ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
INTRODUCCIÓN.
Hace por lo menos tres décadas, el estado de Sinaloa fue considerado el granero de México[i]. Sus abundantes ríos y sus fértiles valles, junto con una potente obra de infraestructura hidráulica que inició en los años 50’s, hicieron que un milagro agrícola se encarnara en esta tierra. La agricultura fue nuestra dignidad, y fue también motivo de imitación en otras latitudes del país. Los sinaloenses de esos años, orgullosos de la tierra que les vio nacer, complementaron ese prodigio natural que les tocó por terruño, con una vocación para el trabajo que fue digna de encomio: al son de la tambora supieron sembrar los surcos que luego se transformaron en espléndidas cosechas. Esas cosechas, una vez que colmaron la demanda estatal, fueron exportadas tanto a nuestro mercado nacional como al mercado internacional.
La economía sinaloense en los años 70s tenía en el país un peso relativo de 2.4 %, situación que habla de lo que fue su fortaleza agrícola, pues carecía de industria como en el Distrito Federal o Nuevo León, por ejemplo, pero además en esos tiempos el turismo y la pesca, apenas iniciaban su relativo “despegue” y que, según las proyecciones oficiales, prometían adquirir con el tiempo la relevancia que tenía la producción agrícola. Desde esos años a la fecha, la gravedad de nuestra economía empezó progresivamente a descender, hasta alcanzar en la actualidad menos del dos por ciento en el concierto de la economía nacional.
Hubo por supuesto antes, en y después del boom agrícola, voces que propusieron ponerle un “segundo techo” a Sinaloa; se referían, por supuesto, a la necesidad de industrializarla; inclusive los últimos cinco gobiernos estatales, prometieron hacer realidad este “segundo techo”. Esta promesa nunca se concretó, aun y a pesar de que estuvo signada por largos treinta años en los documentos oficiales de los 5 gobernadores anteriores al actual.
Seguramente este incumplimiento obedece no sólo a la propensión bucólica de los gobernadores y a su ruda creencia de que nuestro “verde” no adquiriría con el tiempo una tonalidad grisácea, sino al destino que le otorgó el presidencialismo a Sinaloa en la división nacional de la producción, toda vez en la época negra del “padre padrone”, ninguna hoja del árbol nacional podía moverse sin la voluntad central y centralista del “Señor Presidente”. Es pertinente agregar que también se ha prometido la industrialización en Sinaloa, una vez que el presidencialismo priísta hubo mordido el polvo, tras el golpe que le propinaron las urnas en el año 2000. En efecto, la actual administración de Juan S. Millán, también hizo esta promesa en el Plan Estatal de Desarrollo (PED)[ii], no obstante la industria sinaloense aún brilla por su ausencia.
Como quiera interpretarse finalmente este asunto: sea por haber querido, haber desoído o simplemente no haber hecho lo suficiente para industrializar a Sinaloa, y por no hacer lo conducente actualmente para dotarla de una estructura de servicios competitivos, nuestra vida económica pende de “honrosas” medianías productivas, con el agravante que ahora esta economía ha empezado a “flotar”, casi sin protecciones, en una era de interconexión global, en la cual los mercados carecen de regulaciones sociales y gubernamentales[iii]. Guillermo Ibarra Escobar, corrobora nuestra afirmación, al señalar que la economía estatal se haya “flotando” como en una especie de limbo. Dejemos que lo diga Ibarra Escobar con sus propias palabras: “Sinaloa es una entidad que no se hunde pero tampoco crece, ya que curiosamente la participación de Sinaloa en el comercio exterior del país es la mitad de su participación en el PIB, o sea, alrededor del uno por ciento” (Noroeste, 5/ 05/ 2002).
A DEVELAR EL MISTERIO.
Una pregunta emerge después de este juicio, que parece sumario: ¿Por qué nuestra economía no se hunde, si la mayoría de sus áreas productivas poseen una baja composición orgánica? Y por si fuera poco: en ocasiones parece que nuestra economía luce radiante, justamente en el tiempo en que la economía nacional brilla por su opacidad, como si no tuviera una relación orgánica con ésta. Pero aún más: ¿cómo ha podido sobrevivir una economía de este tipo, si además ha existido en la entidad una prolongada escasez de crédito? En efecto, esta carencia de financiación no permite inferir que la economía sinaloense haya podido sostenerse por sí misma, aun reflotando en sus propias medianías. Hasta ahora este es un misterio que ningún economista[iv] ha podido o ha querido develar, y menos aún el gobierno estatal que, a pesar de tener una visión panorámica de nuestros “hoyos negros”, todavía osa afirmar, sin el menor pudor, que Sinaloa posee un nuevo modelo económico. Este misterio, en efecto, ha carecido de una explicación plausible, y no precisamente porque sea un misterio insondable.
En este ensayo se pretende develar este “misterio”, a partir de la siguiente hipótesis: la economía sinaloense se mantiene en un estado de flotación, es decir, ni se hunde ni crece, a partir de que progresivamente se ha ido imbricando con la producción y los bienes de capital que genera el narco[v], hasta crear en la actualidad una dependencia relativa del dinero sucio que lavan los narcotraficantes en todas las ramas de la economía estatal. Se dice dependencia relativa, expresión que puede sintetizarse en la siguiente frase: el narco funciona en Sinaloa como un elemento complementario en nuestra economía; pero se trata de una complementariedad sin la cual nuestras “honrosas” medianías se verían en serios aprietos, que harían aún más inestable su funcionamiento, como se intentará mostrar más adelante.
