30 aniversario de su muerte Freddie Mercury, la muerte de un artista excesivo, eterno y genial

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La música pop tiene muchas estrellas pero hay muy pocas a las que el calificativo les encaje mejor que a Freddie Mercury. El líder de Queen, el vocalista de garganta prodigiosa, capaz de emocionar tanto con sus duetos operísticos con Montserrat Caballé como con composiciones de rock de estadio, falleció hace hoy 30 años, un tiempo en el que su leyenda no ha hecho más que crecer y alcanzar a las nuevas generaciones.

El estreno en 2018 de ‘Bohemian rhapsody’, la película sobre Queen que supuso un gran éxito mundial, permitió que jóvenes fans quedaran fascinados por la personalidad de un grupo que mezclaba sin complejos pop, hard-rock, música disco, funk y ópera. Y, por encima de todo, por la figura de Freddie Mercury, un personaje inclasificable, extravagante y con una personalidad única, que vivió cada minuto de su vida como si fuera el último y que murió de sida con solo 45 años, convirtiéndose en eterno.

Provocador y hedonista, pero a la vez generoso y celoso de su vida privada, Freddie Mercury nació el 5 de septiembre de 1946 en Zanzíbar, una pequeña isla frente a la costa Este africana que hoy forma parte de Tanzania pero que durante años perteneció al Imperio británico. Su nombre de pila fue Farrokh Bolsara, hijo de una familia parsi procedente de la India que se encontraba en la isla debido al trabajo del padre, un funcionario colonial.

A los siete años, fue enviado a la India con su abuela para estudiar en el St. Peter School, un internado de estilo británico en el que ya se reveló su talento musical. Tras regresar a Zanzíbar, la familia Bolsara tuvo que huir a Inglaterra a causa de la revolución que dio lugar a la emancipación de la región, que pasaría a ser el estado de Tanzania.

Se establecieron en 1964 en Feltham, un suburbio londinense, y la familia dejó atrás una vida acomodada y pasó a formar parte de la clase trabajadora, algo que no supuso ningún problema para el joven Freddie, como ya era conocido en su entorno. Fascinado por la explosividad creativa que vivían las islas en aquel momento, Mercury estudió moda y diseño gráfico, aunque tuvo que trabajar como mozo de almacén y en otras ocupaciones para sostener la economía familiar.

Encuentros fundamentales

A finales de los sesenta se produjeron dos encuentros fundamentales para su trayectoria personal y artística. Por un lado, conoció a Mary Austin, la mujer de su vida, a la que llamaba ‘mi esposa’ sin que nunca llegaran a casarse y a quien a su muerte legó la mayor parte de su fortuna. A elle le dedicó «Love of my life», una bellísima canción de amor que está entre lo mejor del repertorio de Queen.

Por otro lado, y a través de un compañero de estudios, Tim Staffel, comenzó a relacionarse con el guitarrista Brian May y el batería Roger Taylor, que junto a Staffel formaban el trío Smile, el germen de lo que más adelante sería Queen.

Freddie Mercury -que aún no había adoptado su apellido artístico, inspirado en el dios griego Mercurio- tuvo un breve paso por grupos como Ibex, Wreckage o Sour Milk Sea, pero en abril de 1970 se incorporó como cantante a Smile tras la salida de Tim Staffel, cansado de la falta de éxito de la banda. Poco después conocieron al bajista John Deacon, que completó la formación clásica de Queen, la que se mantendría inalterable durante más de 20 años, hasta la muerte del vocalista.

Pronto se pudo ver que Queen era una banda diferente y que la acusada personalidad de Freddie Mercury -ahora ya sí, firmando con el apellido que le haría inmortal- se imponía por encima del resto de sus compañeros, aunque todos componían y cada uno de ellos ofrecía un matiz singular al proyecto. Suya fue la idea de bautizar a la banda con el nombre de Queen (Reina), a pesar de los evidentes matices gais que amenazaban con escandalizar a la puritana sociedad británica de la época, un país en el que la homosexualidad se acababa de despenalizar.

