JESSICA Y LA BALLENA
Gildardo Izaguirre
La prosa de Luis Sepulveda asalta y encanta: “El viejo que leía novelas de amor”, te mete de golpe en las relaciones brutales, salvajes de los humanos entre sí y con la selva, ríos, serpientes, felinos, pero también con los nichos donde brota el amor; sus narraciones cortas te ponen a platicar con gaviotas, gatos, perros, caracoles que descubren la importancia de ser lentos y finalmente con el animal más grande del mundo, la ballena, que en 90 páginas te pinta su mundo líquido y las batallas marinas: “mientras navegan matan ballenas, delfines, focas, lobos. Todo termina en la Caldera convertido en aceite. Los balleneros son hombres que vienen de la ingratitud y la codicia”. Habla la Ballena Blanca.
Y fueron esos balleneros que durante casi un siglo, de 1846 a 1937, asesinaron con inusitada saña y crueldad, millones de ballenas grises, hasta el punto de eliminarlas de varias partes del mundo; sobrevivieron y se han recuperado las de nuestro mar Pacífico cercano, esas que comen anfípodos en las aguas heladas del Mar de Bering y navegan 10 mil km por las aguas de Canadá, EEUU y llegan a enamorarse y parir en las aguas tibias de la Península de Baja California, aquí en México, en las Lagunas San Ignacio, Ojo de Liebre y la Bahía Magdalena. Dicen los Biólogos que son 20 mil ballenas grises, todas con la credencial del INE, lo que nos hace responsables de su sobrevivencia.
Y han sido esas ballenas la obsesión de la Bióloga Yessica Brau Ibarra, desde que llegó, flaquita y frágil como postlarva de camarón, a la Escuela de Biología del Puerto. Le tocó un grupo amiguero y de pachanga; se torturó con materias inútiles pero necesario acreditar y como nadie en la Escuela estudia mamíferos marinos, y sabía que en el Laboratorio la queríamos, sobre todo Brianda, pidió tesis. Trabajó sin pasión pero con disciplina, metales en camarón, defendió la tesis y puso proa en busca de sus amadas ballenas.
En la UABCS, se incorporó al Equipo del Programa Científico del Ecosistema Laguna de San Ignacio, liderado por los Biólogos Dr. Jorge Urbán y Dr. Steven Swartz.
Seguido enviaba fotos donde aparecía acariciando ballenas con la piel acribillada de bálanos; hace unos días hizo llegar su tesis de Maestría en Ciencias. Investigó la relación de las condiciones climáticas de los comederos de la ballena en el Mar de Bering (temperatura superficial del agua, extensión de la costra de hielo) y la arribazón de los cetáceos a la Laguna San Ignacio.
El tema forma parte de un asunto de investigación más amplio y que preocupa a la comunidad científica: el llamado “Síndrome de la Ballena Flaca”. En los últimos años se ha observado que las ballenas grises están adelgazando (se nota en detalles del lomo y zona postcraneal), con síntomas evidentes de agotamiento y desnutrición y como tienen que navegar 20 mil km de viaje redondo, muchas de esas ballenas mueren en el trayecto, del 2019 al 2022, se han reportado 503 ballenas grises muertas. Los biólogos lo atribuyen al Síndrome de la Ballena Flaca.
Y si eso ocurre es porque algo pasa en la trama trófica donde está la alacena comestible de nuestras ballenas que no alcanzan a comer lo suficiente para sostener su alto gasto energético.
Bien por nuestra querida Brau, ojalá podamos vernos pronto en Mazatlán, si es que sobrevivimos a la epidemia local: el Síndrome del Carnaval Suicida (SCS).
Un abrazo Brau, cuídate, come muchos anfípodos y cásate con un mamífero bípedo pensante que también ame a las ballenas.