DECALOGO DEL POPULISMO.

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Cedo mi columna de este viernes a un texto que escribió en el 2005 Enrique Frauze, al que denominó Decálogo del Populismo. A 15 años de distancia sus tesis siguen vigentes.

1.- EL POPULISMO EXALTA AL LÍDER CARISMÁTICO.
No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buenaUna vez y para siempre, los problemas del pueblo. “La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra o del gran demagogo –recuerda Max Weber– no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, ‘vive para su obra’. Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el pueblo, su séquito y su partido”.
2) EL POPULISTA NO SOLO USA Y ABUSA DE LA PALABRA: SE APODERA DE ELLA.
La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, “alumbra el camino”, y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios.
3) EL POPULISMO FABRICA LA VERDAD.
Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino “Vox populi, vox dei”. Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno ‘popular’ interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión.
4) EL POPULISTA UTILIZA DE MODO DISCRECIONAL LOS FONDOS PÚBLICOS.
No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, o para ambas cosas, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.
5) EL POPULISTA REPARTE DIRECTAMENTE LA RIQUEZA.

Lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en países pobres, donde hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. “¡Ustedes tienen el deber de pedir!”, exclamaba Evita
6) EL POPULISTA ALIENTA EL ODIO DE CLASES.
Las revoluciones en las democracias –explica Aristóteles, citando ‘multitud de casos’– son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos”. El contenido de esa “intemperancia” fue el odio contra los ricos; “unas veces por su política de delaciones… y otras atacándolos como clase, (los demagogos) concitan contra ellos al pueblo”. Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a “los ricos” (a quienes acusan a menudo de ser “antinacionales”), pero atraen a los “empresarios patrióticos” que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.
7) EL POPULISTA MOVILIZA PERMANENTEMENTE A LOS GRUPOS SOCIALES.
El populismo apela, organiza, enardece a las masas. La plaza pública es un teatro donde aparece ‘su Majestad el Pueblo’ para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra ‘los malos’ de dentro y fuera. ‘El pueblo’, claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas en un voto y representadas por un Parlamento; ni siquiera la encarnación de la “voluntad general” de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante que caracterizó otro clásico (Marx, no Carlos sino Groucho): “El poder para los que gritan ‘¡el poder para el pueblo!’”.
8) EL POPULISMO FUSTIGA POR SISTEMA AL ‘ENEMIGO EXTERIOR’.
Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera. La Argentina peronista reavivó las viejas (y explicables) pasiones antiestadounidenses que hervían en Iberoamérica desde la guerra del 98, pero Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen.Por su parte.
9) EL POPULISMO DESPRECIA EL ORDEN LEGAL.
Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la ‘ley natural’ y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre. Por eso, una vez en el poder (como Chávez), el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la ‘justicia directa’ (“popular”, “bolivariana”), remedo de una Fuenteovejuna que, para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta. Hoy por hoy, el Congreso y la judicatura son un apéndice de Chávez, igual que en Argentina lo eran de Perón y Evita, quienes suprimieron la inmunidad parlamentaria y depuraron, a su conveniencia, el Poder Judicial.
10) EL POPULISMO MINA, DOMINA Y, EN ÚLTIMO TÉRMINO, DOMESTICA O CANCELA LAS INSTITUCIONES DE LA DEMOCRACIA LIBERAL.
El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la ‘voluntad popular’. En el límite de su carrera, Evita buscó la candidatura a la Vicepresidencia de la República. Perón se negó a apoyarla. De haber sobrevivido, ¿es impensable imaginarla tramando el derrocamiento de su marido? No por casualidad, en sus aciagos tiempos de actriz radiofónica, había representado a Catalina la Grande.