EN LA GRILLA

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*¿Hasta dónde llegó la infiltración oficial?

*María Ferré, hasta la carrera presidencial

*Desentierra la marea viejos vicios oficiales

 

FRANCISCO CHIQUETE

 

Felipe Calderón llevó al país a una guerra frontal contra el crimen organizado. Es función del estado combatir a esos grupos y expresiones, por supuesto, pero es función del gobernante saber qué hace y cómo lo hace. Calderón confesó que al momento de tomar la decisión, no sabía hasta dónde estaba infiltrado el ámbito policíaco y el estado en general.

Es frecuente que los gobernantes surgidos de la oposición incurran en errores de cálculo de ese tipo, y no porque los otros sean una lumbrera, sino porque el opositor suele denunciar irregularidades y crímenes atroces, sin preocuparse no sólo por tener una base en sus señalamientos, sino por saber cómo es que funcionan realmente las instancias del gobierno. Y eso que para cuando Calderón fue presidente, Acción Nacional ya tenía seis años al frente del país, durante los cuales fue miembro del gabinete.

El gobierno de Enrique Peña Nieto estudió el asunto y le encontró la solución perfecta para bajar la presión: dejar de tener al tema de la criminalidad como su principal preocupación pública. Nada de andarse rasgando las vestiduras en público por los daños que genera el narco, ni mucho menos hacer del tema el asunto central de las giras internacionales.

En unos cuantos meses las matanzas dejaron de ser el principal foco de discusión, aunque por supuesto no han desaparecido ni mucho menos. Contra lo esperado, en el gobierno priísta se ha seguido casi al pie de la letra la forma de actuar del régimen calderonista, excepto en el manejo público del tema: capos detenidos, anuncios espectaculares sobre logros como la caída del Chapo Guzmán, magnificación de otras detenciones de presuntos capos regionales que nos hacen pensar en que el crimen organizado tiene estructuras más burocráticas que las del gobierno, a juzgar por el número de jefes y jefes que son detenidos a lo largo del año.

Por supuesto, el resultado es el mismo en un caso y otro: los cárteles siguen operando con impunidad y con soltura, y en las regiones donde se les han asestado golpes fuertes, los criminales han migrado hacia otros delitos que se agravan, se potencian, sin que las policías acierten a desentrañar los misterios del robo de vehículos, de los secuestros, de las extorsiones.

Estados Unidos les acaba de dar una nueva señal de por dónde pueden obtenerse resultados. No descubrió ninguna fórmula novedosa, pero sí golpeó en un punto que muestra las implicaciones del narco en actividades que se suponen ajenas.

Es el caso de la empresa sinaloense María Ferré, cuyo propietario Luis Ignacio Muñoz Orozco es perseguido bajo la acusación de que lavaba dinero para alguno de los cárteles. Contra lo que ocurre en otras ocasiones, la operación Fashion del gobierno estadunidense, establece mecánicas de operación, justificaciones de partidas que esta empresa introducía al país e incluso las relaciona con casos específicos del tráfico de drogas y las relaciones entre grupos y personajes del cártel.

En muchas ocasiones se ha hablado de una notoria inacción del gobierno mexicano en el manejo de los recursos del narcotráfico. No hay persecución de las empresas que lavan dinero ni mucho menos intercepción de los flujos de efectivo, que le dan tanto poder corruptor y organizacional, especialmente al momento de financiar nuevas operaciones y de adquirir armamento.

Se ha referido al caso de María Ferré como ejemplar de la infiltración delictiva porque el propietario llegó a ser funcionario de muy alto nivel en la Secretaría de Desarrollo Social, cuando Heriberto Félix Guerra era el titular. Fue jefe de la oficina del propio secretario: mayor cercanía, imposible, un espacio muy atractivo incluso para quien maneja una empresa con treinta y dos filiales en diferentes estados de la República.

