Anécdotas de este reportero por Fernando Zepeda

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Camarón para el Comandante

Corría el sexenio que encabezó Antonio Toledo Corro. Los operativos en contra del contrabando de camarón, la violación a la veda y la anarquía que existía en las pesquerías del sur de Sinaloa, crecía sin que ninguna autoridad hiciera su trabajo.

Las áreas pesqueras de la zona sur de Sinaloa, el sistema lagunario más importante del país el Huizache-Caimanero las Cabras, sufría de un asedio constante. Cientos de pescadores libres violaban la veda del camarón. Los conflictos entre las cooperativas conocidas como “tradicionales” y las de “nueva creación” amenazaban con incendiar los campos pesqueros. Los cooperativistas ante la falta de apoyo oficial se organizaron. Ellos crearon “volantas” de inspección destinadas para cuidar el camarón y evitar que se violara la veda. Famosos fueron los grupos de socios de la Cooperativa La Sinaloense asentada en Villa Unión, que se ganaron la fama de crueles.

Ellos no entregaban a los pescadores furtivos sorprendidos violando la veda a las autoridades. Ellos los castigaban. Los desnudaban en los esteros. Los azotaban con colas de mantarraya. Quedaban muy mal heridos. Otros corrían la suerte de ser desnudados y amarrados a un árbol, para que los “jejenes” hicieron el trabajo de tortura. El gobierno se vio precisado en intervenir. Se realizaron operativos de vigilancia en los que participaban elementos de Marina, agentes de la policía municipal de Mazatlán, El Rosario y Escuinapa, según la zona a la que pertenecían los esteros. Se instalaron retenes. Se buscaba frenar con todo el saqueo de los esteros.

La historia comienza en la carretera Agua Verde-El Rosario. Caía la tarde. Ahí se encontraba un “reten” de policías municipales y estatales. Dos camionetas oficiales de la entonces Octava Zona Naval aparecieron en el horizonte. Venían de la zona pesquera con rumbo a El Rosario. Los policías que realizaban el “reten” les marcaron el alto. Los marinos no se resistieron. Eran solamente los choferes que conducían las unidades militares. Uno de ellos bajó y pidió hablar con el “jefe” del retén. El marino le mostró un documento. El oficial de policía lo leyó. Junto con otros agentes se acercaron a la camioneta y descubrieron la lona que ocultaba por lo menos 300 kilos de camarón.

En esos momentos había “veda” y estaba estrictamente prohibido capturar y transportar camarón. Esa era la orden. Y eso machacaban en todos los medios de comunicación las autoridades. Había muchos agentes de policía. El comandante no podía darse el lujo de permitir el paso de los marinos con el cargamento que llevaban. Entonces tomó la decisión de llevarse a los marinos y las dos camionetas hasta las instalaciones del Ministerio Público de El Rosario. El titular de esa oficina entonces Ignacio Razo Burgueño, recibió las unidades cargadas con el camarón y mantuvo en calidad de detenidos a los dos marinos. Notificó de inmediato a sus superiores en Culiacán. Nadie quería asumir la responsabilidad. Fue cuando alrededor de las siete de la noche, el Agente del MP de El Rosario Ignacio Razo Burgueño se comunicó telefónicamente con este reportero.

Me encontraba en la redacción de El Noroeste. Nacho Razo era amigo mío. No terminaba de explicarme los pormenores de lo que llamó “decomiso” y la detención de dos elementos de Marina, cuando casi a gritos me informó que estaban llegando a las instalaciones del MP varios vehículos de Marina cargados con elementos fuertemente armados. “Escúchalos”, me decía. Pero al otro lado del teléfono no lograba escuchar nada. “Han rodeado la oficina…Y vienen a rescatar a sus dos elementos y seguramente llevarse las camionetas”. Fue entonces que le pedí que me enviara “vía Fax” el acta que se había levantado del caso. Lo hizo casi de inmediato. Y el documento oficial llegó a mis manos. Apenas lo leí corrí hasta donde se encontraba Joel Díaz Fonseca, el Jefe de Redacción. Ahí los dos nos pusimos de acuerdo. Y comencé a redactar la nota.

