Miguel Ángel Ramírez Jardines
El 24 y 25 de Junio próximo la Asociación Manos Amigas por a Discapacidad (AMAD) realizará una serie de eventos para festejar su 7º Aniversario. Los temas que van a tratar con especialistas y “forjadores de vida” como dicen ellos, tienen que ver con asuntos difíciles pero necesarios de ventilar: la sexualidad en personas con discapacidad, el empleo y el autoempleo, la cultura del respeto a la diversidad, el papel de las asociaciones civiles en este sector, la casa hogar como espacio profesional futuro de atención para las personas adultas con algún tipo de discapacidad física o mental. Es decir, temas de importancia primordial que cuestionan las concepciones existentes en la sociedad.
Reconocer los esfuerzos que realizan las madres y familiares de personas con discapacidad en ese tipo de asociaciones, es aceptar que necesitamos cambiar nuestra percepción y nuestra concepción de lo que somos como grupos humanos. Y es que existe todavía una incapacidad (en realidad una discapacidad) de la población para aceptar que somos una sociedad compleja y diversa que requiere valorarse de otro modo.
Por ejemplo: ¿a quién no le ha pasado algo semejante a lo que me pasó cuando era pequeño?: Junto con otros chamacos, apedreábamos a un niño con parálisis cerebral que intentaba acercarse a nosotros para jugar. Llevaba un baberito para la saliva, un brazo torcido pegado al pecho y salía en pañal caminando con dificultad. Nadie nos educó para convivir con él y, por el contrario, el miedo que nos causaba nos hacía agredirlo a la voz de “ahí viene el loco, ahí viene el loco”.
Existe todavía un modo homogéneo de pensar, un pensamiento uniforme que cuando se encuentra con alguien que viste, actúa, es o piensa distinto, se le mira raro y hasta con miedo, y se le agrede, excluye o margina. Un indígena, un rockero, un homosexual, un disidente político o sindical, un sujeto que profesa una religión distinta a la dominante, que viste o se peina a su modo, un gordo, un indigente o alguien con alguna discapacidad, etc., es decir, gente diferente a lo “normal”, se convierte en sujeto de escarnio, temor o violencia. No se establece con él una relación de convivencia respetuosa, no se piensa en la posibilidad de una convivencia respetuosa entre diferentes.
Y eso es lo que hay que aceptar: la diversidad. Nuestra sociedad se forma de hombres y mujeres que incluyen lesbianas y homosexuales; ricos, pobres y clasemedieros; indígenas y mestizos; población que se ha desenvuelto en variadas culturas regionales; gente del campo y de la ciudad; ancianos, adultos, jóvenes y niños; personas que profesan distintas religiones o bien que son ateos; unos que estudian y otros que trabajan; con distintas preferencias musicales y estéticas en general; muchos con los traumas que acarrea la vida moderna, sobre todo en las ciudades medias y grandes; gente con capacidades diferentes donde unos tienen algún tipo de discapacidad física o mental, en fin, la diversidad es el signo de nuestra sociedad. Las “minorías” son en realidad la mayoría, y ello obliga a revisar la serie de valores que actualmente nos orientan. Mirar las cosas en blanco y negro es obsoleto.
Inclusive, aunque cada uno forme parte de grupos culturales más o menos definidos, y que cada grupo o institución en la que uno participe (escuela, familia, iglesia, oficina, empresa, deporte, amigos, sindicato, etc.) imprima su sello en la identidad de cada persona, finalmente la interpretación de la cultura se hace de manera particular por cada quien, es decir, cada persona construye sus propias representaciones y significaciones y por ello es distinta a los demás. “Somos iguales pero diferentes” dice la canción.
Así, es loable el trabajo que están realizando las asociaciones de apoyo a la discapacidad. En Mazatlán son 6 asociaciones de ese tipo que han creado una RED de apoyo y ayuda mutua, y que están constituyéndose en un Corredor por la discapacidad para dar atención a niños, adolescentes y adultos con síndrome de Dawn, Parálisis Cerebral, Autismo, Ceguera o debilidad visual, Sordera, Retraso mental, etc.. Y es claro que ese trabajo lo realizan porque el Estado, desde sus diferentes instituciones, no lo hace, muchas veces porque no puede. Recordemos que en Mazatlán en el 2012 había cerca de 30 mil personas con algún tipo de discapacidad. Por tal razón, esa RED de asociaciones de apoyo a la discapacidad se ha constituido en una esperanza para las familias que tienen alguno de sus miembros con algún tipo de discapacidad, brindándoles orientación, atención y descargo emocional, físico y económico.
La sociedad tiene que cambiar y al gobierno le corresponde apoyar con más vigor y con medidas concretas. En Mazatlán existe un Decreto que reconoce la participación de las asociaciones de discapacidad en una Coordinación Municipal de Asociaciones con derecho a recibir un apoyo financiero por parte del gobierno municipal, con el objeto de llevar adelante sus actividades de atención y de promoción de la cultura de respeto a la discapacidad. Eso debe ponerse en operación ya. Aunque, evidentemente, eso no es suficiente, pero es un gran avance si consideramos que esa cultura aún está distante de asumirse como algo cotidiano. Carlos Felton y su esposa Sylvia Treviño lo saben de sobra, pues desde hace años han realizado una labor semejante, a través de su fundación, en apoyo a niños con cáncer.
Felicidades a la Asociación Manos Amigas por la Discapacidad por su 7º Aniversario.