Podría decirse que con este supuesto no se está descubriendo el hilo negro. En efecto, todo “mundo” sabe que el narco está metido hasta el tuétano en Sinaloa, aunque esto se diga despacio, “despacito”, sobre todo por los peligros que implica una afirmación de tal envergadura. No se desconoce esta afirmación lapidaria de los sinaloenses, por el contrario; partimos de ella, pero pretendiendo ir más allá de esta certidumbre que dice mucho y no dice nada, que manifiesta cerros de verdades y que oculta montañas de imprecisiones y falacias. En nuestro caso queremos mostrar que en Sinaloa existe una relación casi orgánica entre economía, cultura y política, como consecuencia de la incursión del narco en todas las esferas que conforma el tejido social sinaloense.
En este caso, tal vez como ocurre en otras reflexiones de este calibre, este supuesto no puede demostrarse estadísticamente. Ciertamente, este supuesto no se puede dilucidar por esta vía, toda vez que nuestra estadística, por su conformación oficial y oficiosa, simplemente sirve para oscurecer su intelección; pues es utilizada como cortina de humo que impide ponerle “cascabel al gato”. En efecto, las estadísticas, en casos como éste, sólo nos muestran el funcionamiento formal de la economía. Y no podía ser de otra forma: qué autoridad estatal o nacional podría dar cuenta de su buena o mala economía, incluyendo por supuesto su vertiente informal, en que nuestro caso es más que informal, sin demostrar al mismo tiempo a sus representados su incapacidad gubernativa.
En esta perspectiva, el lector con toda razón podría argumentar que algo que no se puede demostrar con números carece de valor explicativo, y más aún cuando se trata de someter a examen a la economía. En este caso, se diría no sin razón, que cualquier intento de indagación sin estadística sería, a fin de cuentas, un abultado racimo de buenas especulaciones. Y más especulativo se vuelve un trabajo de esta envergadura, se diría, si se carece de una estadística que observe una seguimiento pormenorizado de las fortunas de los sinaloenses, de su origen, del trabajo que desempeñan y de las remuneraciones que reciben de él; pero igualmente, si se carece de un recuento que informe del ciclo de rotación, real verificable, del volumen que las diversas empresas ponen en movimiento, tanto el monto que compran, producen y venden, y la cantidad de ganancias que obtienen en esas operaciones, y calculando, aun con la dificultad que implica, las oscilaciones que genera el mercado en materia de precios.
Ciertamente un trabajo que prescinde de ésta y aquélla estadística, sólo puede bordar su argumentos en la especulación más sombría o, en todo caso, en la literatura, que tendría que incluir en sus páginas la narración de una larga fila de cruces que han hecho que en Sinaloa tengamos, como por arte de magia, el río número doce….
No obstante las dificultades, en este breve ensayo se intentará demostrar, así sea especulativamente, que el narco ha configurado una cultura que se come y mana, que se piensa y se sueña, que se le teme y se le vanagloria, que beneficia y destroza, como consecuencia de la vulnerabilidad de nuestra economía. Por tanto, y aunque parezca una tautología, la vía de demostración será simplemente mostrar este fenómeno, casi de la misma manera como lo perciben y lo manifiestan la gente de la calle y los profesionales preocupados por un futuro mejor para Sinaloa, pero en nuestro caso, yendo un poquito más allá: buscando, hasta donde sea posiblemente razonable, sus relaciones, determinaciones e indeterminaciones.
Dicho en otros términos: los efectos de demostración del ensayo se harán tejiendo, hasta donde sea posible, los datos marginales que se encuentran esparcidos en los periódicos, en espera que un equipo multidisciplinario de cuenta del fenómeno de manera completa y profesional. En todo caso el ensayo se dará por bien servido si, a partir de él, se pueden generar intuiciones que vayan más allá de los estereotipos que son de sobra sabidos; pero por sabidos, callados y por callados, olvidados…
PUNTOS SOBRE LAS ÍES
En este intento pionero muchas cosas importantes quedarán fuera de estas páginas, otras aparecerán imprecisas y no pocas tendrán el sabor de la calumnia, y así sucesivamente. Lo que el lector no debe perder de vista, es que este trabajo borda su esfuerzo en tierras pantanosas; pero más vale equivocarse en algunas cosas, que seguir equivocándonos en todas, especialmente cuando se abordan los problemas de la entidad a la vieja usanza: que “demuestran, año tras año, a través de la estadística, que Sinaloa hay la lleva; ocultando los grandes problemas que padece en todos los órdenes de su existencia y, lo que es peor, que pueden acrecentarse en el futuro inmediato, como veremos a lo largo del ensayo.
