, fiebre y dolor de garganta) se transmitía por gotitas e impulsó a las enfermeras a colocarse el tapabocas sobre la nariz también para evitar contagios al tratar pacientes en 1905.

Para 1918 se reportó que el cubrebocas redujo complicaciones por difteria (infección bacteriana igualmente propagada por gotitas) en pacientes operados. En este punto otra recomendación era esterilizar los cubre tras su uso y reemplazarlos con uno seco cuando se mojaran en cirugía.

Ese mismo año se creó el de tres a cuatro capas de gasa, de más o menos 12×17 centímetros y se ocupó para atender pacientes con enfermedades contagiosas en hospitales militares.

Luego se probó la eficacia de tres tipos de tapabocas: uno de gasa gruesa, uno de gasa mediana y uno de muselina, todos de 15×20 centímetros y con dobladillo. Se descubrió que la gasa fina era la más eficiente.

Un año más tarde se recomendó usar un cubrebocas de malla con 44×40 hilos por pulgada.

Dato curioso: siete años después, en 1926, se hizo obligatorio el uso del cubrebocas en quirófanos de todo el mundo, pero el doctor Luis del Río Diez mencionó en su artículo “Uso sistemático del barbijo quirúrgico” (como se le conoce en Argentina), que al buscar la cita o guía directa del asunto, sólo se encuentra con el mismo mensaje, como si estuviera copiado y pegado: con base en los descubrimientos de Berger y Mikulickz, en EU, Alemania y Francia se implementó tal ley.

En la década de 1930 el médico estadounidense Herbert Mellinger puso un pedazo de goma o hule entre dos capas de gasa para crear un cubrebocas “antigérmenes”. También hubo un cubrebocas con marco de alambre de oro de 14 quilates y papel encerado por ambos lados que llegaba hasta la barbilla.

Uno más fabricado con película para rayos equis lavada que funcionaba como filtro, otro con papel celofán en lugar de gasa común y otros más de materiales como celulosa con pliegues de algodón, franela, papel con clips de seguridad y dos ligas y un último de algodón entre dos gasas de malla.

Con la creación de los antibióticos, en 1940, la importancia del tapabocas pasó a segundo plano.

Pero en 1961 el investigador M. Musselman retomó el tema y creó el primer tapabocas desechable, que incluía una capa plástica que se acomodaba a la forma de la cara como filtro.

Todo lo anterior de acuerdo al texto History of surgical face masks de John L. Spooner.

El cubrebocas hoy

En la actualidad hay muchos tipos de cubrebocas, desde caseros hasta especializados, y sus variantes contemplan los microorganismos que puedan filtrar.

Los virus son más pequeños que las bacterias. Un cubrebocas sencillo no sirve para protegerte de un virus, para eso necesitas un N95 que tiene un tamaño de poro de 0.3 micras”, mencionó en entrevista Guadalupe Ramírez, bacterióloga del Hospital Ángeles.

“Estos cubrebocas son efectivos, pero por cierto tiempo, se supone que lo puedes usar hasta por una semana”, agregó el residente 1 de traumatología y ortopedia del Hospital General Regional 251 en Metepec, Edomex, Leonardo Isaac Rë.

“En la pandemia yo utilizo una máscara de gas. Es como un N95, pero dura seis meses y protege incluso contra gases tóxicos”, siguió Leonardo.

También dijo que los N95 son complicados de usar en cirugía porque es difícil respirar por el tamaño de su filtro y si una persona respira su aliento (CO2) constantemente se marea y eso a mitad de una cirugía nadie lo quiere.

La recomendación de Leonardo para los tiempos de pandemia es ser diez veces más limpios y un poco más compulsivos con el lavado de manos y con no tocarse la cara.

“Yo sé que es como un reflejo, pero hay que tratar de no hacerlo. También hay que tener a la mano microdosis de gel, que es alcohol al 70% y mantener las indicaciones de Sana Distancia”, afirmó.

Dar un uso correcto o mejor no utilizarlo

La Organización Mundial de la Salud advirtió que los cubrebocas sólo son efectivos si se combinan con el lavado frecuente de manos y las demás medidas sanitarias, y que su uso es para las personas enfermas únicamente.

Por otro lado, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) informó que utilizar cubrebocas es bueno porque el coronavirus puede ser asintomático, es decir, que podríamos estar enfermos sin saberlo y contagiar a más personas. Entonces, el cubrebocas no es una medida de protección hacia uno mismo, sino hacia los demás.

Por ello, la CDC lanzó un video en donde el cirujano general estadounidense, Jerome Adams, enseña cómo hacer un cubrebocas casero con tela y dos ligas.

Paulina Vallejo, directora de distribución para América Latina de una empresa de cubrebocas enseñó, durante una entrevista en medios, que se toma por las orillas para no contaminarlo, se coloca sobre boca y nariz y la varilla metálica se moldea a la forma del tabique nasal. Después de cuatro horas o de bajarlo o subirlo, el cubrebocas pierde su efectividad.

Finalmente, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud, Hugo López-Gatell afirmó que los cubrebocas no son la medida principal contra la pandemia, disminuyen el riesgo de contagiar a otros, sí, pero lo importante es seguir la indicación #QuédateEnCasa.

“Si usted tiene un cubrebocas, utilícelo, sólo tenga mucha conciencia de que debe ser usado correctamente todo el tiempo y que eso no disminuye el riesgo de contagiarse si usted no se lava las manos continuamente y sale al espacio público a convivir con otros. Úselo, pero no es una garantía de que no se va a contagiar”, sostuvo Gatell

 

FUENTE: EL UNIVERSAL