ROMPER EL MOLDE ES LA MEJOR FORMA DE ERRADICAR LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

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Frente a un contexto en el que el COVID-19 es prioridad para los servicios de salud, y los medios de atención a víctimas de violencia están saturados, es necesario identificar y romper los ciclos de abuso desde adentro de ellos, expone Experta CETYS
Mexicali, B.C. a 25 de noviembre del 2020.-
Todo acto que tenga o que pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, así como las amenazas de esos actos, por ejemplo, privación de la libertad o coacción, tanto en el ámbito público como en el privado, es considerado violencia contra la mujer.
Sus efectos son tan devastadores que su incidencia debería ser rara; sin embargo, su prevalencia es alarmante, incluso se ha intensificado durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19 principalmente al interior del hogar, aunque también se presenta en el ambiente profesional y como problema de seguridad pública.
De acuerdo con datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que se conmemora el 25 de noviembre, 7 de cada 10 mujeres en México han experimentado algún tipo de violencia en sus vidas, y casi el 50% de ellas fueron abusadas por parte de su novio, esposo o pareja.
“Es difícil imaginar por qué una persona permitiría que su pareja la dañe. Existen factores de riesgo individuales que aumentan la vulnerabilidad a ese tipo de relaciones, por ejemplo, una historia familiar de abuso”, indicó la Mtra. Marilyn Martínez, Docente de la Escuela de Psicología de CETYS Universidad Campus Mexicali.
La violencia en pareja es un patrón de conducta que se emplea para tener o mantener el control sobre el otro ya sea de manera psicológica, sexual, emocional o económica. Los estudios muestran y sugieren que hombres abusados en el núcleo familiar normalmente se vuelven agresores en algún punto de su vida adulta, presentando cuatro veces más probabilidad de cometer violencia doméstica.
Por su parte, las mujeres que han padecido abuso durante la infancia tienden a continuar siendo victimizadas en su adultez, así como a presentar depresión o ansiedad y codependencia.
La lucha para erradicar la violencia en contra de las mujeres no es nueva. Sin embargo, frente al contexto mundial de crisis donde los casos de COVID-19 siguen siendo prioridad para los servicios de salud, y los refugios y líneas de atención a quienes padecen violencia están sobresaturados, es necesario aprender a identificar y romper los ciclos de violencia que, en general, consisten en tres principales fases, señaló la docente:
•Fase de tensión: El abusador empieza a ignorar, rechazar o ser negligente con su pareja. Demanda expectativas irreales, es más ansioso y le provoca temor. No importa qué se diga o se haga, parece que todo está mal.
•Fase de explosión: El abusador intenta dominar de manera verbal, psicológica o sexual a su pareja. Usualmente las mujeres terminan en el hospital por las lesiones recibidas, sin embargo, mienten acerca de la causa, por miedo de su pareja o confusión de la situación.
•Fase de luna de miel: El abusador puede sentir remordimiento o miedo y trata de reconciliarse con su pareja, con actos como darle flores o regalos, con la promesa de que no volverá a ocurrir. Recalca que no hizo nada malo, y atribuye su conducta a la falta de comprensión.
“Lo más peligroso de este ciclo es que la agredida crea que el hombre va a cambiar, ya que de esta manera el comportamiento adquiere fuerza y cada vez más violencia, pudiendo ser la muerte el desenlace”, advirtió la especialista.
Añadió que no siempre es fácil para una persona identificar que está en una relación abusiva, ya que su agresor puede disfrazar su conducta en etapas tempranas de la
relación. A una víctima de abuso le puede tomar hasta 12 intentos para salir definitivamente de ella.
“La mejor forma de acabar con el ciclo de violencia es a través de la psicoeducación, con ayuda de un profesional de la salud mental, en psicoterapia, un lugar donde se puede hablar sin juicio, para aprender a recibir, a sanar y a perdonar; todos estos aspectos que son necesarios para cerrar el ciclo de violencia”.
La académica destacó que el ciclo de violencia también puede ser roto por la parte agresora, quien con ayuda de un profesional puede, además de abandonar las conductas de abuso, aprender a sostener relaciones sanas y cortar en definitiva con los patrones de violencia heredados.
“Todas las personas tienen derecho a sentirse seguras con la pareja que han decidido tener. Nunca estará bien que la pareja controle, intimide, hiera, aísle o no quiera terminar la relación aunque se lo hayas pedido. No es culpa de la mujer caer en este tipo de relaciones, ni tiene nada que ver con su inteligencia o su valor. Debemos saber todo esto y no tener miedo de terminar con las relaciones de pareja abusivas, que constituyen el principal ambiente de violencia contra las mujeres”, concluyó.