Y más aún: este ensayo quiere llamar la atención sobre un asunto capital: que ya no se puede seguir ocultando nuestra problemática a través de la demagogia y la estadística. De continuar por esta vía irresponsable, Sinaloa podría resbalar hacia una Formación Social Siciliana, formación de triste memoria en la Italia en la que Venecia semeja el espejo del mundo. Se aspira en este trabajo, por tanto, a que los hombres y las mujeres de la entidad nos pongamos a trabajar en la búsqueda y encuentro de un nuevo modelo económico, al reforzamiento de nuestras instituciones de cultura y al saneamiento y democratización de las instituciones políticas y de justicia, en vez de seguir soñando que soñamos con esta pesadilla…
La primera parte de este trabajo iniciará de manera ortodoxa, mostrando los datos disponibles de la economía estatal, tanto en su relación con la economía nacional, como la relación que guardan las diversas ramas de la producción en Sinaloa. Los datos son una mera referencia, que nos permitirán hacer algunas inferencias no sólo cuantitativas sino de calidad sobre el presente y el futuro de la entidad en esta materia. Justamente por esta forma de exposición, el recuento relativamente puntual de la economía, especialmente de la sinaloense, se encontrará brevemente en las notas de pie del ensayo.
Una vez que se haga este recorrido, y se muestre la fragilidad de nuestra economía, y solamente hasta entonces, se verá que su magra existencia está imbricada con el dinero del narcotráfico. No obstante, nuestros lectores pueden hacer desde el principio sus propias inferencias, pues en lo que respecta a los datos comparativos que se esbozarán en la primera parte, va inserto el volumen con el que contribuye este flagelo a la economía estatal, sin que por el momento podamos saber su porcentaje, porque éste se enmascara en los recovecos de la economía formal e informal.
La segunda parte es menos sinuosa: simplemente se hará un recuento de la cultura de la violencia que padece Sinaloa; pero agregando que esta “cultura” se ha convertido en una fuerza productiva que crea empleos, empresas, gestos éticos, demagogia y la “modernización” del aparato de “justicia”.
En la tercera parte, y en aquél contexto, se echará una mirada a la vida política de la entidad. Se verá qué hacen los partidos políticos y el Gobernador en esta magra hora de vacas flacas; especialmente en lo que toca a la reconversión económica, cultural y política de la entidad. Se puede adelantar desde ahora que los saldos de su trabajo en este renglón no son nada satisfactorios.
En la cuarta parte se sugerirán algunas medidas que pudieran llevarnos a la creación de un nuevo modelo económico, a la restauración y sanamiento de la cultura popular y a la conformación de instituciones realmente democráticas. Al final, a manera de epílogo, se hace una especie de esgrima verbal en defensa de los fundamentos que se expresan en este documento, al que por su estructura “especulativa” se le ha llamado ensayo.
UN VERDE QUE SE VUELVE GRIS
La exposición del renglón económico iniciará poniendo en relación nuestra economía con la economía nacional, porque a partir de este nexo se harán algunas proyecciones que pueden servirnos para darnos una idea del diluvio que viene, del diluvio que ahora nos tiene hasta el cuello. Para el efecto veamos una estimación estadística por sectores económicos que nos ofrece Efraín Ancona Quiroz, ex director de la Escuela de Economía de la UAS:
Sector económico Porcentaje Nacional Porcentaje Sinaloa.
Primario 6 20
Manufacturero 21 7
Terciario 66 64
Otros 7 7
De los datos expuestos por Efraín Ancona Quiroz[vi], pueden desprenderse por lo menos una tesis, dos argumentos complementarios y un corolario, a saber:
Tesis. El peso del sector primario en el Estado es abismal con respecto a la poca gravedad que éste posee en el ámbito nacional: 20 versus 6%, respectivamente. Estos datos vistos solamente en términos relativos, indican que los sinaloenses se dedican más de tres veces a este sector que la media nacional. Pero esta relación, en tanto nexo puramente cuantitativo, oculta que este peso es mayor, si lo situamos en función del que tiene esta rama de producción en los órdenes estatal y nacional: en efecto el sector primario en el Estado –agricultura y pesca primordialmente- constituye el eje fundamental de la economía, ante la baja composición orgánica que ostentan las otras ramas de la economía, a diferencia del peso específico que tiene este sector en el país, que apenas alcanza el 8.4% del producto nacional bruto[vii]. Dicho en otros términos: mientras que nacionalmente –y sobre todo en ciertos Estados bastante conocidos- existen ramas de la producción que compensan con creces el escaso valor que genera el sector primario, en Sinaloa carecemos de un horizonte que nos equilibre, pues no tenemos una industria fuerte, ni servicios complejos, con el agravante de que han empezado a emerger problemas de deterioro ambiental – sequías, baja del monto y la calidad del camarón, etc.- y, sobre todo, ante la tendencia internacional que genera una baja progresiva de los precios del sector primario con respecto a los valores que genera la industria y la economía informacional.
Primer argumento. Somos los sinaloenses, en efecto, altamente deficitarios en lo que toca al ramo manufacturero, pues mientras este sector en la economía nacional anda por el orden del 21%, acá, en casa, solamente contamos con un 7 %. Pero este déficit se amplifica, si se toma en cuenta que este sector en Sinaloa posee dimensiones pequeñas y medianas, incapaz, dicho en términos generales, de generar valor agregado; en cambio en el plano nacional la industria, a partir de la firma del TLC y aún antes, se ha convertido en un sector bastante dinámico que, aunque hoy se encuentra en crisis por la recesión Norteamericana, produce y producirá en el futuro mayor riqueza, al menos su composición orgánica así parece indicarlo. Si cuantitativamente la relación de Sinaloa es enorme con respecto a la nacional, como puede deducirse de la gráfica, cualitativamente es abismal, circunstancia que, vista a futuro, se puede amplificar porque la industria nacional puede crecer a partir de sus dimensiones, en cambio la nuestra por su ingravidez, sino ocurre otra cosa, sólo tiene como porvenir su desplome o seguir simplemente reciclando sus nada honrosas medianías, contando, por supuesto, con el oxígeno que le provee el narco..
