Don Carlos Salazar rescató las memorias mazatlecos desde su Álbum del Recuerdo Y

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Don Carlos Salazar Cordero era una leyenda viviente, no sólo entre el medio periodístico, sino en toda la sociedad mazatleca. Su intervención en la promoción deportiva, en la relación entre comercio, industria y deporte organizado, sobre todo béisbol, le daban autoridad entre todos los círculos que frecuentaba.

Lo vi por primera vez en las instalaciones de El Correo de la Tarde, donde llegó a preguntar por el dueño anterior, el Coronel Eutimio F. Sánchez, y terminó en una larga plática con Abraham García Ibarra sobre la vieja plantilla de El Sol del Pacífico.

Precisamente ahí, en las páginas de El Sol, supe de Chale Salazar: en mis lecturas infantiles de la sección de deportes, donde se publicaba su columna Desde Los Ángeles, con una sección llamada Ensalada de ten cents, que con frecuencia abandonaba los aspectos beisboleros para referir situaciones de la vida cotidiana de nuestros paisanos en aquella ciudad, empezando por la sobrevivencia económica que los llevaba precisamente a buscar las ensaladas de Diez centavos.

Álbum del Recuerdo era una revista deslumbrante en muchos sentidos.

Seguramente el béisbol es el deporte en que más influye la memoria. A estas alturas del fútbol por ejemplo, Maradona es mucho más popular que Pelé, no necesariamente por sus méritos deportivos, sino porque son más quienes lo vieron jugar, que los sobrevivientes de la época de  Edson Arantes do Nacimento. En cambio todo buen aficionado al rey de los Deportes sabe quiénes fueron Babe Ruth, Mickey Mantle y Lou Gherig, Roberto Clemente y El Toro Valenzuela. Ese espíritu de nostalgia y vigencia estaba en Álbum del Recuerdo.

La infancia de mi generación estuvo marcada por la Liga de la Costa, que no alcanzamos a ver, pero que estaba viva en las crónicas de Rafael Reyes Nájera, nuestro entrañable Kid Alto, Eduardo Valdez Vizcarra, y por supuesto de Chale Salazar.

En las páginas de esta revista encontramos la vida de muchas familias y de muchos negocios. Encontramos también fotos, muchas fotos del Mazatlán decimonónico y mucha información que nos lleva a conocer la vida de la época, partiendo de la actividad portuaria, las importaciones para la industria y para la minería y los eventos sociales.

Don Chale fue el primero en utilizar los materiales históricos que circulaban por ahí. Una parte provenía de la Revista Sinaloa Ilustrado, impresa durante el porfirismo por encargo del gobernador Francisco Cañedo, que afortunadamente tuvo una reedición facsímilar en el Difocur de Alfonso G. Calderón.

Pero don Chale tenía además sus propias fotos o conseguía las de familias que le confiaban esos valiosos testimonios documentales, que le soltaban en reconocimiento a su seriedad y hombría de bien, y con ellos daba a sus lectores una panorámica muy detallada de la vida de los mazatlecos, tanto en los muelles como en el Círculo Comercial Benito Juárez y la Plazuela Machado en general, o en el cosmopolita Paseo de Olas Altas, sin faltar el béisbol, el carnaval, El Muralla, el básquetbol o el boxeo con sus personajes señeros Joe Conde y la Maya Montes.

Uno de los ámbitos más manejados en la revista fue el de los ferrocarrileros, que por muchos años fue una familia estrechamente unida y de gran influencia social. Tanto, que fueron ellos quienes rescataron el béisbol profesional cuando la ciudad se quedó huérfana de su pasatiempo favorito. Nada pasaba en ese gremio sin que fuese objeto de comentarios o artículos en la revista, por más que el plazo semestral y hasta anual, las alejara de la fecha de edición.

Sus colaboradores más constantes fueron precisamente del gremio del riel.

La divulgación a través de la revista ha sido un género constante (o lo fue hasta antes de esta revolución tecnológica que todo se lo lleva, cual vendaval). En Mazatlán hubo diversos esfuerzos con publicaciones literarias de los años cuarenta, temáticas, como las canavaleras de los cincuenta, socialités de los sesenta, informativas de los setenta y ochenta, hasta que llegó la política y vulgarizó el género.

A nivel estatal hubo un esfuerzo de divulgación histórica que terminó en los años noventa, pero sigue gozando de una merecida reputación por la calidad de sus números y la profundidad de sus investigaciones. Se trata de la revista Presagio, que recogió mucha de la información histórica y cultural de la vida sinaloense.

