Tercera Llamada… De voracidad, celulares, cinturones y otras cosas

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Ismael Estrella Guerrero

Así lo leíamos hace una década en la prensa local:

“Turistas provenientes de diferentes partes del país se quejaron amargamente por los aumentos a las tarifas de hotel, transporte público, restaurantero y otros que aprovechan la anarquía que ocurre en periodos de vacaciones para cobrar lo que se le pega su regalada gana, ante la falta de vigilancia de las autoridades correspondientes”.

Así lo leímos ahora:

“No solamente los hoteles han incrementado sus costos por habitación en el periodo vacacional, también el sector transporte ha hecho de la llegada de los turistas a Mazatlán su agosto al costo, con el aumento en las tarifas hasta en un 50 por ciento”.

Cualquier parecido es mera coincidencia.

¡No! Más bien es cíclico.

La voracidad con que actúan quienes se dedican al asunto del turismo es inacabable, así como también las quejas ellos mismos vierten en las épocas cuando no hay arribazón de visitantes.

No es nada raro.

Cada año, por siempre, ha ocurrido así.

Cuando hay jauja, hay que “clavar el diente”

Pero cuando se trata de “vacas flacas”, hay que llorar y así tienen el mejor pretexto para seguir pidiendo apoyos.

Los años pasan, las autoridades en turno hablan y hablan, aduciendo que se pondrán las pilas para vigilar y evitar que se alteren los precios de servicio al público. Piden la colaboración de todos los prestadores de tales negocios para tratar de la mejor manera al turista, sobre todo en el asunto de los precios.

Sin embargo, año con año es lo mismo, es como si se reciclaran para regresar a las andadas importándoles un comino lo que pueda suceder después.

Por lo pronto, lo que les interesa es sacarle jugo a lo que les corresponde aunque sigan creando una pésima imagen a los ojos de propios y extraños, a sabiendas de que no les va a ocurrir nada y que los turistas regresarán al año que sigue. Cuando menos así se han presentado las cosas.   

En la hotelería siempre se presenta el mismo caso:

Le presentan un precio por cuarto ya  la hora buena se lo duplican, o triplican y “si no quiere, búsquele en otro lugar”. Claro que se aprovechan que ya no encontrarán disponibilidad en otro y el turista tendrá que apechugar el coraje y pagar lo que cobran.

Y qué decir del transporte público:

La dejada mínima es de 60 pesos, y ojo, si su acento es de otra ciudad, apriete la billetera por que le aumentarán cuando menos 20 pesos.

Cabe señalar que soluciones para ese problema existen, pero no lo acatan, en este caso tienen la obligación de traer la lista de precios visible, pegada al automóvil o pulmonía, con foto del conductor y número asignado por la autoridad, el precio por kilómetros o distancia.

CELULARES.- Hace poco se implantó la llamada “cero tolerancia” para que quienes conduzcan unidades motrices acaten las disposiciones de ley. Usar el celular cuando maneja es uno de ellos, pero es cosa de observar un poco y darse cuenta que se lo pasan por el arco del triunfo. Los choferes de urbanos son los principales afectados por la dichosa ley, porque no dejan de utilizar sus aparatitos, ya sea para enviar mensajes o sencillamente hablar y hablar. Por cierto, no se les ocurra llamarle la atención porque lo mínimo que recibirá de respuesta es un “me vale madres, guey”.

 CINTURORES.- Y que les digo del uso de este artefacto; los que utilizan automóvil de uso diario para ir al trabajo o a donde se les pegue la regalada gana, están obligadísimos a portarlo so pena de sufrir una infracción… Pero que les cuento de los choferes de los urbanos (otra vez, necio) de mera puntada acérquese a uno de ellos y vea cuántos lo utilizan. ¡Ninguno! Igual que los pulmoneros.

DE OTRAS COSAS.- No es que esté en contra de la visita de tantos y tantos veraneantes al puerto, pero si lo estoy en la forma como manejan; creen que todos los que vivimos aquí estamos de vacaciones y por ende tenemos que andar a vuelta de rueda en los carros igual que ellos y supeditarnos a su tiempo y espacio porque se estacionan en los lugares más inadecuados, como en la Zona Dorada por ejemplo, donde el tráfico es el peor que pueda encontrar en la ciudad, y a ello hay que sumar la manera como los servidores del servicio público guían sus unidades, sobre todo cuando van si clientes.

 

ismael.estrella@live.com.mx