Segundo argumento: En materia de servicios, como muestra el cuadro, estamos prácticamente a la par en términos cuantitativos con respecto al resto del país: nosotros con el 64%, nacionalmente con el 66%. De la multitud de subsectores que posee esta rama, es necesario destacar el de los servicios complejos, que progresivamente se han introducido en México como consecuencia de la emergencia de la sociedad del conocimiento y la información. También este renglón somos altamente deficitarios los sinaloenses, con respecto a los estados que, poseyendo una base industrial sólida o con posibilidad de fortalecerse, han incorporado o están en vías de incorporar las mercancías informáticas a la automatización de sus plantas y, partir de ahí o paralelamente, tienen la posibilidad de generar una variada red se servicios informacionales. Nosotros, en cambio, tanto por estar inscritos fundamentalmente en el sector primario como por carecer de una sólida base industrial, no solamente el requerimiento de esta rama de servicios aparece en nuestro horizonte como sueño inalcanzable, como se demuestra con el desempleo masivo que experimentan los egresados de las universidades, ante la debilidad de nuestra estructura económica que, hasta ahora, dicho de manera general, puede funcionar ocupando una fuerza trabajo con escasa calificación.
Corolario. Si Sinaloa no modifica el eje de su modelo económico, y no logra concretarse un régimen fisiocrático, lo cual es imposible, dos tendencias, que en realidad son una sola, harán que el Estado descienda aún más el peso relativo que tiene en la economía nacional, a saber: la tendencia permanente de las mercancías del sector primario a bajar de precio, que contrasta con una progresiva alza de los precios de las mercancías de la industria y los productos que genera la economía informacional. En tal sentido, la proporción que posee el Estado con respecto a la economía nacional no sólo acusa, como se dijo atrás, una desproporción de carácter cuantitativo, sino de índole cualitativo que, a la postre, puede derivar en una desproporción mayor entre la economía sinaloense y la economía nacional. Y este descenso puede ocurrir, inclusive, a pesar de que el narco pudiera incrementar su inversión en la economía estatal, porque, pasado cierto umbral de esta inversión, la economía empezaría ha desplomarse, como veremos adelante.
LAS RAMAS DE LA ECONOMÍA SINALOENSE.
Con este telón de fondo poco alentador, es pertinente hacer una reflexión sobre la economía estatal tomando como punto de partida a la agricultura, con el objeto de mostrar su peso en la producción y los peligros que entraña esa gravedad. Esta parte puede ser tomada como un complemento de la reflexión anterior, por tanto no se podrán evitar algunas repeticiones. Pedimos al lector paciencia, paciencia oriental.
De entrada hay que decir que la agricultura constituye el eje fundamental de acumulación de capital en esta tierra de los doce ríos. El porcentaje de ésta en el PIB estatal es del 20; no obstante, esta rama produce el 50% de las exportaciones[viii]. El 80% del producto estatal bruto se distribuye de la siguiente manera: el manufacturero[ix] anda por el orden del 7%, el terciario alrededor del 64% y otro tipo de economía, imposible de categorizar, tiene un peso específico de 7%[x]. A partir de estos datos, es necesario hacer tres inferencias y una aseveración, con el objeto de tener un horizonte genérico de la situación que guarda la economía estatal en relación con sus ramas productivas:
Primera inferencia: los datos nos arrojan una conclusión nada grata: si la agricultura genera la mitad de las exportaciones con una inserción en el PIB estatal del 20%, esta desproporción refleja palmariamente la baja composición orgánica del resto de las ramas productivas que configuran prácticamente el 80% del producto estatal bruto. De inmediato esta afirmación desdice el supuesto del Gobernador Juan S. Millán, según el cual Sinaloa posee ya un nuevo modelo económico, o que Sinaloa experimenta “una nueva realidad”. Al menos estos datos desautorizan al Gobernador a echar las campanas a rebato, al menos que Millán quiera jugar a las “comiditas” con la nuestra menguada economía.
Segunda inferencia: ahora bien, si se prescinde de una generalidad bastante socorrida, según la cual la agricultura con el 20% de su peso en la economía estatal genera el 50 por ciento de las exportaciones, tendremos un horizonte menos alentador con respecto a esta rama como totalidad. En efecto, no es todo el sector agrícola el que genera aquel monto de exportaciones, sino solamente el 5% de él, el cual se ubica en los valles, cuyas tierras poseen una alta composición orgánica, y cuyo perfil de producción está destinado a la producción de hortalizas. El porcentaje restante, alrededor del 90% de las tierras, sólo tiene, hablando en términos generales, una agricultura[xi] de sobrevivencia, toda vez que están situadas en tierras de temporal, que además poseen una baja composición orgánica de capital, y cuyo destino es la producción de granos[xii].
