LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA!

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ

LA DEMOCRACIA Y LA PESTILENCIA EN UN ENSAYO J0HN KEANE, PUBLICADO POR LA REVISTA LETRAS LIBRES DE MAYO. DE ÉL SE EXTRAGERON LOS PÁRRAFOS ILUMINADORES DE LO QUE VENDRÁ DESPUÉS DE LA PESTE.

“La peste ha devastado muchas veces nuestro mundo, pero cada oleada de la enfermedad es un momento estremecedor en el que la normalidad trastabilla, las ansiedades florecen y las ideas se vuelven tenebrosamente sobre sí mismas. Las pandemias destruyen viejas costumbres. Rompen corazones.

La gente se vuelve temerosa. La muerte acecha. Las certezas son arrojadas al viento. La gente siente en las tripas la necesidad de pensar las cosas de nuevo, como yo hago ahora, en cuarentena obligatoria, apuntando los días y las noches, considerándome afortunado por haber logrado escapar indemne del actual pandemonio del Reino Unido y, unos meses antes, de un largo periodo de clases en Wuhan, zona cero de la Gran Pestilencia que ahora tenemos encima”.

Ayer como hoy, “La peste (1947) de Albert Camus y Ensayo sobre la ceguera (1995) de José Saramago nos recuerdan que las épocas de pestilencia sacan lo peor de la humanidad. Florecen la indiferencia hacia los demás, la violencia hacia las mujeres, una avaricia mezquina. Los demás seres humanos, su tacto, cuerpo y aliento, su mera existencia, se vuelven súbitamente repulsivos.

Lo mismo es válido para nuestra Gran Pestilencia, pero los canallas son diferentes. Las plataformas mediáticas han exagerado el acaparamiento impulsado por el pánico y las enloquecidas peleas por rollos de papel higiénico en tiendas atestadas. El sensacionalismo oculta que los verdaderos canallas están en otra parte”.

“Personas mayores de varios países son ahora objeto de medidas de triaje pensadas para descargar presión de sistemas de salud pública sobrecargados; ha habido incluso escalofriantes insinuaciones, en concreto del vicegobernador de Texas Dan Patrick: “Los abuelos debían estar dispuestos a sacrificarse por el empleo y el crecimiento económico.

Los medios mainstream de la India publican historias que culpan a los musulmanes. Vemos las primeras fases de un nocivo nuevo prejuicio. En Londres y Bruselas, Copenhague y otras ciudades, afirmaciones incendiarias sobre el virus de Wuhan provocan insultos y palizas a chinos, solo por hacer lo correcto cuando llevan una mascarilla en público o simplemente por ser chinos.

Hay actos vandálicos contra antenas de 5g en el Reino Unido y los ingenieros de telecomunicaciones reciben insultos por ser promotores de teorías de la conspiración convencidos de que la mejora de las conexiones de internet y el virus son tramas chinas coordinadas para hacerse con el país”.

BREVE RECUENTO DE LOS HOYOS NEGROS QUE DESTAPÓ LA PANDEMIA.

“Entre las grandes lecciones de esta epidemia está el hecho de que la era de cuatro décadas del neoliberalismo no es sólo responsable de elementos decadentes como una creciente distancia entre los ricos y los pobres, la austeridad obligatoria después de un colapso casi total del sistema bancario, el calentamiento global y la destrucción de especies.

Ahora vemos que gobiernos ciegamente favorables al mercado tienen en su hoja de cuentas la ruina de sistemas de salud pública y el paso de los riesgos y deudas sanitarias a individuos y hogares.

El escandaloso resultado es que, en muchos lugares, incluidos los países más ricos del planeta, la medicina pública está infrapreparada y sobrecargada. Por eso ha habido que utilizar al ejército para que entregue materiales de emergencia en el hospital St. Thomas en el centro de Londres; por eso el gobierno francés ha convertido trenes tgv en salas de hospital; y por eso los médicos de Nueva York suplican por respiradores mientras piden camiones refrigerados para que se lleven a la gente que no pudieron salvar”.

“La Gran Pestilencia es diferente. Puesto que tiene el potencial de afectar y destruir la vida de todo el mundo, rescatar empresas y en particular grandes bancos, no es suficiente. Esta vez también hay que rescatar a los ciudadanos.

