Creo en usted; así le respondió un mesero a Mario Zamora

0
614

 

Desde la barra de servicio, José Trinidad no dejó de prestar atención a aquel diálogo del que parecía ajeno. Mario Zamora reviraba hacia él, lo seguía a discreción.

El próximo gobernador de Sinaloa sostenía una reunión con ingenieros y arquitectos de Mazatlán. Se discutía sobre obras, el desarrollo del puerto, las inversiones inmobiliarias, pavimentación de calles.

José Trinidad no perdía hilo. Frente a él tenía listos una veintena de platos con cacahuates y galletas para los asistentes. El Colegio de Ingenieros Civiles de Mazatlán lo había contratado como mesero.

José Trinidad tiene otro trabajo. Desde hace años se dedica a lavar carros por las calles 5 de Mayo y Canizalez, en el Centro Histórico de Mazatlán. Su empleo de mesero le representa otro ingreso.

Ya había entregado algunas de sus tarjetas de presentación con el número de teléfono en el que lo pueden contactar: “Servicio de Meseros y Cantineros para todo tipo de Evento Social. Seriedad, profesionalismo y buen precio”.

Mario Zamora intentó alargar la plática con los ingenieros y arquitectos. Les pidió que expresaran más inquietudes. En eso vio la oportunidad de acercarse al mesero que lo había estado mirando durante toda la reunión.

Zamora caminó hacia la barra de servicio del Colegio de Ingenieros Civiles de Mazatlán. Micrófono en mano fue en busca de José Trinidad, que seguía atento al flujo de la charla.

El próximo gobernador de Sinaloa libró la barra de servicio y llegó hasta el mesero.

“A ver, ¿usted qué opina?”, le preguntó Mario Zamora a boca de jarro.

José Trinidad no se arredró ante el candidato a la gubernatura ni el micrófono. El mesero le respondió:

“Yo opino que usted es el mejor candidato”.

Luego Mario Zamora quiso saber más. Y le soltó una segunda pregunta.

“¿Cree en todo lo que dije?, le cuestionó Zamora respecto a todo lo que se había hablado en la reunión.

José Trinidad no respondió lo que el candidato quería escuchar. José Trinidad le respondió otra cosa.

“Creo en usted”, le dijo el mesero. Y la cascada de aplausos resonó en el salón.