Por supuesto, Félix Guerra sólo ha sido mencionado en su calidad de jefe de Muñoz Orozco. En ningún momento se le ha vinculado con las acciones de lavado ni de la empresa, pero queda demostrado el acceso que tienen partícipes de la delincuencia en los altos niveles del gobierno o de la política, pues hay que recordar que si Félix Guerra fue llevado a esa secretaría, fue porque el presidente Calderón tenía la necesidad de ir midiendo el crecimiento de personajes viables para la candidatura presidencial panista, a la que Félix Guerra aspiró y todavía aspira, según dicen algunos de sus cercanos.

Si el caso de dinero blanqueado a través de María Ferré fue único, fortuito a desconocido por el propietario, a pesar de la contundencia de los datos que se han divulgado oficialmente en los Estados Unidos, sigue siendo un ejemplo de hasta dónde pueden llegar las cosas en la infiltración de empresas y sobre todo, en la inacción gubernamental.

Otro punto grave es que ya nadie tiene el monopolio de la complicidad o la utilización de parte del crimen organizado. Los políticos de Acción Nacional reservaron siempre ese señalamiento para los priístas, y hoy, cuando todavía es joven la alternancia de partidos en los diversos espacios de gobierno, tenemos decenas de ejemplos de cada color, para desgracia del país.

EL ORDEN QUE NADIE

HA QUERIDO PONER

Con frecuencia se habla de la irregularidad en que se asentaron decenas de colonias populares de Mazatlán. Líderes usualmente corruptos escogían terrenos federales inundables e incluso inundados para crear nuevos asentamientos sobre los que ejercerían dominio político y de los que obtendrían pingües ganancias cuyo agotamiento era la señal para ir a crear otra colonia.

Después el negocio se amplió a la invasión de terrenos particulares también inhabitables, casi siempre de acuerdo con los propietarios, quienes encontraban así una salida comercial a herencias o apropiaciones que parecían no tener futuro.

Hoy las cosas se hacen de otro modo: un arreglo con las autoridades correspondientes y aparecen fraccionamientos “con todas las de la ley” que se sumergen en las aguas pluviales después de la primera lluvia importante, sin necesidad de que vengan ciclones.

Pero hay otros usos del suelo que no son cuestionados y que resultan igualmente riesgosos, sin que autoridad alguna intervenga, porque ahí los intereses son más que poderosos.

El paso de Norbert mostró que las palapas de la playa norte y de la Isla de la Piedra no reunían los requisitos de seguridad necesarios y que incluso las ampliaciones a la banqueta del malecón se hicieron sin tomar en consideración los elementos indispensables para que un malecón pudiese conservarse intacto.

Cuando entrevistamos a un responsable del área nos contestó simplemente que los dueños de aquellos negocios tendrían que asumir los costos de su ubicación, que el gobierno federal les concesionó a petición de ellos mismos. Así nomás, como si cualquier persona pudiese escoger un pedazo de playa, tramitar la concesión y obtenerla.

Hace unas décadas, hoteles construidos en la Playa Las Gaviotas y aproximaciones, construyeron espuelas para garantizarse la presencia permanente de buenas arenas que los hiciesen atractivos al visitante. Cada nueva espuela descobijaba a otro hotel o a otro restaurante con frente de playa, pero todo quedó en reclamos periodísticos.

Hoy en toda esa franja aparecen construcciones deterioradas e incluso algunas que habían quedado sepultadas bajo la arena y que constituyen antecedentes de la impunidad de otros tiempos, ratificada en estos.

Una empresa –Cafica- que siempre ha estado bien con los alcaldes de todos los partidos y con los gobiernos estatales de todas las tendencias está siendo denunciada en las redes sociales por viejas construcciones; los hoteles contiguos traen también daños importantes y hay edificios de departamentos o de condominios que amenazan con venirse abajo.

No es un problema de quienes pidieron y obtuvieron concesiones. Es el desorden que ha existido durante muchos años a la sombra de amiguismos, mordidas, extorsiones, influyentismo.

Por supuesto que es imposible volver a los tiempos en que existían las Lagunas del Camarón y de Las Gaviotas, pero la naturaleza está dando la oportunidad de rectificar algunas cosas que además mejoren las condiciones en que se ofrecen servicios turísticos, que por cierto es una actividad que depende cada vez más del respeto a la naturaleza.