El buen juez por su casa empieza, reza la antiquísima frase que a nuestras orondas autoridades municipales parece importarles un pito y no porque se trate de un refrán bíblico sino por lo que en sí representa, es decir, si quieres que los demás te hagan caso, primero debes arreglar las tuyas y así tener calidad moral o cuando menos el derecho de exigir que se cumplan las normas que quieres establecer.
En este caso me refiero al denominado “cero tolerancia” que desde el lunes aplican en contra de automovilistas y motociclistas que no cumplen con la normatividad correspondiente, pero que para las unidades motrices que utilizan agentes de la policía y tránsito municipal no aplica por el sencillo hecho de que están rotuladas con el membrete de la instancia policiaca a la que pertenecen.
O sea, no tienen por qué ponerles placas por el hecho de que ya están identificadas.
Lo entiendo.
Bueno, entonces que les parece si todos los que tienen vehículo lo rotulan con el logotipo de la empresa a la que pertenece o donde trabajan, o incluso, hasta del escudo familiar y así todos estaremos al parejo, porque también serán fácilmente identificables. ¿Qué no, toro?
Y no sólo eso, hay policías que utilizan carros que no son oficiales y que no portan la dichosa placa de circulación.
A ellos, ¿quién los meterá en cintura sin son de los mismos?
Pero una cosa si os digo, Tendrán razón los alcaldes de Culiacán (Sergio Torres) y Mazatlán (Carlos Felton) cuando dicen que se aplicará la ley del buen bando y buen gobierno, -o algo así- al que sea y lo que sea, pero la pregunta reiterativa que nos hacemos el resto de los ciudadanos: ¿Y a ellos, los mismos agentes que se encargan de aplicar las sanciones, sean tránsito o policías municipales, o mismos funcionarios municipales, quién los penará? ¿Existirá realmente un banquillo donde los puedan sentar y reciban su sentencia?
Aunque nos juren y perjuren que no se trata de una actitud recaudatoria, sino más bien de hacer sentir el rigor de la ley, nos encontramos ante una situación muy delicada.
Claro que es bueno que la sociedad entre al carril, que sean parte de una estrategia en la que se busque el respeto a los valores civiles respetando la ley y salvaguardar la vida de terceras personas por aquello de evitar a los que manejan ebrios, sin embargo, ¿se atreverían a detener y multar a los que conducen esos fastuosos carros con vidrios polarizados que a toda marcha son guiados por diferentes avenidas con el estero a todo volumen?
O más fácil aún, a esas personas que se estacionan en doble y hasta triple fila en las escuelas para llevar o dejar a sus hijos y que son uno de los principales factores de anarquía vial en la ciudad.
Y qué decir de los cafres que manejan camiones urbanos, aurigas, taxis, y pulmonías que también sabemos todos, son unos energúmenos que no respetan señalamientos ni mucho menos el derecho de otros que van atrás o delante de ellos. En Culiacán y Mazatlán es lo mismo… Y en Los Mochis, y en…
Está bien que aseguren los presidentes municipales que actuarán “caiga quién caiga”, pero, insisto ¿será cierto?
Aquí hemos visto varios ejemplos de funcionarios a los que les ha valido un comino el inicio- de algo que ya existía hace muchos años, pero que no lo aplican en todo su esplendor- del programa, por aquello de que no deben manejar hablando o chateando con el celular; no traer el cinturón puesto; no respetar el alcoholímetro; estacionarse en doble sentido y otras prohibiciones del que habla el mentado buen bando.
Como anécdota, al inicio del trienio de Alejandro Higuera comenzaron igual, con una prepotencia excesiva de los agentes policiacos quienes en cuanto veían a alguien con cerveza, lo subían a la patrulla valiéndole sorbete si el tipo iba borracho o algo parecido; la detención se hacía ¡a la salida de los bares o expendios! O sea, estaban a la caza, todo por el afán de cobrarles la multa de mil 500 pesos; incluso hubo fines de semana en que esperaban a los jóvenes fuera de las fiestas para remitirlos a la Juárez y aplicarles las de rigor: La sanción económica.
Acuérdese que hubo muchos reclamos, pero no pasó nada.
Al final de cuentas, se ablandaron un poco, o más bien las instrucciones de Higuera fue que le bajaran al asunto, pero no porque él así lo quiso disponer, sino porque iban a comenzar las campañas políticas y quería llegar a la senaduría, primero, y luego a la diputación. En ninguna de las dos la logró.
Ahora Carlos Felton tiene ante sí un fuerte compromiso.
Reitero, la aplicación de la ley no tiene excusa, pero si la forma de actuar de quienes se encargan de aplicarla.
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