Azuzados por el miedo a millones de muertes y a otra depresión al estilo de la de los años treinta, hay pagos individuales directos a ciudadanos, incrementos en los subsidios por desempleo, paquetes de comida, moratorias de pagos en las hipotecas y suspensión de los desalojos. Podemos estar seguros de que se trazan planes para compensar a los ricos y hacer que los pobres paguen. Con poca o ninguna resistencia por parte de los ricos, una nueva era de ‘socialismo’, apoyada por el miedo al colapso económico, muertes en masa y billones de dólares de dinero público, ha triunfado de pronto.

“La ubicuidad de la muerte ayuda a explicar no solo el socialismo repentino y el nerviosismo de los gobiernos, sino también las nuevas dificultades que líderes electos afrontan al explicar sus acciones a los ciudadanos. La Gran Pestilencia exige líderes capaces de motivar a los ciudadanos ganándose su respeto.

Los verdaderos líderes democráticos irradian un estilo. Escuchan. Aprenden de los demás. Conocen el valor de los expertos, gente sabia que (como dijo Niels Bohr) les recuerda que no lo saben todo. Los líderes genuinos son equilibrados y tranquilos en su interior. Saben cómo burlarse de sí mismos, pero se niegan a ser payasos. No son sumisos. A la hora de la verdad, los verdaderos líderes democráticos reconocen humildemente su profunda dependencia de la gente a la que dirigen. No intentan arrastrar a los ciudadanos de las orejas ni polarizar a la sociedad. No ee dirigen a la gente convenciéndola de que debe admirar a sus líderes”.

LA DEMOCRACIA EN PELIGRO.

“Es posible que en los próximos meses y años los líderes fake, más que en cualquier otra pestilencia, sean reprobados y castigados por su extrema corrupción, porque para ellos ‘los negocios son los negocios’ y su papel de mercaderes de la muerte.

El estallido y la expansión de la pestilencia ocurren después de todo en una era de abundancia comunicativa y democracia monitorizada. Toda la vida está saturada por los medios. Las elecciones pierden su centralidad. En su lugar, existen una plétora de instituciones públicas de vigilancia y denuncia se encargan de que el poder sea sometido a escrutinio como nunca antes.

Este elemento diferencia a la Gran Pestilencia de, digamos, las gripes rusa y española, de las que se informaba y que se publicitaban por medio del vehículo lento de los mensajes de telégrafo, los barcos de vapor y los periódicos. Nuestra pandemia, en cambio, es un acontecimiento velocísimo y global que produce miedos de enfermedad y muerte a una escala que nunca antes se había visto”.

“Nuestra Gran Pestilencia también causa daño a la democracia, pero de otros modos y a una escala asombrosa. Miedos (…) a la enfermedad y a una mortalidad pestilente universalmente dañina (como decía Boccaccio en el Decamerón) ofrecen a los gobiernos la oportunidad de aprovechar el momento e insistir en que los ciudadanos deben ahora estar protegidos de la muerte a través de la imposición del estado de emergencia. Su lógica parece sencilla y convincente. O nadamos o nos ahogamos juntos.

La supervivencia es una obligación colectiva. La lista de procedimientos vinculados al estado de emergencia crece cada día. Los demagogos agitan su plumaje como pavos reales. Impecablemente ataviados de largas colas, oportunistas como Viktor Orbán y Narendra Modi se arrogan poderes ilimitados para gobernar por decreto e imponer nuevas penas a los acusados de extender fake news o violar la cuarentena. Se siembran semillas de confusión sobre cómo montar aparentes elecciones. Probablemente se acerca el momento en que oigamos que las elecciones generales previstas se deben posponer o descartar”.

“El silencio y la docilidad de los comentaristas que justifican las medidas drásticas con un lenguaje sacado directamente de las obras clásicas de la antidemocracia no ayudan mucho. Es tristemente típica la forma en que un profesor de la Universidad de Cambridge muestra su amor hacia el Leviatán (1651) de Hobbes por su visión de que “la esencia de la política” es que “alguna gente le dice a otra qué debe hacer”.

