El Parque Central pasa de utopía a desarrollo en marcha.

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En 2014, el proyecto de ECK sonaba desmesurado: Su acuario fue uno de
los principales anuncios de México en la Feria Internacional de Turismo
 
FRANCISCO CHIQUETE.
 
Los enormes acrílicos que se convertirán en ventanas oceánicas del nuevo acuario, dan un aspecto impresionante a la construcción, que en muchos sitios todavía está “en greña”, y que en septiembre debe convertirse en un destino turístico por sí mismo, dentro del que Mazatlán conforma en general.
 
Este jueves 19 de enero, el acuario fue anunciado por el secretario Miguel Torruco en la Feria Internacional de Turismo (Madrid, España) como uno de los grandes proyectos de infraestructura turística del país, uno de los productos que la industria tiene proyectados para incrementar el flujo de visitantes y mejorar la calidad de los servicios que se ofrecen. Su construcción, equipamiento y puesta en operación costarán mil cuatrocientos millones de pesos.
 
No ha sido un camino fácil, ni tampoco el primer intento, ni ha estado exento de polémicas, de luchas sociales y de confrontaciones políticas, pero poco a poco se va levantando sobre lo que era apenas un pantano natural, refugio de aves y especies silvestres de diverso tipo.
 
En agosto del 2014, el empresario hotelero Ernesto Coppel Kelly anunció, como cabeza de un organismo llamado Fideicomiso Unión Mazatlán, el desarrollo de un ambicioso proyecto llamado Parque Central, bajo cuya iniciativa se desarrollarían un acuario de talla internacional, un museo histórico dentro de un edificio emblemático (una perla enorme al centro de una concha), el rescate de la laguna del camarón, un parque público de altas especificaciones y nuevas vialidades para esa zona de la ciudad.
El proyecto sonaba desmesurado, tanto como su nombre. Parque central, que evoca al Central Park de Nueva York, nada menos.
 
Los partidarios tomaron el anuncio con reservas, pues las eternas penurias económicas del país no parecían propicias para este tipo de proyectos. Incluso se notó la ausencia del gobernador del estado, Mario López Valdez, lo que se tomó como una falta de disposición, pues Malova iba a todas, sobre todo cuando eran festivas.
Por si fuera poco, los ecologistas empezaron a defender al Bosque de la Ciudad, sobre cuyos terrenos se ejercería el nuevo desarrollo, y los políticos de izquierda se lanzaron a la defensa del actual Acuario, que por ser propiedad del municipio, se consideraba autónomo e intocable “para un proyecto privado”.
 
Un agudo observador dejó caer un señalamiento: se trata de la gentrificación de un parque popular, que en lo sucesivo será para clases altas y turistas, advirtió.
Pese a todo, el proyecto fue avanzando, primero con el esfuerzo personal de Coppel Kelly, quien patrocinó de su propio pecunio los proyectos ejecutivos, y luego con participaciones de otros empresarios, y finalmente del gobierno. Él mismo consiguió inversionistas extranjeros que se sumaran al acuario, y estuvo siempre cerca de las autoridades para conseguir las decisiones y las inversiones necesarias. Los vaivenes de la política le ayudaron con un aliado importante: Quirino Ordaz Coppel, quien llegó al gobierno del estado convencido de que Mazatlán necesitaba impulsos de ese tamaño.
 
Todavía al arrancar el primer trienio morenista en el ayuntamiento de Mazatlán, los activistas de ese partido presionaban para que el alcalde rechazara la construcción del nuevo acuario, y la conservación del proyecto produjo escandalosas fracturas internas.
El Bosque de la ciudad fue creado con un donativo de la federación. Al cambio del aeropuerto de la ciudad, los terrenos fueron donados al municipio, para que los utilizara en instalaciones educativas y así nació la Ciudad Universitaria de la UAS, en áreas verdes y en otras instituciones de beneficio colectivo. Se escogió un terreno para el bosque y una parte para la construcción del Acuario Mazatlán. Una parte fue distraída para viviendas de trabajadores, quienes la obtuvieron mediante presiones e invasión; otra para un convenio que benefició al Sindicato de Trabajadores de la Salud, en una permuta que permitió el cruce de vías por Avenida Santa Rosa, y finalmente una subestación eléctrica (¡dentro de la laguna!).
Hubo un momento en que el Bosque estuvo en posibilidades de ser privatizado o concesionado,.
 
Alrededor de 1990, Guillermo Rossell de la Lama, exsecretario de Turismo y exgobernador de Hidalgo, vino en su calidad de consultor de la empresa Reino Aventura, que buscaba ampliar su oferta de parques de diversiones en la República. El gobernador de la época, Francisco Labastida Ochoa, había promovido la visita, pensando que sería una buena inversión para Mazatlán.
 
Este reportero dio a conocer la noticia, que de inmediato generó reacciones. Los mazatlecos no queremos a Reino Aventura, queremos al bosque, dijo quien fungía como presidente del Consejo Ecológico de Mazatlán. Fue una nota hecha con mucha satisfacción, asumida y compartida.
 
Años después, ya como padre de familia, hicimos un recorrido por Reino Aventura hoy Six Flags: un hervidero de gente de toda la república y de centro y Sudamérica, que en buena medida viajaban a la Ciudad de México para llevar a la familia a ese centro de diversiones: todo un destino turístico por sí mismo, que generaba una gran derrama económica.
 
Al final el dictamen determinó que el terreno en cuestión era muy pequeño para las necesidades de la inversión y todo quedó olvidado,
Veinticinco años después hubo quienes tuvieron la misma reacción de aquellos tiempos, pero esta vez no fructificó la negativa.
 
El Parque Central es prácticamente una realidad. Como antes, mucha gente acude ya a hacer sus ejercicios matinales o vespertinos, las familias acuden a sus paseos de fin de semana en un ambiente mucho más saneado y más seguro. Los problemas económicos no permitieron que se iniciara el edificio emblemático del museo, pero Coppel Kelly no pierde la esperanza de que esa etapa tendrá su tiempo, y de que el Acuario, considerado desde ahora como el más grande de América Latina, se convierta en un atractivo que genere más visitas a Mazatlán y que por supuesto, amplíe el tiempo de estancia de los turistas.
 
Mazatlán tiene con qué, dice el empresario, cuyos negocios hoteleros más exitosos están en Los Cabos, ranqueados entre los mejores del mundo por sus restaurantes, spas y su campo de golf, pero se siente moralmente obligado a pagar la cuota de paisanaje. Podemos corregir los errores en que la ciudad ha incurrido y construir un destino turístico de primer nivel, ha dicho e insistido: Mazatlán tiene con qué.