Tercera inferencia: si el 5% por ciento de la agricultura produce el 50% de las exportaciones, esto sitúa a Sinaloa como una entidad cuya economía está compuesta por “honrosas” medianías, pues el 95% de la economía produce en conjunto el resto de las exportaciones[xiii]. Sin entrar en mayores explicaciones, el lector puede imaginar de qué materia están hechos los sectores manufacturero y de servicios. Habría que decir, no sin ironía, que la política para financiar “changarros” diseñada por Vicente Fox, vendría como anillo al dedo en Sinaloa. La diseminación de miles y miles de “changarros” contrasta, es cierto, con la edificación de comerciales, corporativos y empresas que semejan construcciones de “segundo mundo”, que ha decir verdad parecen manchones en un espacio sobrepoblado por pequeños negocios que sobreviven en la incertidumbre cotidiana.
Aseveración: nuestra economía estatal esta sitiada y situada en un tobogán. Tanto los procesos de “degeneración de la naturaleza” –sequías, desertificación, modificaciones del clima, etc.-, y la caída internacional de los precios del sector primario[xiv], que por si mismos conducirían al Estado al colapso, ahora se adjuntan, como si lo anterior fuera poco, las políticas desregulatorias del Estado para acomodarse a la apertura comercial inscrita en el TLC, que puede reducir nuestra economía a la nada feliz, valga la metáfora, situación de un Estado “bananero”[xv]. Pero no nos engañemos, no se debe creer que podemos escapar a este destino si se logra la moratoria o si desapareciera el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio. Lo que se lograría sería simplemente prolongar la agonía. Valdría la pena la prórroga del capítulo agropecuario, si, sólo sí, en ese inter se hacen esfuerzos en la concreción de un nuevo modelo económico para Sinaloa; pero este requerimiento, como veremos, aparece en la lente de nuestra clase política como un horizonte borroso.
EL MODELO CASI SICILIANO DE LA ECONOMÍA SINALOENSE.
Hasta ahora se ha visto a nuestra economía desde el punto de vista de su futuro, a partir de los datos que nos reveló su presente. Ahora es necesario invertir el procedimiento para pensar, sino en el trayecto, al menos en el elemento que ha permitido a nuestra economía llegar a ser lo que es en la actualidad: una economía que ni se hunde ni crece, a pesar de que su baja composición orgánica induce a pensar que estaría en franco colapso, si se considera que la economía mundial experimenta una profunda crisis. Para intentar resolver este “enigma” es preciso volver de nuevo a las preguntas que se plantearon en la introducción. Vayamos en esa dirección.
La nuestra es una economía que ni se hunde ni crece por algún sortilegio. Tal pareciera que la crisis del país no la han impactado mayormente; pareciera que simplemente ve pasar el tiempo, tan imperturbable, como la puerta de Alcalá. En esta circunstancia, habría que preguntarse nuevamente: ¿por qué nuestra desgarrada economía sigue funcionando e inclusive permite a las autoridades vanagloriarse de su crecimiento? Pero aún más: ¿cómo ha podido financiarse en su conjunto, si carece, dicho sea genéricamente, de la composición orgánica suficiente para reciclar a la alza el proceso de rotación en la mayoría de sus esferas productivas? Pero esta interrogación se amplifica si se toma en cuenta que, desde hace por lo menos 20 años, la banca ha brillado por su ausencia en materia crediticia, amén que los subsidios oficiales han disminuido relativamente en estos mismos años y, por supuesto, si se agrega que una parte de los negocios sinaloenses, quedaron insolventes a partir del “error de diciembre” de 1994, y esto más allá de que, algunos de ellos, la minoría, hayan podido negociar su deuda posteriormente.
Más que semejar un gato encerrado, la relativa “salud” de nuestra economía, esconde un “insondable” misterio, al menos para nuestros despistados economistas. En efecto, no pocos analistas han señalado que el comercio informal es lo que mantiene a flote al resto de las actividades productivas y el empleo en el Estado, inclusive se han hecho teorías de la potencialidad de este mercado que crece al margen de la ley; particularmente, los mercadólogos consideran que las restricciones burocráticas que impone el gobierno al desarrollo de la iniciativa privada hacen que crezca éste sin bridas, sin amo, sin mujer, sin nada de eso, como dice un poema. Es posible que haya un poco de veracidad en este razonamiento, lo que sí es cierto es que este mercado informal es tolerado por las autoridades, porque si bien no producen para las arcas del fisco, si generan empleos[xvi] y generan además una riqueza que es imposible medir con los parámetros ortodoxos que se emplean para las empresas inscritas en el régimen fiscal. Si bien este comercio, según nuestro punto de vista, tiene cierta relevancia económica, no explica el por qué se mantiene en pie nuestra economía.
En otro orden de explicación, Guillermo Ibarra Escobar ha supuesto que, si nuestra economía se mantiene “flotando” obedece a que “hay un elemento que ayuda (…), y al que no se le ha querido poner atención, que es la entrada de remesas que se envían de los Estados Unidos” (Noroeste, 5/ 05/ 2002) A propósito indica: “Se tiene temor a presentar a Sinaloa como un Estado de inmigrantes, y por eso no se le ha dado la debida atención, pero los inmigrantes envían por lo menos 250 millones de dólares al año a Sinaloa. Esa es una cantidad que supera las exportaciones pesqueras y que ayuda a introducir cierto gasto que realizan las familias. Ese dinero se usa en alimentación, vestido, para que puedan curar a algún enfermo, pero también se va a los negocios” (Noroeste, 5/ 05/ 2002). Es de suma importancia este dato que aporta Ibarra Escobar, pero tampoco explica del todo el por qué nuestra economía se mantiene “flotando”.