Al rebufo del ‘glam-rock’ que triunfaba en el momento, gracias a artistas como David Bowie o Marc Bolan, Queen publicó a principios de los setenta sus dos primeros discos, todavía muy influenciados por el rock progresivo y el hard-rock de bandas como Led Zeppelin. Sin embargo, sería con el tercero, Sheer heart attack (1974) cuando comenzaron a despertar un mayor interés, sobre todo gracias a canciones como «Now I’m here» y, especialmente, «Killer queen», un tema de Mercury en el que se aprecian muchos de los elementos característicos del sonido de la banda.

Un éxito inclasificable

Pero lo más grande estaba por llegar. En 1975 publicaron A night at the opera, un disco con el que alcanzaron el número uno en Reino Unido y Australia y que logró gran repercusión en todo el mundo. Sin embargo, la carta de presentación, el single «Bohemian rhapsody», era a priori lo más alejado de una canción comercial. Con casi seis minutos de duración, un inicio ‘a capella’, un arranque de balada, una parte central operística, un desbocado hard-rock intermedio y una coda final, el tema era inclasificable incluso para una época en la que triunfaban gigantes del rock progresivo como Pink Floyd, Yes o Emerson, Lake & Palmer.

Solo grabar la canción les llevó más de tres semanas, lo que convirtió a A night at the opera en uno de los discos más caros del momento. Pero mereció la pena. La canción y el disco son imprescindibles hoy en día en cualquier lista de la historia de la música pop y su éxito a Queen ascender a la primera división del rock mundial.

La banda quiso redondear la publicación de «Bohemian rhapsody» con la grabación de una pequeña película en las que se les ve interpretando el tema y que está considerada como el primer videoclip de la historia.

Liberación personal

Durante el resto de la década de los setenta, el grupo publicó discos imprescindibles como A day at the races (1976), News of the world (1977) o Jazz (1978), jalonados de éxitos como «Somebody to love», «We are the champions», «We will rock you», «Bicycle race» o «Don’t stop me now».

El éxito musical también supuso una liberación en lo personal. El artista decidió sincerarse con su pareja acerca de su bisexualidad y sus infidelidades, con lo que puso fin a seis años de relación sentimental con Mary Austin, aunque eso no acabó con la relación personal entre ambos, que perduró hasta la muerte de Mercury.

«Yo sabía que ese hombre no estaba siendo sincero conmigo, veía que se sentía mal por algo», aseguró Austin en 2000 en el documental Freddie Mercury: la historia jamás contada. «Una vez que discutimos eso volvió a ser la persona que era, la que yo había conocido», añadía.

Con este paso, el vocalista dio rienda suelta a su lado más hedonista y, aunque nunca habló abiertamente de sus preferencias sexuales, adoptó una actitud y una imagen abiertamente gais, con trajes de cuero negro y cadenas, inspirándose en el ‘look‘ de uno de los integrantes del grupo Village People. Pero letras como las de «We are the champions» iban más allá de cualquier declaración pública.

Fueron años de excesos, de noches de sexo y drogas, en los que el cantante disfrutó sin prejuicios. Uno de los momentos más recordados fue la fiesta que la banda organizó en Nueva Orleans en 1978, con motivo de la presentación mundial de su disco Jazz. Más de 500 personas asistieron al evento, que se celebró en el Hotel Fairtmont y sobre el que es difícil separar la realidad de la leyenda, aunque para la posteridad ha quedado como la fiesta más excesiva de la historia del rock.

En lo más alto

A pesar del éxito mundial, la banda tenía una espina grabada: nunca habían sido número uno en Norteamérica. Pero la tendencia se rompió gracias a «Crazy little thing called love», un tema en la onda rockabilly, compuesto por Freddie Mercury como homenaje a Elvis Presley y que arrasó a ambos lados del Atlántico a finales de 1979. Meses después, la ‘funky’ «Another one bite the dust» también logró el primer puesto en las listas y convirtió al disco en el que estaban contenidas, The game (1980), en uno de los vendidos de su carrera.

