Peña Nieto a la baja

0
35
Carlos Calderón Viedas.jpg

Carlos Calderón Viedas

Asombrados se encuentran algunos analistas de derecha que apoyan al régimen, debido a que Peña Nieto ve caer su popularidad sin poder frenar el descenso. Ni el encarcelamiento de una conocida corrupta, ni tampoco la captura de un importante capo del narcotráfico y menos las llamadas reformas estructurales, compensan el desempleo, la carestía de la vida -también irrefrenables-, junto a la sensación de vivir siempre cuesta arriba. Sin duda que estos elementos cuentan en la opinión de los ciudadanos sobre el desempeño del gobierno, y no precisamente a favor.

Pero la caída da para otras explicaciones menos contundentes de las que ofrecen los datos fríos utilizados por los analistas políticos de carrera. Se acaban de dar a conocer los resultados de la investigación que hizo una comisión de diputados del PRD, PT y Movimiento Ciudadano, sobre el financiamiento de la campaña electoral de Peña Nieto en 2012. Tal como se sabía por medio de múltiples pruebas materiales, documentales y demás testimonios en audio y videos, el PRI hizo gala de su larga experiencia en lides electorales con el fin de cumplir el vaticinio sobre su regreso a Los Pinos.

El trauma postelectoral del 2006 aún se podía respirar en el ambiente político, sin duda porque la presencia otra vez de López Obrador traía el recuerdo del desaseo con que Felipe Calderón llegó a la presidencia. Repetir el mismo expediente era riesgoso, por lo que el viejo partido y su candidato optaron por operar sus armas secretas antes y no después del día de los comicios.

Panistas y perredistas dieron cuenta, desde los inicios de la campaña, del desaforado gasto que el PRI y su candidato estaban haciendo. El uso generalizado de aviones y helicópteros del candidato y sus equipos, los miles de operadores políticos del partido, la propaganda material a lo largo y ancho del país, además de otras artes de convencimiento, sugerían un enorme gasto de dinero y la posibilidad de que se estuvieran manejando mecanismos de financiamiento fuera de la ley. La suspicacia pronto encontró respaldo objetivo.

Fue el PAN el que aportó las primeras pruebas de que, efectivamente, la campaña de Peña Nieto podía estar siendo financiada extraoficialmente. Aun así, no acusó formalmente y sólo demandó aclaraciones a quien debía darlas, el IFE. Luego vendría el escándalo mayor con las tarjetas Monex y Soriana, utilizadas para comprar votos y pagar a operadores políticos. En el transcurso de las denuncias algunos medios tomaron los hilos sueltos exhibidos por los partidos y lograron tejer la red de financiamiento, a todas luces ilegal. Con todo, el IFE continuaba haciéndose el occiso, alegaba no tener facultades para investigar ese tipo de delitos electorales. El caso es que ya no se trataba únicamente de violaciones a la ley electoral, sino también al código penal por los presuntos agravantes de lavado de dinero y delincuencia organizada. Era una montaña de evidencias sobre el gasto excesivo del PRI la que fue turnada al Tribunal Electoral, pero le pareció insuficiente, por lo que repitió lo que acostumbra hacer en estos casos, levantar la alfombra y esconder la basura abajo. El resto es historia reciente.

 

No hay que culpar a la tecnología del uso que se le dé. Así como Felipe Calderón la utilizó en la salida de los votos, Peña Nieto lo hizo en la entrada. Desde ahí habría que marcar la diferencia de un sexenio con otro. El prestigio de Felipe Calderón no vale ni dos cacahuates y el de Peña Nieto, apenas en su primer año de gobierno, ha caído del 64 al 44 por ciento, con todo y su supuesta eficacia. A final de cuentas, los procesos de Calderón y Peña obtuvieron el cobijo institucional, pero no el de la legitimidad. Aunque no parece que eso importe mucho a la elite gobernante, y tiene razón, la legitimidad del voto sólo tiene valor en democracia.

Peña Nieto está cosechando lo que sembró. Su popularidad decae por muchos factores, en algunos, los que lastiman la economía de las familias, no es el único responsable, la culpa es también de los gobiernos anteriores iguales al suyo que han hecho del mercado profesión de fe. La mayoría de los países de América Latina han tenido etapas de euforia neoliberal capitalista como la que vive México, pero las han superado para bien de sus economías y pueblos. Sin embargo, en el caso nuestro, seguimos con el mismo modelo de hace más de tres décadas. Es decir, tenemos bajo crecimiento y desempleo desde hace tiempo, entonces ¿a qué se debe el desapego? Peña Nieto compró votos no adeptos, menos afectos, lo hizo con gente necesitada que posiblemente en el intercambio no entendía bien lo que hacía.

En un marco republicano no hay acto político más infamante que comprar el voto. Quiebra por la espina dorsal el cuerpo de la democracia. En realidad, la democracia vale poco para quienes lo hacen, lo que importa es el poder no la manera de obtenerlo. La afrenta puede pasar desapercibida para el vendedor, pero si después cobra conciencia de lo que cobró, se siente humillado y resentido. Ese resentimiento íntimo es el que trae de capa caída a Peña Nieto, son los resentidos a los que les fue arrancado el voto junto a los que no les cumplen las promesas ofrecidas los que le han retirado sus complacencias.

La corrupción política corrompe la democracia y al pueblo adulto, frutos indeseables para que el mal sobreviva, impensable que pueda subsistir con una ciudadanía informada, crítica y atenta a los asuntos públicos. Es evidente que en la sociedad actual, con medios de comunicación que son parte del estilo de vida moderno, hay información en abundancia. El asunto ya no es si estás informado, sino de qué, quién y cómo te informas. Todo indica que la información se está extendiendo transversalmente, más fuentes se agregan al espectro y al mismo tiempo son más variados y nutridos los sectores de la pirámide social que tienen acceso a esa información. Difícil entonces, bajo estas circunstancias, que los acuerdos y acciones que los políticos hacen en lo oscurito no salgan a la luz pública. Por eso, cuando el resentido levanta las banderas, sale exclamando: ¡No sólo coartas mi libertad, también incumples lo prometido!