La guerra del cártel se intensifica; ya no se pueden eludir los enfrentamientos; lista la ley Orgánica de la UAS ¿y ahora qué?
FRANCISCO CHIQUETE
La guerra interna del cártel de Sinaloa llega a un punto en que la población entera de Culiacán entra en el terror, las autoridades en la desesperación, y el presidente se mantiene en la negación, buscando a quién culpar de todo esto.
Incluso la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, ha repetido casi mecánicamente la teoría lópezobradorista de que las cosas se están haciendo bien, y no se puede entrar a combatir el problema con más fuego, porque eso pone en riesgo a la población. La base para esta aseveración, por supuesto, es la declaratoria de guerra que hizo Felipe Calderón a las organizaciones delictivas.
Parece mentira que casi doce años después de terminado su periodo de gobierno (ciertamente errático), Calderón siga marcando los caminos por los que circula la llamada Cuarta Transformación, ya en su arranque, ya en su anunciado segundo piso. La primera vez que se argumentó la seguridad de la población como justificante para no actuar, muchos terminamos por dar la razón al presidente Andrés Manuel López Obrador. Haber retenido a Ovidio Guzmán tras su captura en el primer Culiacanazo, habría provocado la muerte de muchos civiles ajenos al operativo y al conflicto. Fue una dololorsa derrota a la legalidad, a la prevalencia del estado como poseedor exclusivo del derecho al uso de la fuerza, pero evitar una matazón era un buen pago a cambio de ese lamentable antecedente.
Pero después de eso no pasó nada estructural. Vinieron de nuevo y se llevaron a Ovidio en un operativo más efectivo (el segundo Culiacanazo), pero no tocaron el fondo del problema, la verdadera amenaza para Sinaloa: la existencia de un ejército irregular, con amplísima capacidad de fuego y de movilización, que hoy hace una especie de guerra de guerrillas para dirimir cuentas que la sociedad paga con muertes injustas, con terror, con inmovilidad, con más pobreza.
¿Y qué dice el presidente? Que “lo de Sinaloa no es un asunto mayor”.
El gobernador sabe que sus fuerzas regionales no tienen capacidad para enfrentar esta situación. Por eso ha hecho llamado tras llamado a la federación y allá le dicen que sí, que nos van a ayudar, pero al menos para este capítulo, cualquier ayuda llega tarde. Por muchos soldados que envíen, por muchas tropas tácticas y equipadas que envíen, no van a poder detener a quienes van dispuestos a entregar la vida a cambio de cobrar la de sus enemigos. Sobre todo si como confesó el presidente adornándose como “humanista”, traen instrucciones de evitar los enfrentamientos.
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No bubo día de la semana en que no se presentaran acontecimientos lamentables e intimidantes, y por si fuera poco, los del fin de semana ya se salieron de la focalización que se les ha atribuido. Lo de este sábado fue más impresionante que las famosas series de narcos que nos han dado proyección mundial, no como productores televisivos o cinematográficos, sino como teatro de los acontecimientos.
LA CUOTA DE SANGRE
DEL EJÉRCITO
La situación se ha puesto tan grave, que ya las tropas no han podido cumplir la instrucción de evitar los enfrentamientos. Pese a que sólo actúan como reacción ante balaceras, ostentación de armas o agresiones a la movilidad de la población (bloqueos en avenidas, carreteras, lanzamiento de ponchallantas), han llegado momentos en que el ejército ha alcanzado a los delincuentes y han sido agredidos e intercambiado balazos. Hay soldados muertos y heridos. Nadie le puede regatear a las tropas el valor con que enfrentan el problema.
Lo malo es que los mandan de bomberos, sin que exista un trabajo preventivo, una tarea de inteligencia que ayude a evitar las movilizaciones ilegales. Lo que se ha cultivado ha sido la impunidad. ¿Qué muchacho, considerando que no le va a pasar nada, deja ir los espejismos de mucho dinero, camionetones, armas apantalladoras y muchachas atraídas por la cultura buchona, a cambio de una beca para estudiar o una inscripción al programa de jóvenes construyendo futuro? Porque lo peor de todo es que muchos toman las dos opciones.
¿Veremos este lunes a la secretaria de Educación Pública y Cultura de Sinaloa, Catalina Esparza Navarrete en un video reclamando por la inasistencia del alumnado? Yo no veo por ningún lado el peligro, dijo en un posteo que rápidamente se hizo viral por todo el país. En el transcurso de los días los padres empezaron a regresar, a llevar a sus hijos, porque aparentemente los agarrones ya sólo eran nocturnos, pero después de lo ocurrido en la Plaza Comercial Cuatro Ríos, los ánimos se vuelven a ir por los suelos.
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