NI ERA SEGURO NI ERA POPULAR E INSABI QUINSABI.

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Fui a Galerías, el Tepito de los fifís mazatlecos, a comprar unas chucherías y otras no tanto. Al terminar mi encomienda me acordé que había leído decenas de páginas a favor y en contra de la sustitución del Seguro popular por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI). Pero además leí, no sin asombro, que en la transición habían enterrado a un muerto que medio respiraba y habían creado un fantasma que aún no respiraba, pero tenía el don de perorar que estaba vivo, aunque a decir verdad había nacido muerto. ¿Qué sentido tenía lo que había escrito algún periodista conservador? Este misterio no pude resolverlo quizá porque me vuelto un posneoliberal de pura cepa.

Al recordar es pequeño rollo me tomó sin permiso la incertidumbre y me hizo manita de cochi. Para bajarle lo tieso a mi triste figura me subí a mi charanga y chafiretié en círculos concéntricos cada vez mayores. En el camino me medio me serené y el instinto me condujo al nuevo Hospital General que mora por los rumbos de donde andaba. Cuando lo tuve enfrente quedé deslumbrado. El nuevo hospital es una joya arquitectónica en su especie, vaya ni siquiera el ISSSTE y el Seguro Social tienen un edificio similar. Y me dije, como a veces me digo, este nosocomio va atender a los más pobres de la región sur de Sinaloa, qué chingonería. Y ya encarrerado me fui lleno de contento, como el jibarito, al viejo hospital, sin mayúscula, que no se ha caído porque Dios es muy grande.

Al llegar se me ocurrió preguntarle a la gente, pero al entrar lo encontré prácticamente vació, cuando en otras idas y venidas estaba lleno de enfermos pobres y de pobres enfermos. Mi primer razonamiento -lo que es mucho decir- fue que estaba vacío porque se estaban cambiando al Nuevo Hospital. De inmediato rectifiqué y me regañé en voz alta: “Me dije que cómo jodidos pude pensar lo impensable en esos momentos, pues hacía menos de 15 minutos que había visto al Gran Hospital deslumbrantemente, pero vacío”. Me pegué dos cachetadas guajoloteras por mi pendejez, y se me vino a la cabeza una ocurrencia: preguntarle a las pocas personas qué demonios estaba pasando, pues parecía que los apaches había pasado por ese territorio y habían arrasado con todo y mucho más.

Oiga señora, por que esta tan sólo el hospital?, le pregunté. Mientras desvestía y vestía al seguramente era su hijo, contestóme: “Es no hay medicinas suficientes y cuando te recetan los doctores tenemos que comprarlas y con qué ojos de divina tuerta vamos comprarlas sino tenemos dinero. Mucha gente que venía para prefiere ir a curarse con el doctor Simi. Al escuchar ese crimen de lesa mexicanidad, fui a buscar a un médico para que me explicará lo “inexplicable”. Al final de un andador descubrí una bata blanca y me dije, con toda certidumbre: debajo de una bata blanca por lo general está un doctor. Tras esa brillante intuición apuré el paso y en menos que canta un gallo estuve frente a él.

Lo saludé con mucho respecto, me presenté y le dije que era un aprendiz de periodista. Él un poco mosqueado, empezó a caminar, no sin voltear a ver si alguien lo estaba viendo. Cuando divisó que no había moros con trinchete, me dijo amablemente: ¿Qué quiere saber? Miré, le dije, podría decirme si el hospital se rige por las reglas del Seguro Popular o por las de INSABI. Se me quedó viendo, como diciéndome que wey eres por no leer la prensa. Pero como seguramente era una buena persona, por eso me contestó: “Vivimos en el limbo”, el Seguro Popular ya chupó faros – me dijo sonriente. Después respiró profundamente, y me dijo: “Del no sabemos nada y menos aún las reglas de operación. No dijo más y se fue yendo, tal vez a su consultorio. Y no la verlo caminar cavilé que problema estaba cabrón. Mañana volveremos sobre el INSABI. No se lo vaya a perder.