En el acta elaborada en el MP se mencionaba los nombres de ambos militares que conducían cada una de las dos camionetas. Y lo impactante: “Se les ordenó acudir al estero para cargar camarón que sería destinado para una fiesta del Comandante de la Zona Naval”, en aquellos momentos el Vicealmirante Armando Martínez Flores. Los marinos declararon que el Comandante les había dado la orden y que solamente estaban cumpliéndola. Minutos después y ya que había terminado de escribir la nota, me comuniqué con Nacho Razo a El Rosario. Le pregunte que había pasado. Si los Marinos ya se habían retirado. Y si se llevaron a los detenidos. Me respondió nervioso: “Pues que querías que hiciera. Los marinos armados se metieron a las oficinas. Y se llevaron a los dos detenidos y a las camionetas. -Con todo y camarón- le pregunté. ¡Pues claro!. De loco me les opongo, venían con órdenes de llevárselos como sea.

Al día siguiente la noticia principal de Noroeste fue: “Comandante de Marina convertido en “changuero” como se les conocía a los que violaban las vedas del camarón. El día de la publicación no daban ni las nueve de la mañana cuando a mi domicilio se presentaron unos oficiales de Marina que habían llegado a bordo de un vehículo oficial. Tocaron a la puerta. Salí y me informaron que el “Comandante” quiere verlo en su oficina. Les pedí que me permitieran pasar por las instalaciones de Noroeste ubicadas en aquel momento cerca de la Central Camionera. Llegué a la oficina y le pedí al compañero fotógrafo Armando Montalvo que me acompañara a las instalaciones de Marina. Creo que la unidad de Marina nos seguía a distancia prudente.

 

Llegamos a las instalaciones de la zona naval ubicada por la Avenida Gabriel Leyva y apenas nos anunciamos en el acceso, el portón se abrió. Un oficial nos dijo que el Comandante nos estaba esperando y nos condujo hasta su oficina. El Vicealmirante Armando Martínez Flores un hombre alto, fornido nos recibió. Su rostro estaba rojo. Un ceño de coraje era evidente. Se levanto de su sillón y nos indicó con el dedo que nos sentáramos. Ahí sentí que mejor seria quedarse parado para obviar lo que el Comandante dijera y salir lo más pronto posible.

El ambiente estaba tenso. Y como seguimos parados, la orden de sentarnos fue tajante. Y nos sentamos. Martínez Flores negó en todos los tonos que él hubiera ordenado transportar camarón en vehículos oficiales y mucho menos para una fiesta organizada en su honor. “Yo no pude haber ordenado eso porque estaba precisamente en esos momentos en La Paz”. Y mostró los boletos de avión. Dijo que había detenido a los dos marinos. Y repitió una y otra vez, por lo menos en cinco ocasiones que él no tenia nada que ver. Y que se actuaría en contra del Ministerio Público por falsear informes. De mi no dijo nada. Solo me exigió que aclarara la nota. Fue entonces cuando saque de mi bolsa del pantalón una copia del acta de la detención de los dos marinos donde se decía quien les había ordenado trasladarse a los esteros de El Rosario y cargar camarón para la fiesta del Comandante Martínez Flores.

Puse el papel en el escritorio del Comandante. Le dije ahí está el documento que prueba lo que escribí. Le comenté que sus boletos de avión que nos presentó pudieron haber sido de otras personas. Y que no era necesario que él estuviera en Mazatlán para ordenar lo que dijeron que les ordenaron a los dos marinos. Algo pasó en ese momento que la violenta actitud del Vicealmirante Martínez Flores bajó de intensidad. Había recibido una llamada telefónica que con insistencia su ayudante afuera de la oficina le pedía que atendiera.

Levantó el auricular y respondió con monosílabos: “Si señor…Muy bien señor…Entendido señor”. Aproveché el momento para disculparme con el Comandante de Marina, le dije que teníamos que acudir a otro evento. Y le pedí a mi compañero Armando Montalvo que saliéramos de la oficina. Los metros que recorrimos desde el despacho el Vicealmirante hasta el portón se nos hicieron eternos. Al fin afuera rápido abordamos el carro y nos retiramos lo más rápido posible de las instalaciones militares.

A cada rato le pedía a Montalvo fíjate que no nos sigan. Fíjate por favor. Y le metí toda la velocidad al Volkswagen viejito que tenía. Regresamos al periódico. Me volví a reunir con Joel. Y de inmediato me puse a escribir el encuentro con el Vicealmirante. Al tiempo supe porqué le “bajó” de intensidad el coraje al Vicealmirante. Quien lo llamó por teléfono desde la Ciudad de México fue el Subsecretario de Marina el Almirante David Zepeda Torres. El propio Subsecretario meses después me platicó. El Almirante David Zepeda Torres es mi tío, que se retiró años después y que hace poco acaba de fallecer. Eso me salvo de la ira contenida del Comandante de Marina.