ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ
De aquélla, mi niñez, hasta ahora que cumplí sesenta y tantos años (youtube) cuántas cosas han desparecido. Desaparecieron, por ejemplo, los refajos y las faldillas ante el embate de telas menos traslúcidas, aunque en cierta forma más transparentes; quedaron en el pasado la glostora y las peinetas que se ponía mi abuela; el petate y el metate huyeron veloces a las zonas más marginales; las lavadoras de dos patas (Fox dixit), se convirtieron en furibundas feministas. Máquinas remintong fueron mandadas al olvido por la invención de las computadoras. Los automóviles se llevaron a los caballos para quedarse como los centros de locomoción por excelencia. Y sigue…
También se fueron de nuestras vidas el molcajete, el soplador y el chiquihuite, pues ahora sólo se les puede encontrar en el juego de la lotería casera, esa que une y desune a las familias de tarde en tarde, cuando no hay telenovelas en la programación de televisa. Han desaparecido las lavativas, a las que tanto miedo teníamos cuando éramos niños; se han ido también las bacinicas y otros artilugios que nos protegían de ir al excusado en la noche, porque que estaba a veinte metros de la casa y se nos podía aparecer algún fantasma y los nahuales fornicadores. Cuántas y cuántas cosas se fueron, y se nos fueron y ni adiós nos dijeron; pero tampoco nosotros tuvimos la dignidad de despedirlas con un gesto de piadoso respecto.
LAS SEÑALES DEL PAÑUELO.
Una prenda emblemática que el viento también se llevó fue Pañuelo. El pañuelo fue un objeto decorativo en la testa de los hombres del siglo XIX, como mi generalísimo Morelos, por ejemplo; fue también una pieza que usaban los campesinos en el cuello para mostrar su valor o para evitar que les corriera el sudor desde la cara hasta salva sea la parte. Ah, y por supuesto con el pañuelo los enamorados sellaban su compromiso de amor eterno, que por lo general terminaba diluyéndose en la cama.
Esta forma de juramento puede verse en la película de Tizoc, que fue protagonizada por Pedro Infante y María Feliz. Es cierto, las historias de amor se enredaban en los pañuelos de seda, que eran bordados con letras de “oro o plata” con los nombres bordados de sus propietarios.
Cuando las mujeres y los hombres fueron educados como estancos separados, a través del pañuelo se creó un lenguaje que los comunicaba. Con simples pero significativos movimientos de esa prenda, una mujer podía manifestar el interés por un hombre e iniciar el contacto con él. Para este propósito se idearon claves; por ejemplo cuando una dama dejaba caer intencionadamente el pañuelo, le indicaba a su galán que deseaba iniciar el cortejo amoroso.
Doblar el pañuelo lentamente o pasar la prenda por la oreja izquierda, era otra manera con la que la mujer expresaba su deseo de iniciar una conversación con el chico de sus amores. Cuando mujer fingía estar interesada en las letras bordadas de su pañuelo, lo que en realidad pretendía era informar a su muchacho que aparecía en sus sueños que había leído su carta. A estas señas se le llamó el lenguaje silencioso del amor. Además el pañuelo era señal de distinción social, por ello esta pieza de popularizó en toda Europa.
LOS PAÑUELOS EN LA MÚSICA Y LA POESÍA.
Pero qué decir del papel que jugaba el Pañuelo en el tejido de los poemas y las canciones: Ya tu pañuelo se va agitando en la inmensidad/ como bandera de la soledad, que dice adiós/ como gaviotas que abren alas sus bajo el cielo azul/// Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano/ como pañuelos blancos del adiós que viajan en las nubes/ el viento las sacude con sus viajeras manos/ el innumerable corazón del viento/ latiendo sobre nuestro silencio enamorado/// Pero hablando de pañuelos ninguna canción tan hermosa con Río Rebelde, cantada por supuesto por mi compadre Gilberto Valenzuela “El Sahuaripa”: Tiré tu pañuelo al río para mirarlo como se hundía/ era el último recuerdo de tu cariño que yo tenía/ se fue yendo despacito como tu amor/ pero el río hundía….
Pero el pañuelo se expresa también en los piropos: Del cielo cayó un pañuelo bordado de mil colores y en cada esquina decía: niñita de mis amores///. Del cielo cayó un pañuelo/ bordado con seda negra/ y aunque tu padre no quiera/ tu madre será mi suegra/// Del cielo cayó un pañuelo con tres picos dorados, en cada pico decía estamos enamorados. Del cielo cayó un pañuelo y en tus rizos se ha prendido, dime que tienen tus ojos que en ellos me he perdido/// Y que decir de un verso de Sabina: “Estos labios saben a despedida/a vinagre en las heridas/ a pañuelo en la estación/// Quisiera estar bordando mi pañuelo en tu alma/// El dolor que no puedo llorar es un pañuelo.
