ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ
Homo Videns, un texto de excelente factura escrito por el politólogo italiano Giovanni Sartori. El primer trozo de este interesante libro está dedicado a los estragos que produce la televisión en la formación de los niños y los jóvenes. La segunda parte se refiere a los efectos que genera la televisión en la formación de la opinión pública en las sociedades democráticas. Mi comentario solamente abordará la primera parte, por tratarse de asuntos educativos que es el contexto en donde desarrollo mi vida profesional.
Sartori al inicio de la reflexión no omite decir que todo cambio radical genera oposiciones, particularmente en este tiempo en que todo lo sólido se desvanece en el aire. Al respecto aclara, como curándose en salud, que no es su caso: “No pretendo detener lo inevitable”. Sin embargo, espero poder asustar lo suficiente a los padres sobre lo que podría sucederle a su video-niños, para que así lleguen a ser padres más responsables. Espero que la escuela abandone la mala pedagogía y la degradación en la que ha caído”. La expresión se refiere por supuesto a las deformaciones que causa la televisión y el ordenador en la formación cultural de los estudiantes, en esta era donde las imágenes tienen la primacía respecto a los libros. Pero vayamos por partes.
LAS VIEJAS IMÁGENES SOBRE LA TELEVISIÓN.
Las opiniones corrientes que todos conocemos sobre la televisión, coinciden en general, es que ésta no causa daño en tanto tal. El tilde de la crítica se centra en sus usos, particularmente en los estragos que crean los programas que inducen a la violencia y a una formación precoz de los niños sobre los espinosos asuntos del sexo. Las críticas han sido abundantes. La televisión se ha ganado los motes de “caja idiota”, “taravisión”, “televicio”, etc. No es menos cierto que, por lo general, sus críticos, una vez que denostan a la tele, se van a la sala o a la recámara a “enajenarse” con su programa favorito. Ni modo…
Fernando Savater, en su diccionario de filosofía, indulgente con la televisión, tal vez por marcada afición al cine, contradice esta suposición: “Lo alarmante no es la violencia, la desmesura sexual, el racismo o la rapacidad criminal que aparecen en el cine (y en la televisión)…sino la perversamente ingenua suposición de que tales males no se desencadenan en la realidad más que porque se les representa en la ficción”.
Karl Popper al final de sus días, había ido más allá respecto a las opiniones corrientes sobre la televisión y sus usos, al advertir los peligros que los medios proyectan a través de sus imágenes. Pero, sin lugar a dudas, quien pone el dedo en la llaga es el politólogo italiano Giovanni Sartori. Sartori, en efecto, no cuestiona los usos de la televisión y sus sucedáneos, como la computadora, por ejemplo, sino a estos instrumentos en tanto tales. Al respecto indica: “La tesis de fondo es que el video está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita; en un homo videns, para el cual la palabra está destronada por la imagen”.
IMAGEN VIRTUAL E HIPERREALIDAD.
La escritura no creó imágenes, las, imaginó, y esto pudo hacerlo a través de su columna vertebral: la palabra. La Biblia con toda justeza afirma, y en esta expresión todos estaremos de acuerdo, que al principio fue el verbo. Hasta podría decirse poéticamente lo mismo: “Si al principio fue la voz/es entonces la palabra/poderoso abracadabra/que nos constituye en nos. Pero ahora la palabra escrita calla, y con el tiempo tal vez para siempre, para darle la palabra a la imagen, según el autor italiano.
Y si bien no todo tiempo pasado fue mejor, Sartori, afirma que actualmente: “El nuevo soberano es ahora el ordenador. Porque el ordenador…, no sólo unifica la palabra, el sonido y las imágenes, sino que además introduce en sus visibilidades realidades simuladas, realidades virtuales”. En un hermoso giro literario el autor, expresa que el ordenador, crea imágenes imaginarias. Dicho en otro término, la llamada realidad virtual es una irrealidad que se ha creado con la imagen y que es realidad sólo en la pantalla. Con la imagen virtual, dice, las simulaciones amplían desmesuradamente las posibilidades de lo real; pero el problema de fondo es que no son realidades.
Y esta desmesura no es un problema menor, si se considera que extremar las potencias de lo real, nos condena a una travesía de ficciones y laberintos sin salida; pero inclusive, y en el afán de tomar del mal lo menos, como decían en el Medievo de la mujer; en el horizonte de la hiperrealidad tendremos la construcción del homo ludens, portador de un pensamiento mágico cuyo corolario será conformar, con otros de su especie, una sociedad infantilizada.
EL VIDEO Y EL VIDEO-NIÑO.
Vayamos ahora a la tesis de fondo de Giovanni Sartori: “La televisión no es un anexo; es sobre todo una sustitución que modifica sustancialmente la relación entre entender y ver”. El sustrato de esta inversión es que “el niño formado por la imagen se reduce a ser un hombre que no lee y, por tanto, la mayoría de las veces, es un ser reblandecido por la televisión, adicto de por vida a los video-juegos”.
Y esta pobreza que Sartori dibuja retrata a un video-niño que no crece mucho más. A los treinta años será un adulto empobrecido, educado por el mensaje; según este autor será un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural. Y agrega: “En la escuela, escuchan
perezosamente las lecciones… que enseguida olvidan, no leen periódicos… Se parapetan en su habitación con carteles de sus héroes, ven sus propios espectáculos, caminan por la calle inmersos en su música. Despiertan sólo cuando se encuentran con la discoteca por la noche, que es el momento en el que, por fin, saborean la ebriedad de apiñarse uno con otros, (experimentando) la fortuna de existir como un único cuerpo colectivo danzante”.