Los años ochenta trajeron una nueva imagen para Freddie Mercury, con su característimo mostacho y sus camisas de tirantes, emblemáticas en la etapa final de su trayectoria. La década comenzó de forma errática, con un trabajo menor, la banda sonora de la película Flash Gordon (1980), mayoritariamente instrumental, y el disco Hot space (1982), muy influido por la música disco y en el que solo «Under pressure», en colaboración con David Bowie, tuvo trascendencia.

El alejamiento entre los miembros de la banda derivó en proyectos en solitario. Mercury comenzó a preparar su propio disco en 1983, para lo cual grabó dos temas con Michael Jackson, aunque el proyecto quedó aparcado y la banda volvió al estudio para registrar The works (1984), uno de sus trabajos más exitosos. En él se incluía el tema «I want to break free», en cuyo videoclip la banda aparecía vestida de mujer, lo que derivó en la censura por parte de la MTV.

La banda volvió a la carretera en una gira que tuvo como momentos culminantes sus dos conciertos en la primera edición de Rock in Rio, en Río de Janeiro (Brasil), ante más de 350.000 personas; y sobre todo, su presencia en el Live Aid que se celebró de forma paralela en los estadios de Wembley (Londres, Reino Unido) y John F. Kennedy (Filadelfia, Estados Unidos) el 13 de julio de 1985.

Queen fueron una de las grandes atracciones de este festival benéfico en el que participaron las mayores estrellas del momento: Bob Dylan, Pretenders, Madonna, Eric Clapton, Neil Young, Led Zeppelin -que se reunieron exclusivamente para la ocasión-, U2Sting, Santana o Elton John -que tomó un avión para estar presente en ambos estadios-. Pero Queen brillaron especialmente con una actuación de 21 minutos que significó un nuevo comienzo para la banda, que pasaba un momento complicado en sus relaciones internas.

Poco antes, el primer disco en solitario de Freddie Mercury había salido a la luz, con escasa repercusión, lo que convenció al cantante de que lo mejor era continuar de la mano de sus compañeros. Además, a nivel personal, el vocalista atravesaba un gran momento gracias a su relacción con Jim Hutton, un peluquero que había conocido poco antes y que se convirtió en su pareja hasta el momento de su muerte.

Con todos esos ingredientes, Queen grabó A kind of magic (1986), que se convirtió en otro gran éxito de la mano del tema que le da título y otros como «One vision» o «Who wants to live forever«, que fue incluida en la banda sonora de la película Los inmortales.

Con las nuevas composiciones, la banda inició una breve gira europea de una veintena de conciertos y que tuvo parada en tres ciudades españolas: Madrid, Barcelona y Marbella. El 9 de agosto, ante más de 120.000 personas, el grupo ofreció en Knebworth Park, al norte de Londres, el último concierto de la gira y también el último con su formación clásica.

«Solo quiero hacer música hasta que muera»

El inicio de 1987 fue bueno, pues la carrera en solitario de Freddie Mercury se vio impulsada por el éxito de «The great pretender», una versión del tema que popularizaron The Platters y que, de algún modo, Mercury consideraba que tenía mucho que ver con él: «Oh sí, soy el gran farsante / Fingiendo que me va bien / Mi necesidad es tal, que finjo demasiado/ Me siento solo pero nadie lo diría«, dice la letra.

En abril los resultados de unas pruebas médicas confirmaron lo que llevaba meses temiendo: estaba infectado por el VIH, el virus del sida, en un momento en el que de la enfermedad se sabía poco más que su alta mortalidad. Sin embargo, el cantante no lo comunicó más que a su entorno más cercano y decidió seguir trabajando, a pesar de que la noticia se filtró a la prensa.

