Entre acusaciones, llevamos al país a nuevos enfrentamientos; ahora la calumnia es el método

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FRANCISCO CHIQUETE

México es un país dividido en muchos sentidos. Entre pobres y ricos, por supuesto. Las desigualdades se han acentuado grotescamente en los últimos lustros. Entre chairos y fifís, sin duda. Las heridas de la elección presidencial no han sanado, por el contrario, hoy las posiciones están más radicalizaras.

El sofocón de los aranceles no alcanzó a generar la magia de una unidad al menos pragmática. Los sectores empresarios, la disminuida oposición partidista, los analistas independientes se pronunciaron todos contra la agresión del presidente de los Estados Unidos, pero apenas pareció disiparse, volvieron los intercambios de insultos que han sido pan nuestro de cada día.

Los antigobiernistas acusan de una entrega del país, de una grave pérdida de la dignidad. La acusación viene incluso de aquellos que tanto han preconizado la integración hasta las últimas consecuencias y han despreciado los nacionalismos.

La verdad es que con Trump no había mucho para dónde hacerse, y aún ahora que se llegó a un acuerdo, existe el riesgo de que “se raje y se desraje”, según sea su conveniencia.

Pero del otro lado no están mejor. En automático, los que manifestaron su desacuerdo fueron tildada de traidores, vendepatrias, enemigos del pueblo y del país, como si no hubiese derecho a disentir, incluso en temas tan delicados como el episodio que acabamos de vivir.

Son muchas las advertencias sobre la costumbre de cantar victoria antes de tiempo. No se disipaban las primeras alegrías por el triunfo, cuando Trump, a su estilo, lanzó una nueva amenaza advirtiendo qué hay pasajes secretos del acuerdo, que se revelarán a su tiempo. Nada bueno puede ser.

Urge buscar la conciliación y la obligación es de todos, pero la parte del gobierno tiene la responsabilidad mayor. Debe ir limando las asperezas para que el país pueda seguir adelante. No se trata de renunciar a los proyectos ni mucho menos a las ideologías, sino de ser incluyentes porque finalmente en una sociedad como la actual, todos necesitamos de todos, aunque algunos “nos caigan gordos”.

Ayer en Los Mochis, el presidente intentó generar la cordialidad entre todos, pero algunos de los asistentes, activistas de Morena, lo volvieron a desobedecer, pensando no en la conciliación nacional, sino en la próxima elección, que será dentro de dos años.

Aquí en Mazatlán, el aparato de propaganda oficial agredió al columnista Guillermo Osuna Hi, con una insinuación absurda que nadie cree. Memo ha sido maestro durante muchos, muchos años, y jamás tuvo una sola mancha en su expediente. Si los minigoebbels marismeños creen que calumniando a las voces independientes van a mejorar la imagen del alcalde, están en el más grave de los errores, y están precipitando a su jefe a un abismo de descrédito en lugar de sacarlo.

El país necesita transitar hacia mejores condiciones. Hay muchos personajes dentro y fuera del gobierno que pueden colaborar para ello, pero hay otros, Memo, a los que les falta grandeza e inteligencia. Son ellos mismos los que se ensucian con su porquería.