LA IMAGEN DEL TEXTO Y EL TEXTO DE LA IMAGEN.
¿Cuál es el resorte que impulsa a Sartori a aseverar que la cultura de la imagen es la imagen de la incultura? ¿Porqué el acto de ver está atrofiando la capacidad de entender? La hipótesis es la siguiente: “El homo-sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento, a su capacidad de abstracción, pues casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras abstractas, que no tienen ningún correlato en cosas visibles, y cuyo significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes”.
Giovanni Sartori continúa en la misma dirección, al afirmar que la capacidad de aprender se fundamenta exclusivamente en un pensamiento conceptual que representa para el ojo desnudo entidades invisibles e inexistentes”. Dicho en otros términos: “Todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis, de conceptos y de concepciones mentales, que no es, en un modo alguno, el mundus sensibilis, el mundo percibido por nuestros sentidos”.
Sin duda Sartori se refiere al legado platónico que ha recorrido los siglos para constituirse en lo que la sociedad moderna entiende como la forma por excelencia del quehacer de la ciencia y la filosofía, según las cuales la esencia está más allá de la apariencia. Y más aún: que el conocimiento se construye remontando los diques de la doxa, esto es, del sentido común. Por supuesto, Sartori esta travesía no la encuentra en los mares procelosos de la imagen.
ESCRITURA E IMAGEN: DOS SUMAS QUE NO SUMAN.
En este apartado, el politólogo italiano le sale al paso a una idea muy socorrida en el medio educativo, según la cual el homo videns no es incompatible con el homo sapiens. Según esta percepción, el uso de las imágenes contribuye a la formación intelectual de los niños y adolescentes.
Si bien reconoce que: “algunas palabras abstractas algunas, no todas- son en cierto modo traducibles en imágenes, pero se trata siempre de traducciones que son sólo un sucedáneo infiel y empobrecido del concepto que intenta visibilizar”. En esta perspectiva, la palabra e imagen se contraponen. En esta aseveración el autor es enfático, pues entender mediante conceptos y entender a través de la vista, no crea la posibilidad de que se produzcan una combinación positiva, reforzándose al menos integrándose el uno en el otro. Pareciera que el sólo plantearse esta posibilidad en la teoría, implicaría en los hechos pedirle peras al olmo.
Sartori, en efecto, indica que hasta el “momento los hechos desmienten, de modo palpable, que el hombre que lee y el homo videns se estén integrando en una suma positiva”, pues “tenemos el hecho de que la imagen no da, por sí misma, casi ninguna inteligibilidad. La imagen debe ser explicada; y la explicación que se da de ella en la televisión es insuficiente”.
LA IMAGEN: EL HOYO NEGRO DE LA IMAGINACIÓN.
Si la hiperrealidad nos conduce a un mundo mágico y, si como acabamos de ver, no existe ninguna esperanza de integrar el mundo de la imagen con el mundo de los conceptos, entonces qué puede esperar la sociedad del siglo XXI. No es difícil adivinarlo, si además, como es perceptible por doquier, el homo sapiens se bate en retirada ante el acoso de las armas del color y la estridencia del homo videns.
Veamos cómo se plantea Sartori el futuro:“La paidéia del video hará pasar a internet a analfabetos culturales que rápidamente olvidaran lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, serán analfabetos culturales que matarán su tiempo libre en internet, en compañía de “almas gemelas…”.
Aunque al final del túnel, pareciera que Giovanni Sartori arroja una pequeña luz de esperanza sobre el marco espectral que ha dibujado, pues señal: “Desde el momento en que el homo-videns ya está formado, es cuando se enfrenta a la red. Sin dudas, internet nos puede ayudar, a salir de aislamiento del mundus sensibilis, pero ¿cuántos lograrán esto?” ¿Qué cuántos lograran pasar del colorido mundo de la imagen al mundo de los conceptos? No es posible saberlo ahora, el tiempo y sólo el tiempo dirá la última palabra.
UNA IMAGEN A VUELO DE PÁJARO.
No es descabellado el contenido de Homo Videns. Actualmente el número de lectores en el mundo ha disminuido de manera alarmante. Bastantes autores han dado cuenta de este fenómeno, desde diversas perspectivas. Gabriel Zaid, en Los Demasiados Libros, ha documentado con elegancia e ironía estos tiempos de “barbarización”.
Pero sin lugar a dudas es Giovanni Sartori quien ha hecho la crítica más radical a esta tendencia. No obstante los ribetes de radicalismo de la obra, la escuela y los padres deben tomar muy en cuenta los juicios que se expresan en estas inteligentes páginas. Tal vez de su lectura y reflexión podamos corregir muchas desviaciones en la formación de los niños y los adolescentes.
Habría que estudiar con cuidado la hipótesis Sartoriana, pues ya existen críticas muy fundadas sobre la formación de la opinión pública en lo que se refiere al video-lector, particularmente las de Ulises Beltrán y José Hernández, al mostrar las inexactitudes del autor en esta materia. Por lo pronto padres y maestros, dejen a sus chicos la lectura de unos cinco libros para que se los beban en estas vacaciones, no vaya a ser cierto lo que nos ha dicho Sartori.