David Runciman añade: “En un confinamiento, las democracias revelan lo que tienen en común con otros regímenes políticos: aquí la política también es en último término una cuestión de poder y orden.”Esas justificaciones del gobierno de emergencia son peligrosamente ingenuas e ignorantes. A menos que presentemos resistencia, las concentraciones de poder arbitrario siempre muestran una tendencia a lo definitivo. Nacen como medidas temporales y se convierten fácilmente en disposiciones permanentes. El poder que cedes es poder que concedes, el poder que se entrega se reclama con dificultad. El estado de emergencia hace que la gente se acostumbre a la subordinación. Nutre la servidumbre voluntaria. Es la madre del despotismo y, como Percy B. Shelley observó en La reina Mab, el poder arbitrario, “como una pestilencia desoladora”, guarda un extraño parecido con el virus que dice combatir”.

EN DÓNDE SE HAYAN LOS CANALLAS?

“Sin duda, entre los resultados más extraños e inesperados de la Gran Pestilencia está que el país que incubó el virus ahora parece disfrutar de las ventajas tecnológicas y del poder blando de ser la primera economía política que se lo quita de encima. Nadie sabe con qué rapidez la economía china puede regresar al crecimiento, o si su modelo de crecimiento capitalista futuro será más igualitario, verde y centrado en el bienestar de sus ciudadanos. Mi próximo libro, The new despotism (2020), muestra que no debemos infravalorar la resiliencia interior y la capacidad para resistir de China.

Esta pestilencia puede, de hecho, convertirse en un momento dorado, un segundo punto de inflexión si, sin un disparo, el país aprovecha la ventaja geopolítica de la congestión y el caos en Estados Unidos para tomarle la delantera, para seguir construyendo su imperio global y destruir por fin la ilusión de superioridad americana”.

“Si las hojas de té se pueden leer así, la República Popular China sería la primera gran potencia en recuperarse después de que el mundo entero se haya derrumbado. Se romperían esperanzas oníricas de “cooperación y confianza globales” (Yuval Noah Harari). Una realidad más dura desacreditaría el discurso poético de esta Gran Pestilencia como la madre de nuevos comienzos: sociedades enteras “romperían con el pasado e imaginarían el mundo de nuevo” (Arundhati Roy).

En cambio, el centro de gravedad geopolítico se trasladaría por fin a una región de Asia-Pacífico bajo la dirección de Pekín. Con unos Estados Unidos irremediablemente debilitados y con los Estados que forman parte de la Unión Europea luchando por mantenerse en pie, los ideales igualitarios y las instituciones que reparten el poder en democracias monitorizadas como Taiwán y Corea del Sur se verían desbordados, o ignominiosamente empujados y apartados”.

“Donde no hay vigilancia democrática del poder en nuestro “planeta virus” (Peter Piot), poblado por trillones de minúsculas partículas víricas que esperan ansiosas por secuestrar células vivas, está claro que nacerán nuevas pestilencias y se extenderán democráticamente, dentro y fuera de China. En otros lugares del mundo los ciudadanos necesitarían rechazar el principio probado de que los virus mutantes adoran la falta de fiscalización pública. Más súbditos que otra cosa, los ciudadanos abrazarían el actual estado de emergencia y en general ignorarían el mensaje fatídico. La consecuencia sería que las formas chinas de manejar el poder estrecharían su control sobre grandes partes del mundo. Un nuevo despotismo diestro en las artes de extender la servidumbre voluntaria, lo que a los intelectuales chinos les gusta llamar “buen gobierno” (liánghǎo de zhìlǐ), sería un rasgo formativo del pestilente futuro de nuestro planeta. El despotismo sería el futuro de la democracia”.
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LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS.
• La servidumbre voluntario es un texto escrito por Étienne de La Boétie (1530-1563).

• John nacio en el sur de Australia. Se formó en las universidades de Adelaida, Toronto y Cambridge. Es profesor de política en las universidades de Sídney y el Centro Científico para la Investigación Social de Berlín. En 1989 fundó el Centro para el Estudio de la Democracia de Londres y es director de la Iniciativa para la Democracia de Sídney.