En entrevista de la Revista Crucial, se le preguntó a Pedro Brito Osuna, una vez que su diagnóstico sobre la economía sinaloense fue lapidario, ¿Si está tan mal la economía en el Estado, por qué no ha tocado fondo? Su respuesta fue contundente: “La única explicación de que el modelo no se haya derrumbado es por el dinero que aporta el narco. El capital del narco ha sido el gran banco que ha oxigenado nuestras ramas de producción: agricultura, pesca, turismo, bienes raíces son, otras tantas ramas de la economía, que han sido habilitadas por esos dineros. Esta aseveración coincide en lo fundamental con otra que hizo el Gobernador, hace aproximadamente año y medio: señaló, en esa ocasión, que el narco aportaba el 40% del capital para el funcionamiento de la economía sinaloense.
Esto es cierto, y esta certeza la mantendremos hasta que demuestre lo contrario. No obstante, para que no parezca una desmesura la afirmación de Millán, “achiquemos” el arca para que no flote en sus honduras. Supongamos que el narco aporta solamente el 20% a la financiación de la economía sinaloense, en vez del 40% que supone el Gobernador. De todas formas ese monto representaría, por el lado que se le vea, una barbaridad. Sin lugar a dudas y aún con este recorte, Pedro Brito Osuna tiene razón: el narco mantiene el nada grato privilegio de ser el principal banco en el Estado.
Este elemento, que por supuesto no aparece en las proyecciones oficiales y oficiosas y que, como hemos dicho, es imposible de cuantificar, nos devuelve a mirar a nuestra economía con ojos aún más desesperanzados; pues si se le arrancara de tajo a la economía el dinero que le provee el narco, seguramente nuestra producción se colapsaría. Este supuesto, quién lo duda, refuerza la urgente necesidad de buscar y encontrar un modelo económico que nos arranque de nuestras medianías y, por supuesto, de la respiración boca a boca que les provee el narco. Y esto es aún más imperativo, si se considera además que, aun y a pesar de la fuerte intrusión del dinero sucio en la economía sinaloense, nuestra economía hace aguas por todos lados, circunstancia que se refleja, según el PED, en la existencia en “un millón de coterráneos que viven en la marginación y la extrema pobreza”, y porque, además, por cada trabajador empleado hay dos desempleados en el mercado de trabajo formal.
Tal vez por esta inyección de oxígeno que otorga el narco a la economía, se le siga tolerando, porque le permite pervivir, no sin aprietos y peligros. Algunos analistas, que se consultaron para la confección de este ensayo, señalaron que al narco en Sinaloa, se le tolera por ser un mal necesario; que el gobierno sólo pretende “domarlo”, ¿civilizarlo?, para que la actividad “bienhechora” que derrama en la producción, no le siga, como al hombre su sombra, la gran derrama de sangre que acompaña al narco en su macabro paso. ¿Acaso el Gobernador cuando habla de que Sinaloa posee un nuevo modelo económico, se refiere a la imbricación del narco con el resto de la economía? Si esto fuera así, entonces lo que tendríamos en el Estado sería un modelo siciliano, en el cual grandes franjas de las actividades económicas se convierten en una especie de “cortina de humo”, por donde resurge, como el ave fénix, el dinero sucio del narco rechinando de limpio, como reza un comercial. Afortunadamente, todavía este modelo no nos ha atrapado, aunque…
Tal vez este análisis no demuestre nada, pero en él se ha expresado una gran verdad, una verdad que, aún sin estadísticas, se irá convirtiendo en una verdad del tamaño del mundo en el porvenir, que nos quemará en nuestra propia salsa. Esto ocurrirá cuando la contabilidad de las fortunas de las personas y de las empresas se cuente y se cuente bien; o cuando las manifestaciones del narco contaminen a toda la sociedad: aunque sería más deseable que la intrusión del narco en la economía sea desmontada a través de la conformación de una economía potente que haga innecesario este grosero “complemento”.
Y este requerimiento será aún más necesario, porque en los renglones de la cultura, la vida social y la política este flagelo está constituyendo no solamente un “complemento”; pues según nuestra opinión está configurando formas de estar y ser de los sinaloenses, como se verá en otra entrega.
[i] Por cierto este calificativo lo compartió Sinaloa con el valle del Yaqui del Estado de Sonora.
[ii] Los datos y su interpretación pertenecen a Pedro Brito Osuna. Estos datos están contenidos en la entrevista realizada por Elio Edgardo Millán para la Revista Crucial, número 312 de Culiacán Sinaloa.
[iii] Cuando Sinaloa era, por lo general, un Estado fundamentalmente agrícola en un país cerrado, dominado por el régimen de sustitución de importaciones, y regulado por la mano “redistributiva” del presidencialismo, se podía vivir mal, pero con relativa certidumbre. Hoy ante la ausencia de regulaciones nacionales e internacionales la situación es otra. Se puede vivir, pero en una situación de crecientes incertidumbres
[iv] Excepto Pedro Brito Osuna y el Gobernador Juan Millán, como veremos.