EL CATARRO Y LOS PAÑUELOS.
Antes de que de que se inventará la penicilina y al catarro se le llamara gripe, este mal era una epidemia sobre todo entre los pobres del mundo, casi lo mismo que la peste y el cólera. La pobreza, que conjuga una pésima alimentación con condiciones severas de insalubridad, producía y aún produce enfermedades virales del sistema respiratorio. Y ya infectado el sistema pulmonar por los virus, las bacterias aprovechaban esa circunstancia para meterse hasta el tuétano en todos los recovecos de los pulmones y sus alrededores, produciendo catarros crónicos que expulsaban por la nariz y la boca un moco verde, pestilente y sanguinolento (sanguinoliento, decíamos), que nomás de verlo y olerlo no hacía vomitar, y todavía cuando me acuerdo de esa masa pestilente adornada con sangre se me revuelven las tripas y….
En estas calamitosas condiciones había que traer un pañuelo en la bolsa derecha del pantalón. Esta costumbre estaba tan arraigada que era una especie de mandato de los higienistas de aquel tiempo. Había que evitar que un gargajo o un espantoso estornudo rociaran a la gente que convivía con los catarrientos, que por lo general éramos todos. De ahí que el pañuelo fuera una prenda indispensable para la asepsia, el decoro, la integridad física, moral y hasta amorosa de los “tísicos”, como se nos decía en ese tiempo.
Seguramente el pañuelo de la bolsa derecha tuvo esa función desde tiempos inmemoriales; pero se volvió como una costra ceñida a la nariz en aquella tierra de donde somos los yoremes. Seguramente García Márquez si hubiera vivido en los polvos del bajo río Mayo, habría escrito el amor en los tiempos del catarro constipado.
EL PAÑUELO Y QUIÉNES TENÍAN DERECHO A USARLO.
Pero también entre la pobrería había niveles. Como los niños de esa época éramos invisibles, por lo general no teníamos derecho a usar pañuelos como los adultos, cuya frontera empezaba con los frisaban la edad de merecer y que andaban más lurios que una vaca loca, pero eso sí con su pañuelo en la bolsa derecha.
Por cierto, cuando el pañuelos eran usados entre la gente tenía que adelantársele al estornudo y el gargajo había que echarlo en esa pieza porque no podía tragarse o escupirlo para que no hiciera gomitas el respetable, de tal suerte que el pañuelo terminaba lleno de mocos verdes y pestilentes; se ahí que fuera un verdadero arte doblarlo y echárselo de nuevo a la bolsa. Pero si se nos venía otro gargajo o estornudo había sacar de nuevo el pañuelo y, no pocas veces al ponérnoslo en la cara y a veces quedábamos embarrados hasta los ojos de ese líquido non grato, lo cual no era nada decoroso.
Antes de que la UNICEF se inventara, los niños no tenían el derecho a traer un pañuelo, entre otras mutilaciones que se les imponían en esa época en que no había penicilina. Los niños se limpiábamos los mocos que nos fluían con la parte superior del antebrazo, pero lo hacían con tal fuerza y recurrencia que nos producían una llaga azulosa en el cachete derecho. No sé que hubiera escrito Juan Ramón Jiménez en su Platero y Yo, sino nos hubiera visto. Seguramente de esa época en que los remedios caseros le hacían los mandados al acatarro constipado. Desde esa época viene el mote que le han puesto a los niños. Les decían mocosos a rajatabla.
ADIÓS AL PAÑUELO.
Con los días y los años el catarro constipado despareció y con él también chuparon faros los pañuelos limpiamocos que tantos paros nos hicieron y que, al mismo tiempo, tantas vergüenzas nos causaron: la penicilina los retiro del mercado, de un mercado que aquellos tiempos eran una mercancía que constituía una de las partes más importantes de la canasta básica; pero además para limpiarse los mocos modernos que producen las gripas, pulmonías y neumonías, se inventaron los Kleenex que, a diferencia de los pañuelos que se eternizaban en la bolsa de atrás, estos podían usarse y al instante desecharse, como todo lo que se produce en estos tiempos en que todo los sólido se desvanece en el aire.
Pero igualmente fueron despareciendo los pañuelos que estaban cargados de una simbología amorosa. Al desaparecer la chaperona y otros intermediarios y empezaron a hacerse familiares las relaciones directas entre hombres y mujeres desde la niñez, facilitadas además por la extensión el teléfono y el feminismo, los pañuelos que hablaban de amor a la distancia progresivamente fueron despareciendo.
Lo digo con nostalgia, pero resignado porque en esta vida todo cambia y nadie se baña dos veces en el mismo río, o como se diga. Sea como fuere, amable lector, y a propósito del pañuelo, me despido de usted cantando Rio Rebelde, pero ahora en la voz Julio Iglesias.