‘Es como una limpieza’: la tradición de quemar años viejos

0
61

En algunas partes de América Latina, la quema de muñecos de trapo se utilizó para desechar de manera simbólica las aflicciones del año que terminaba. En estos días, no es raro ver a superhéroes o expresidentes en llamas.

Cada diciembre, Jaime Iván Salazar y su familia, como muchos en Colombia, Ecuador y otras regiones de América Latina, hicieron un año viejo: un muñeco del tamaño de una persona hecho de trapos, periódico o pedazos de madera y ataviado con ropa vieja que es quemado el Año Nuevo para desechar simbólicamente el año pasado y darle la bienvenida al nuevo.

“Es siempre una actividad muy colectiva”, dijo Salazar, de 24 años, que vive en Pasto, Colombia, a unos 80 kilómetros al noreste de la frontera con Ecuador. Los familiares se ponen de acuerdo sobre la ropa vieja que les gustaría ponerle al año viejo; un tío llevará un par de pantalones usados, un primo, una camisa vieja, y tal vez alguien tenga un sombrero. A menudo es una tradición que barrios enteros hacen juntos, dijo Salazar. Cuando le pide a la familia de al lado más aserrín para rellenar al muñeco, se la dan con gusto, dijo.

“No es tanto de solo quemarlo”, dijo Salazar. “Para nosotros la actividad de hacerlo siempre será considerada casi igual de importante que la cena familiar del 24 de diciembre”, dijo, refiriéndose al tradicional festejo de la noche antes de la Navidad.

Según Odi Gonzales, profesor de estudios latinoamericanos y andinos en la Universidad de Nueva York, la quema de años viejos comenzó en Ecuador y, como muchas tradiciones en América Latina que se conservan hoy, es producto del mestizaje, la mezcla racial y cultural entre los españoles y los pueblos indígenas.

“El concepto de años viejos viene de la influencia europea”, dijo Gonzales, y agregó que las culturas andinas, a diferencia de las europeas —que experimentan el tiempo con un principio y un final—, conciben el tiempo como “un continuo”.

Pero los rituales para expulsar epidemias o dolencias son prehistóricos e indígenas, dijo Gonzales.

“Hay registros en Ecuador”, dijo en entrevista María Belén Calvache, especialista en política y tradiciones del país, “sobre todo la gente de Otavalo, que hacían una quema de viejos en diferentes fiestas de solsticio en diciembre, marzo y junio, en el que quemaban al señor feudal”.

“Como símbolo de regeneración”, agregó.

Los primeros años viejos, como los conocemos en la actualidad, fueron quemados en el siglo XIX en las principales ciudades ecuatorianas de la sierra andina, como Quito y Guayaquil, explicaron los historiadores. Las quemas eran la culminación de una celebración católica que duraba 10 días y que marcaba el final del año, desde el 28 de diciembre, el Día de los Inocentes, hasta el Día de Reyes, el 6 de enero.

Durante esos días, la gente usaba máscaras y disfraces en las calles. El 31 de diciembre, un grupo de personas enmascaradas y vestidas de blanco, como viudas en duelo, sacaban a las calles muñecos de trapo enormes que representaban a ancianos borrachos, explicó Calvache. Como los borrachos no dejaban testamentos, las viudas deambulaban pidiendo dinero. A la medianoche, el muñeco se quema “y se lee el testamento, un testamento jocoso en donde se le deja diferentes cosas a los deudos”, agregó Calvache. Por lo general, esa lista de cosas eran presagios satíricos o deseos de prosperidad.

“En una sociedad fundamentalmente agraria y trabajadora, las fiestas del fin de año se volvían fórmulas de escape, era la oportunidad de olvidarse de las penas con fiestas”, dijo Alfonso Ortiz Crespo, historiador y arquitecto ecuatoriano. “Era un tiempo de burlarse del otro, no solamente de la autoridad civil, sino también burlarse del vecino, el amigo y el pariente o del enemigo político”.

En la actualidad, los años viejos suelen ser quemados por adolescentes y adultos jóvenes, dijo Calvache. Pero durante los últimos dos años, la quema de años viejos está prohibida en todo Ecuador para evitar las grandes concentraciones de personas en medio de la pandemia del coronavirus.

Ahora es más común ver años viejos de papel maché en forma de superhéroes o personajes de cómics que muñecos de trapo, pero en algunas partes de Ecuador y Colombia aún mantienen la tradición.

En Pasto, cada 31 de diciembre se celebra un desfile de años viejos realizado por los artesanos de la ciudad. “Muchos usan los años viejos en el desfile para hacer una crítica cultural y política del país”, dijo Salazar. Generalmente, eso implica representar a figuras políticas.

El expresidente colombiano Álvaro Uribe, el expresidente estadounidense Donald Trump y Hugo Chávez, el líder venezolano fallecido en 2013, son algunos de los rostros más usuales. El presentador de televisión Steve Harvey ganó popularidad después de coronar por error a Miss Colombia en el certamen de Miss Universo de 2015.

El año pasado, hubo muchos años viejos con cubrebocas y con desinfectante de manos, un guiño a la furiosa pandemia, dijo Salazar.

Sin embargo, la razón principal por la que la tradición continúa es por las familias.

Salazar recuerda haber hecho años viejos con su abuelo cuando era pequeño. “Le metíamos pólvora al año viejo”, dijo, una práctica que ahora es ilegal en Colombia. “Y, pues, el que suene más duro era el más macho de toda la cuadra”.

Nicolás Franco, un ingeniero civil de Bogotá, la capital de Colombia, empezó a hacer años viejos hace seis años. Él y su familia pasaron la Navidad en Pereira, la región cafetera de Colombia. En Bogotá “no se ven mucho los años viejos”, dijo. Pero cuando viajó a Pereira, los vio en las calles.

Image

Nicolás Franco y su esposa, Marcela, con un año viejo que hicieron en 2020
Credit…Franco family

Franco, de 60 años, disfruta mucho con la idea de quemar las cosas malas del año. “Es como una limpieza”, dijo.

Camila Pava, de Cali, Colombia, trabaja en el área de la experiencia de los usuarios y dice que los años viejos son una forma de hacer un reinicio con su familia. Alrededor de las 11:30 p. m., en la víspera de Año Nuevo, toda su familia se sienta y escribe de lo que quieren deshacerse. “Puede ser personal, sobre el amor o sobre el mundo, como la covid”, dijo Pava, de 28 años.

Después, ponen los papeles en el sombrero, pantalón o camisa del año viejo, una pequeña muñeca de trapo que le regaló su tía. Mientras le prenden fuego al año viejo, tras comer 12 uvas y pedir 12 deseos, ella y su familia hablan de lo que quieren lograr y cambiar el próximo año. Para Pava, es catártico.

“Me encanta creer en ese poquito de magia”, dijo.