[v] Se afirma que progresivamente porque nuestra economía, la formal, al tiempo que ha ido perdiendo gravedad con el paso de los años; la economía del narco ha ido creciendo con el curso del tiempo; ésta ha pasado de ser producción para el consumo del ejército norteamericano, para luego crecer en volumen para satisfacer un mercado creciente en este país y, paralelamente, para resolver una demanda exponencial que se generó en Sinaloa y en todo México.
[vi] Ancona Quiroz, Efraín. Nuevo Modelo de Desarrollo Económico… ¿Dónde? Noroeste, 7/12/ 2002.
[vii] Estos datos fueron expuestos por Sergio Sarmiento. Según este periodista “el campo mexicano produce solamente el 8.4 % del producto nacional bruto, no obstante que siguen viviendo de la agricultura el 25% de los mexicanos. (El Debate 27/ 12/ 2002). Lorenzo Meyer indica que “mientras en EE.UU. 3.3 millones de agricultores bien subsidiados (el 2.4 por ciento de la fuerza de trabajo) producen el equivalente a 126 millones de dólares anuales, en México el 8.4 millones de campesinos (el 21% de la fuerza de trabajo), producen apenas el equivalente a unos 22 mil millones de dólares anuales”. (El Debate 3/ 01/ 2003).
[viii] Estos datos fueron expuestos por Sergio Sarmiento. Según este periodista “el campo mexicano produce solamente el 8.4 % del producto nacional bruto, no obstante que siguen viviendo de la agricultura el 25% de los mexicanos. (El Debate 27/ 12/ 2002). Lorenzo Meyer indica que “ mientras en EE.UU. 3.3 millones de agricultores bien subsidiados (el 2.4 por ciento
[ix] La industrialización en Sinaloa ha sido una propuesta gubernamental que hemos escuchado desde nuestra niñez. Pero ha sido solamente eso, una propuesta, una promesa largamente incumplida, que si bien ha generado votos, no ha producido empresas ni empleos. Pero no solamente el proyecto gubernamental no ha generado las empresas ni los empleos prometidos, sino que en el curso del tiempo tampoco ha podido sostener su nivel de “desarrollo”, pues ha decrecido relativamente su peso específico con respecto a la economía estatal: ha pasado de ocupar el 10% que poseía en años anteriores, a un disminuido 7%; cuando en el contexto nacional esta misma actividad anda por el orden del 21%. Dicho en otros términos: la rama productiva que vendría a “balancear” e impulsar a nuestra economía ha brillado por su ausencia. No obstante fuentes gubernamentales ha señalado que “había un impulso manufacturero sin precedentes, que colocó a Sinaloa en el primer lugar de crecimiento en el país en el año 2001, un período especialmente negativo (en los ámbitos) nacional e internacional” (Noroeste/ 7 de diciembre del 2002). Guillermo Ibarra Escobar (misma fuente y día) aclara este malentendido: “Sinaloa no es una entidad líder en el sector manufacturero, pues tiene una participación que la coloca en el lugar 17 o 18 a nivel nacional”. Sinaloa en este sector, pues, está arriba de los estados inminentemente agrícolas del país, aunque algunos de ellos posean un industria turística más desarrollada que el nuestro. Luego Ibarra Escobar pone el dedo en la llaga, al señalar que, pese a ese pequeño crecimiento observado en el 2001, el sector manufacturero “no se mueve con respecto a la participación de Sinaloa en el producto interno bruto, que ha sido entre el 2 o el 2.3 por ciento, según las estadísticas, en los últimos cuarenta años. Tal vez tenga razón Ibarra, aunque aquí en Sinaloa haya caído este sector, como decíamos, del 10 al 7%, según estimaciones de Pedro Brito Osuna.
[x] Los datos han sido obtenidos cruzando las interpretaciones que sobre la economía sinaloense hicieron Pedro Brito Osuna, Guillermo Ibarra Escobar y Efraín Ancona Quiroz. Vale decir que estos datos luego compuestos en determinado orden por el autor. En otro orden: el lector puede observar, al hacer la suma total de los porcentajes, que nos faltan tres puntos porcentuales para completar el cien por ciento. No los hemos podido encontrar. Ya nuestros economistas nos ayudarán a encontrar este eslabón perdido.
[xi] Tal vez Norberto Aguirre Palancares, jefe del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, organismo que después dio lugar a la Secretaría de la Reforma Agraria, refiriéndose a este tipo de agricultura y de agricultores, dijo sin mayores rubores: “Los campesinos no están organizados para producir, están organizados para votar”
[xii] Seguramente se han extremado los contrastes entre los agricultores que producen para la exportación y los que producen para su supervivencia. Si bien esta caracterización es inexacta, pues en medio de unos y otros existen categorías intermedias de productores, lamentablemente carecemos de datos que nos indiquen el porcentaje que ocupan estos productores en el conjunto de la agricultura estatal, justamente por ello se recurre a esta dicotomía que, con todo y su imprecisión, nos ayudará a comprender el golpe que se les viene a los graneros con el vencimiento del período de gracia que se le dio a la agricultura en el Tratado de Libre Comercio para el 2008.
