EN LA GRILLA

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*No piden permiso a narcos; sólo fue un malentendido

*El sexto distrito ¿a tres tercios entre cuatro opciones?

*Se va Carlos Alfredo Millán García, barzonista de cepa

 

FRANCISCO CHIQUETE

 

Resulta que no es cierto que las empresas mineras deban pedir permiso o pagar piso a los cárteles por trabajar en la sierra sinaloense: el problema es que malinterpretaron sus palabras. Ese viejo truco de los políticos mexicanos sirvió para minimizar uno de los problemas de imagen más fuertes que se han registrado en los últimos días.

En efecto, ya quedó desplazado aquel dicho del director de la empresa minera, Rob McEwen, en el sentido de que deben pedir permiso para poder ir a explorar zonas en las que suponen hay vetas, y que los cárteles se los dan o se los posponen para cuando terminen las siembras o las cosechas de droga correspondientes.

Hoy resulta que no son los cárteles, sino las comunidades, las que tienen esa relación con los representantes de la minera. Esa es la salida que se le da a un punto de escándalo que no sólo le dio la vuelta a Sinaloa, sino a todo el país e incluso a todo el mundo, pues los portales y periódicos de diversos países se interesaron en el asunto.

Es, insistimos, una salida acostumbrada por los políticos mexicanos. Cuando se les sale una declaración, o cuando la leen en frío y se arrepientes, la explicación más frecuente es que se malinterpretaron sus palabras, lo que equivale a que los periodistas se equivocan y a veces hasta actúan de mala fe. Es decir, ante las malas noticias, hay que matar al mensajero.

Matices aparte, que se pongan de acuerdo con las comunidades o que lo hagan con los personeros de la estructura del cartel fulano o zutano, no cambia nada. El hecho es que tienen que esperar a que se den los eventos o actividades ilícitas para que ellos puedan realizar las tareas que se han programado.

Quizá los funcionarios puedan llegar a sentirse satisfechos del desmentido, pero en el fondo no ganan nada porque los hechos están ahí. La influencia de los grupos delictivos en territorios que se saben fuera de control es una realidad absoluta.

Un exalcalde de esta región llevó un día a un grupo de periodistas para que supieran lo que se estaba haciendo en la sierra. Más de alguno preguntó ciscado si el viaje no era peligroso, aunque sólo fuera porque los malos confundiesen las camionetas o porque los sacara de onda que adelante fuese una patrulla policíaca, pero el anfitrión los tranquilizó diciéndoles que no, que se ninguna manera, que todo estaba bajo control y aunque había poblaciones solas “por problemas”, no había nada qué temer.

Semanas después se intentó un nuevo recorrido, que abortó, pero un poco más adelante pudo concretarse. La primera daba, inocente del significado de su infidencia, les dijo que no tenían de qué preocuparse, porque esta vez, a diferencia del viaje fallido, sí habían recibido la autorización para ir a hacer el viaje, así que no pasaría absolutamente nada. No pasó, en efecto.

Las gavillas que amenazan constantemente a la seguridad en la sierra sinaloense, y que la vulneran además, se mantienen en sus zonas de operación sin más problema que una persecución limitada después de haber cometido una barbaridad, siempre sin llegar a fondo porque es más fácil dar explicaciones que resultados definitivos.

LA DANZA ELECTORAL

Ayer nos referíamos a la situación en el octavo distrito, donde los dos partidos más grandes parecen ir cómodamente a reeditar la tradicional lucha bipartidista de los últimos años. En el sexto de entrada aparecen tres contendientes con posibilidades reales, y un cuarto con fuerza –por lo pronto teórica- como para hacerse notar.

Germán Escobar, el Partido Revolucionario Institucional, sigue siendo el enemigo a vencer. El dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias de Sinaloa conserva por lo menos la inercia de un partido que siempre ha triunfado en la demarcación electoral que hoy pelea, además de contar con diversos respaldos y alianzas, sobre todo con el magisterio de la sección 53, que refuerzan las expectativas normales.

