OBSERVATORIO

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Cuando bastaba ser decente

 

MARIO MARTINI

 

“Más antes”, como decía mi agüela Catalina, señora absoluta del Pozole de Villa Unión, bastaba ser decente y tener un modo honesto de vivir para ocupar puestos en el gobierno. No había necesidad de elecciones, pues un simple acuerdo entre la clase empresarial del puerto mazatleco era suficiente para que alguno de sus  “defactores” (gerentes) atendiera los asuntos públicos y los representaran en los congresos estatal y federal.

Durante todo el siglo XIX no hubo mayores disputas para conducir los asuntos públicos de Mazatlán y Sinaloa, a excepción de algunas guerras internas producto de la Independencia, la  intervención francesa de 1864, la revolución y la lucha por la tierra en el sur del estado durante el cardenismo. Salvo estas conflagraciones regionales, que no tuvieron la resonancia de las ocurridas en el bajío y el centro del país, en Sinaloa el relevó de jefes políticos, presidentes municipales, diputados y gobernadores transitó sin pena ni gloria durante siglo y medio.

Atrincherados en la Cámara de Comercio del puerto, fundada en 1884 y desde entonces la más influyente del noroeste, los comerciantes extranjeros, particularmente los vascos, españoles y alemanes, colocaron a sus empleados o amigos en puestos públicos que muy pocos deseaban. Ignacio Ramírez “el nigromante” fue diputado por Sinaloa sin ser nativo de esta tierra, por ejemplo. Es decir, los cargos públicos se entregaban a conveniencia o simpatía y bajo acuerdo del poder económico que entonces pulsaba las riendas del Pacífico norte mexicano. Los comerciantes tenían absoluto control político y económico, pues también administraban recursos públicos y privados a través de la Junta de Mejoras Materiales que por muchos años dirigieron los alemanes.

Hasta el último tercio del siglo XX era menester ser presidente de la Cámara de Comercio para ocupar la presidencia municipal. Por la cámara pasaron, entre muchos, Antonio Toledo Corro, José H. Rico Mendiola y Humberto Rice.

A partir de 1915 las autoridades ejecutivas que fungían como tales desde 1837 fueron sustituidas por la figura de la presidencia municipal que hoy conocemos, con períodos suficientes de 2 años en los que hubo hasta tres cambios de “defactor”. Durante un largo período no surgieron contratiempos para designar al presidente municipal en turno hasta que Plutarco Elías Calles inventó el PNR y alentó la disputa política que encontró cauce en las elecciones de 1932 cuando el agroindustrial Alfonso “Poncho” Tirado se lanzó como candidato independiente contra el candidato oficial Jesús I. “el Chaca” Escobar. Fue una contienda fragorosa e inédita, pues al final Escobar reconoció la derrota y seguramente esa actitud decente le granjeó  simpatías suficientes para asumir la presidencia en 1943.

Pero a partir de entonces, con la lumbre sindical y agraria encendida, la disputa por la presidencia municipal y las diputaciones se fue acrecentando hasta convertirse en verdaderas confrontaciones familiares en los años por venir. Una de las elecciones más comentadas de la historia regional fue la del coronel Rodolfo T. Loaiza, quien se lanzó también por la vía independiente en 1940 contra el candidato oficial que apoyaba el presidente Manuel Ávila Camacho. Sorprendentemente el general Lázaro Cárdenas, reconocido por respetar la institucionalidad del estado mexicano, apoyó a Loaiza y fue contra su propio partido.

Dice la historia oficial: “Tres tigres de la política sinaloense participaron en esa reñida contienda que hizo historia por contundencia, agresividad, efervescencia y sorprendentes resultados: Rodolfo T. Loaiza, Ramón F. Iturbe y Guillermo Liera Berrelleza”. Ganó Loaiza entre denuncias de fraude y corrupción electoral y 4 años después cayó abatido de 2 balazos en la cabeza.

Casi 50 años después, Humberto Rice García, quien en 1983 rompió lazos afectivos y empresariales con el entonces gobernador Antonio Toledo Corro, obtuvo en 1989 la presidencia municipal apoyado por el PAN, constituyéndose en el segundo candidato opositor en ganar una contienda en el puerto sinaloense. Mario López Valdez, ex priista adoptado también por el panismo, derrotó nuevamente al partido oficial en la sorprendente elección de 2010.

Con el paso del tiempo y los buenos negocios que pueden hacerse desde el poder político, aquella decencia y honesta manera de vivir sucumbieron al arribo de la eficaz corrupción, el amago, la compra de voluntades acorraladas por la miseria, la llamada ingeniería electoral, las nuevas tecnologías de la información y mucho, ¡muchísimo!, dinero.

Pero ahora los papeles históricos cambiaron. Los panistas de Mazatlán, por ejemplo, exhiben en 2015 una fortuna inmensa que sostiene la candidatura del panista Martín Pérez en el octavo distrito de Sinaloa. Durante la elección interna, el equipo de campaña de  Oralia Rice, quien confió su destino electoral a la dignidad del panismo original, confirmó la distribución de dinero y televisores que incluso llegó a muchos de los que le había jurado lealtad y compromiso. Solo así procesó una derrota fulminante de 3 a 1.

En el hervor de la contienda, el ex presidente Rice, padre de la candidata, envió encendidas cartas personales a Gustavo A. Madero, presidente nacional, y a Adolfo Rojo Montoya, dirigente estatal, en las que denunció la corrosión del instituto político y la preminencia de un grupo que se adueñó del partido, atropelló el pensamiento de sus fundadores y puso de moda el salto de liana en liana sin la menor vergüenza. Las cartas de un padre dolido hicieron al cinismo panista lo que dicen el viento le hizo a Juárez, quien se peinaba con vaselina y jugo de limón. Ninguno de sus comunicados ameritó respuesta formal de los destinatarios.

Martín Pérez es un buen cuadro del panismo, sencillo, humilde y sincero que perdió credibilidad y confianza al ser cooptado por el Capo di tutti capi Alejandro Higuera, quien desde hace mucho tiempo supo que carisma, decencia y promesa caen fulminados por cañonazos de 500 pesos, una plancha o un refrigerador.

De acuerdo al Instituto Nacional Electoral, el tope de campaña por diputado es de 1 millón 200 mil pesos que los panistas quemaron el primer día de campaña en camionetas y anuncios espectaculares. Sus socios financieros, los hermanos Arellano Hernández que en unos cuantos años reunieron una cuantiosa fortuna recuperando IVA de poderosas empresas, no tendrán problema para invertir varios millones en la compra de voluntades que, atrapadas por la miseria, están disponibles al mejor postor.

En efecto, las elecciones modernas las gana quien tiene más dinero, no basta ser decente y tener un modo honesto de vivir. Eso no cuenta.

 

paralelomm@gmail.com