[xiii] El turismo, el comercio y la industria son actividades que podrían darle otro rostro a Sinaloa. No obstante, esta posibilidad está lejana aún, y no existen iniciativas verosímiles que puedan concretar esta posibilidad. El turismo en Mazatlán , por ejemplo, percibió 6300 millones de pesos en el año 2002, en tanto que en 1999 fue de 5508.8, situación que habla de un ligero incremento a lo largo de tres años. La oferta hotelera pasó de 262 que tenía en 1999 a 282 en el año 2002, lo que representa un incremento del 7.6%. La CANIRAC reporta que el turismo genera, solamente en lo que respecta a sus socios que son la mayoría y los más solventes, 4000 empleos permanentes y 12 mil entre eventuales e indirectos. (Todos los datos son de Noroeste, del 22/ 12/ 2002). En la misma fuente y fecha se señala que el comercio en Mazatlán genera 30 mil empleos, mientras que el 45 por ciento del comercio no se puede cuantificar por que es de carácter informal. Y qué decir de la industria, nos reservamos el juicio. Vale decir que tanto los empleos que genera el comercio como los del turismo son estacionales, bajan y suben según corresponda a la curva que experimenten el resto de sectores de la economía; en el caso del turismo con el pleamar de las épocas vacacionales; y el comercio, con respecto al auge del turismo y de la pesca. Unos y otros empleos poseen un común denominador: son por lo general mal remunerados y de carácter estacional.
[xiv] Frente a esta circunstancia, los gobiernos de Canadá, la Unión Americana y, por supuesto, los de la Comunidad Europea, subsidian a sus agricultores. El objeto de esta transferencia pretende evitar que los capitales que invierten en esta actividad se trasladen a ramas más rentables de la economía; pues ello ocasionaría que esos países enfrentaran una peligrosa insuficiencia alimentaria. EEUU, por ejemplo, otorgan a cada agricultor 25 mil dólares.
[xv] Específicamente en el caso de la agricultura, desde la reforma al artículo 27, con la “sesuda” pretensión de que, al entregar la tierra en propiedad a los campesinos, el capital privado financiaría al campo, pasando por la desaparición de CONASUPO y la banca de crédito agropecuario, etcétera, hasta la limosna que se le otorgan a los campesinos como subsidios, han significado golpes contundentes a los campesinos más pobres.
[xvi] En esta ficha nos referiremos al empleo en Sinaloa. Según el Plan Estatal de Desarrollo (PED) del actual Gobernador, Sinaloa cuenta con una población de 2500000 habitantes, con una población económicamente activa 830 mil, de los cuales sólo 300000 poseen empleo, según información de Guillermo Ibarra. Según Pedro Brito Osuna, esta caracterización es demasiada genérica, pues se meten en el mismo saco los empleos permanentes con los de carácter temporal. Guillermo Ibarra Escobar, hace una reflexión sobre el último informe de gobierno en esta materia: “Es meritorio, efectivamente, y no se le puede escatimar a la administración actual que, en promedio, haya generado más empleo que los gobiernos de sexenios anteriores, eso habla de que la economía no haya entrado en retroceso, aunque el actual problema del desempleo es igualmente dramático” (Noroeste, 5/ 05/ 2002). Luego Ibarra Escobar afirma: “En materia de empleo las mejores fortalezas de Sinaloa están desaprovechadas. Hay mucha gente capacitada con los mejores niveles y está desempleada…” (Noroeste, 5/ 05/ 2002). Vale decir, no sin suspicacia, que el gobierno estatal habla de los empleos que crea, pero oculta los que cotidianamente se pierden, tanto por los ciclos de la economía estacional que nos caracteriza, como por la compresión del mercado interno que obliga a los empresarios a cerrar sus negocios. La larga fila de cruces que se observa con el “amarre” de los barcos, la desolación de los hoteles en los meses “pico” del año, el cierre de restaurantes, congeladoras y changarros, el abandono de la tierra por los campesinos, la migración de 250000 sinaloenses al extranjero, revelan hasta la saciedad que el empleo en Sinaloa “anda volando bajo”. Y si bien es cierto que no se pueden escatimar el esfuerzo gubernamental en esta materia, como dice Ibarra Escobar”, no se puede, en honor a la verdad, sino contrastar los empleos que se crean con los que cotidianamente se pierden. El director de la Facultad de Economía, Efraín Ancona Quiroz, indica: “En los diez últimos meses del presente año la cifra es negativa con 16 mil empleos menos, resultado de 7000 plazas ganadas contra 23 mil eventuales pérdidas” (Noroeste, 7/12/2003). Efraín Ancona Quiroz, en la misma fuente y día, señala: “El crecimiento de la población económicamente activa presiona a la economía a que genere en promedio 20 mil empleos al año”. “Es necesario entonces, indica, fortalecer y ampliar la capacidad de generación de empleos formales, permanentes, bien remunerados de 7 a 10 mil por año”. (Misma fuente y día). Este juicio de Ancona Quiroz puede decirse de otra forma: que había que crear de 7000 a 10,000 empleos para irla pasando, aunque en realidad se necesiten 20,000, y que por supuesto no se pierda ninguno de los existentes para resolver la carencia de plazas de trabajo, cuya proporción es de dos desocupados por uno con trabajo, con el agravante, según Ibarra Escobar, de que gran parte de los empleos son mal pagados, tanto por provenir de negocios pequeños como del comercio informal, excepto aquellos trabajos de riesgo, como lo que emplea el narcotráfico, que son regularmente bien remunerados, y esto dependiendo de la escala que ocupe el narcotraficante en los distintos niveles de la red.