Pero enfrente tiene a Nadia Haydee Vega Oliva, cuyo partido –Acción Nacional- ha venido construyendo una base electoral muy sólida, que si bien ha ido creciendo, no le ha sido suficiente todavía para alcanzar la victoria. Incluso hace tres años Francisca Corrales Corrales, del PRI, hizo c5recer la distancia a doce mil votos, precisamente contra Martín Pérez Torres, quien hoy busca la curul del octavo distrito.

Este año sin embargo, el panorama electoral tiene dos elementos diferentes: Víctor Antonio Corrales Burgueño, candidato independiente que trabaja con las afiladas estructuras del Partido Sinaloense, y que pudiera obligar a una elección dividida a tres tercios, de la que incluso aspira a ser el ganador, precisamente gracias a esa estructura y a la proyección personal que alcanzó como rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Y está el profesor Salomé Rodríguez, candidato de Nueve Alianza, quien por lo menos podría influir debilitando notoriamente al PRI, que todavía hace tres años era beneficiario de los votos que movilizaba el magisterio federal agrupado en el Panal. Salomé por supuesto, hace campaña no para que el PRI tropiece, sino para ganar él mismo.

Acá la izquierda parece estar destinada a una participación testimonial, tanto a través del PRD como de Morena. Es probable que a los demás contendiente el distrito no les aporte ni el porcentaje electoral de sobrevivencia proporcional.

ADIÓS AL GRAN CARLOS

ALFREDO MILLÁN GARCÍA

Carlos Millán fue un apasionado de la política, aunque ésta le dio poco.

Empezó con el pie derecho, como funcionario de ola Reforma Agraria cuando la ola sinaloense se apropió de esa dependencia. Mantuvo algunos cargos interesantes, aunque de mediano nivel, mientras Antonio Toledo Corro fue el titular. Con él se vino a Sinaloa encandilado por los puestos del gobierno del estado, a pesar del duro inicio de su trato con el tigre de Escuinapa.

Lo fue a buscar a la Cámara de Diputados cuando Toledo era representante del cuarto distrito sinaloense. Lo descubrió entre un grupo de legisladores y se le lanzó entusiasta al grito de “padrino”. Toledo, que no tenía por qué reconocer a las decenas de alumnos de derecho que apadrinó en su graduación, pensó que el bólido que se le enfilaba iba con malas intenciones, se sacó, tropezó a sus colegas y de paso, con el puro, quemó el fino traje que portaba uno de ellos.

Desde luego, no hubo gestión. La petición de apoyo quedó inédita, sepultada bajo la pena que años después relataba con grandes carcajadas en tertulias con Abraham García Ibarra, figura protectora de la pandilla del departamento de la colonia del Valle –Providencia 332-4-, donde Roberto Gárate, Toño Torres Ochoa y el desaparecido Chencho Beytia armaban con Carlos la cuarteta de mosqueteros que dio asilo a muchos sinaloenses de la diáspora (yo entre ellos).

Ya en Sinaloa Alfredo fue uno de los militantes críticos del PRI, hecho que lo fue llevando por otros derroteros. Como además eran los tiempos en que el tricolor empezó a perder de a tiro por viaje, la emigración no fue muy dolorosa. Apareció un día en el Barzón, dando la batalla contra los bancos e instituciones abusonas que se quedaban con el patrimonio de la gente pobre.

Encabezó muchos plantones y evitó muchos remates de viviendas comprometidas con hipotecas impagables. De ahí brincó a la primera experiencia contemporánea de un partido local: el Partido Barzonista Sinaloense, que por desgracia no hizo huesos viejos. A Millán le tocó la etapa del entierro.

Sus últimos conocidos lo ubican por la religión del café, a la que sac4rificaron horas y horas, pero también restaurantes, negocios y sitios donde aceptaban a su cofradía. Desde ayer es velado en el Renacimiento tras veinte días de lucha contra la septicemia que le causó el apéndice reventada justo, como él decía, en la flor de la edad.