«Probablemente ya saben lo que les voy a decir, saben qué padezco, pero no quiero hablar sobre eso; sólo quiero hacer música hasta el día en que me muera«, les dijo a sus compañeros de grupo, según cuenta Brian May en el documental Queen: days of our lives.

El hecho de que Queen no hiciera gira tras la publicación de su nuevo disco, The miracle (1988), no hizo más que alimentar los rumores, que se vieron plenamente confirmados el 18 de febrero de 1990, cuando Mercury acudió a los premios Brit con un aspecto muy desmejorado en la que fue su última aparición pública.

Antes había cumplido el sueño de colaborar con la soprano española Montserrat Caballé, de la que era una admirador confeso, y con quien grabó el disco Barcelona (1987). Un año después, el 8 de octubre de 1988, Caballé y Mercury ofrecieron una breve show frente a la fuente de Montjuic, con motivo de la llegada a Barcelona de la antorcha olímpica, en que fue la última actuación pública del artista.

Disco con sabor a despedida

Consciente de la gravedad de su estado de salud, Mercury apremió a sus compañeros de Queen para grabar nuevo material. Innuendo, un disco con claro sabor a despedida, vio la luz en febrero de 1991 y, aunque no gozó de un gran éxito inicialmente, la trascendencia de temas como «Show must go on» lo convirtieron en el testamento musical del artista.

El 22 de noviembre de 1991, Freddie Mercury emitió un comunicado en el que confirmaba que tenía sida. «Es hora de que mis amigos y mis fans en todo el mundo conozcan la verdad y deseo que todos ellos se unan a mí, a mis médicos y a todos los que padecemos esta terrible enfermedad para luchar contra ella», decía en el texto.

Dos días después, el 24 de noviembre, Freddie Mercury murió en su domicilio de Garden Lodge, en Londres, a causa de una bronconeumonía derivada del sida. Tres días después, fue despedido en un funeral dirigido por un sacerdote zoroástrico, la religión en la que fue educado, y sus cenizas fueron custodiadas por su expareja Mary Austin, quien nunca ha revelado el lugar en el que fueron esparcidas.

Como suele pasar, la muerte de Mercury impulsó el interés por Queen, que vio cómo la canción Bohemian rhapsody, reeditada como single, volvía a alcanzar el número uno de las listas más de 15 años después de su publicación.

El 20 de abril de 1992, el estadio Wembley volvió a llenarse para un concierto homenaje a Freddie Mercury en el que participaron los tres miembros restantes de Queen junto a estrellas como Guns N’Roses, Elton John, Def Leppard, Extreme, George Michael, Metallica, Annie Lennox o David Bowie.

Una asteroide más en el firmamento

La andadura de Queen, sin su carismático vocalista, parecía haber llegado al final. Sin embargo, la banda sigue en activo hasta la actualidad. Primero, con la edición de Made in heaven (1995), un disco que incluía grabaciones incompletas del artista y que fue rematado por sus compañeros de formación. Y posteriormente, con las colaboraciones de los cantantes Paul Rodgers primero y Adam Lambert después, proyectos en los que no ha participado el bajista John Deacon. Sin embargo, hay pocas dudas de que la historia de Queen murió el mismo día en el que dejó de latir el corazón de Freddie Mercury.

Pero la muerte no apagó su voz. Periódicamente, sus discos son reeditados y eventos como el estreno de la película biográfica no hacen más que alimentar el mito de un músico inigualable, con un registro vocal para el que nunca recibió una educación específica y que nadie ha sido capaz de igualar.

En 2016, para conmemorar el 70 aniversario del nacimiento del cantante, la Unión Astronómica Internacional decidió llamar ‘Freddiemercury 17473’ a un asteroide descubierto en 1991 en el cinturón que orbita entre Marte y Júpiter. Con ese reconocimiento, Mercury forma ya parte del firmamento, seguramente el lugar al que siempre quiso pertencer.