LA MUERTE DE ÁNGELA PERALTA

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Se cumplen hoy 132 años de la tragedia

que enlutó a Mazatlán, pues con la gran

cantante, llegó también la fiebre amarilla

 

Ángela Peralta, la mundialmente conocida cantante de ópera, murió en Mazatlán el 30 de agosto de 1883. En el barco que la trajo venían personas infectadas con la fiebre amarilla, cuyo mal se esparció por toda la población, causando miles de muertes, entre ellas la de la propia artista.

Con el paso de los años –ciento treinta y dos, se cumplen hoy domingo- crecen las leyendas en derredor de este acontecimiento: su casamiento en articulo mortis que en realidad, cuentan las historias, ocurrió cuando la cantante ya estaba muerta; el reparto de sus joyas entre el marido y el juez que dio como valido el enlace, y sobre todo la estela de muerte y tristeza que quedó entre toda la población mazatleca.

La cantante, conocida en Italia como Angelica di voce e di nomi, hizo época y despertó pasiones, pues triunfando en Europa, vino a México aceptando la invitación del imperio de Maximiliano, lo que fue considerado por los juaristas como una traición a la patria.

El jueves 29 de agosto todo era fiesta. Jóvenes de la llamada “mejor sociedad” desengancharon los caballos del carruaje que trasladaría a la cantante, para jalar ellos mismos el tramo que va de la antigua aduana, en cuyo frente estaban los muelles, y el Teatro Rubio, que hoy lleva el nombre de Ángela Peralta. El destacado pintos Antonio López Sáenz inmortalizó el momento en uno de sus bellos cuadros.

Pero al día siguiente la muerte se enseñoreó sobre la compañía de ópera y sobre la ciudad entera. Ángela murió en la habitación número 10 del Hotel Iturbide, contiguo al teatro en que nunca llego a cantar, aunque hay quienes dicen que ella agradeció el recibimiento cantando una habanera desde el bacón del hotel.

Sus restos estuvieron sepultados en el panteón número dos -que también lleva su nombre- durante 54 años. En 1937 fueron exhumados para trasladarlos a la Rotonda de los Hombres Ilustres, en la Ciudad de México, pero esta despedida dejó también su historia. Los sepultureros que hicieron el trabajo murieron contagiados por la fiebre amarilla, decía la conseja que no era cierta, pero que cierra este capítulo con un tono adicional a la tragedia.

Sinaloa en línea le invita  ver el video que presentamos aquí el año pasado, en              que, en diálogo con el Cronista de la Ciudad Enrique Vega Ayala,  se relata la historia en los lugares donde se desarrollaron, y se recrean algunos momentos importantes.