Fue un esfuerzo encabezado por el periodista Chema Figueroa, quien se allegó de un equipo muy capaz y muy interesado en la investigación y la divulgación. Uno de ellos, por citar un ejemplo, es el director del Archivo Histórico del Estado, Gilberto López Alanís, merecidamente inamovible, inmune a las veleidades de la política.

Me atrevo a considerar que el Álbum del Recuerdo y don Chale Salazar, están a la altura de aquel esfuerzo, con una salvedad: Chema Figueroa fue un hombre que combinó la política con el periodismo. Secretario particular de Leopoldo Sánchez Celis cuando éste fue gobernador, y posteriormente columnista en los diarios de la capital del estado, se hizo de una presencia fuerte, que le permitía gestionar apoyos para su publicación.

No era difícil que Difocur, la UAS o alguna otra área gubernamental le patrocinaran un número, una sección especial, o que el propio Figueroa le hablara a cada alcalde para sugerirle el patrocinio del siguiente ejemplar, que sería monográfico de su demarcación. Por supuesto, entre el interés por el tema y la fuerza del personaje, el alcalde en cuestión aflojaba…

En cambio don Chale realizaba un esfuerzo personal que le llevaba a buscar a los grandes ejecutivos de la Cervecería del Pacífico y salir corriendo para amarrar el anuncio de las Nieves de garrafa de con Medrano. No por nada su último artículo de cada número estaba dedicado a preguntarse si ahora sí colgaría los tenis renunciando a seguir adelante con su noble labor.

En cambio la aceptación social era unánime.

Un día publiqué en El Sol del Pacífico una nota sobre la labor de este hombre que tanto le aportaba a la comunidad sin esperar nada a cambio. Por supuesto que, caballeroso como era, fue a agradecerme la publicación y a intercambiar opiniones sobre los temas de actualidad, pero antes que él lo hiciera, decenas de personas me hicieron ver la justeza de ese reconocimiento. Para empezar mi amigo Rutilo Jaime, fotógrafo con quien había trabajado desde 1976, llegó el día de la publicación a agradecerme porque él se sentía parte del entorno de don Chale. no de balde fue parte de la comitiva de Los Venaditos en Los Ángeles. Y así como él, me surgieron decenas de personas que habían tenido que ver con alguna de las actividades de nuestro personaje y lo reconocían ampliamente.

Pareciera un lugar común hablar de la deuda de las sociedades con quienes hacen cosas importantes que se pierden en la cotidianeidad, pero indudablemente estamos en uno de esos casos.

Hoy es fácil o relativamente fácil acceder a documentos, a imágenes y hasta a videos importantes para dilucidar cómo fue conformándose nuestra comunidad. Se llega incluso al abuso en el manejo de esos documentos y hasta hace muy poco se obtenían recursos oficiales para vivir de ello.

También tenemos hoy más gente formada en la investigación bibliográfica, en el rescate de los tesoros de la información y en el rearmado de nuestra historia profunda y nuestra historia contemporánea.

Pero cuando don Carlos se lanzó a esta prodigiosa aventura no había nada de eso. Con tesón, con ganas de hacer las cosas, fue transformando su personal nostalgia en el rescate de las memorias comunitarias, sin desestimar ningún dato: ni el de la fundación de la cervecería, ni el de los primeros arribos a los muelles “nuevos”, ni la ubicación de alguna afamada cenaduría y hasta sus precios.

Por cierto la revista provocó un peregrinar de Chale por diversas imprentas de Mazatlán, unas buenas y otras malas, pero aprovecho para recordar aquí algunas instituciones del ramo: la Imprenta De Rueda, Franco Impresores y la del famoso Caballo León, quien desde las fatigosas alturas de la Melchor Ocampo se convirtió en salvador de muchos editores desesperados.

La revista de don Carlos Salazar es la memoria plena de Mazatlán. Del Mazatlán que llegó a ser esplendoroso o que así se ve, ataviado con la pátina del tiempo; del Mazatlán que a través de generaciones hemos construido, en algunos casos teniendo como referencia las memorias que don Carlos y otros mazatlecos lograron plasmar; y las del Mazatlán que hoy se erige como resultado de aquellos esfuerzos.

Este jueves 25 de julio se cumplieron veinticinco años que él partió de este mundo (lo recordamos desde el Centro Cultural Multiversidad), pero su revista queda como legado indiscutible de una ciudad, la ciudad a la que amó entrañablemente y a la que aportó su vida, dejándole y dejándonos un compendio de memorias que nos atañen a todos: El Álbum del Recuerdo de Chale Salazar.