Leyenda dos: De los niños que juegan
Ellos no tienen amarguras, son niños aún, sus edades andan entre los 12 y 13 años, lo que les interesa es ganarse los 40 pesos que cobran por limpiar las tumbas de quienes realizaron el viaje sin retorno.
Para ellos lo importante es ganarse el sustento nuestro de cada día y ayudar a su familia con el mantenimiento de la casa, aunque sea en estos dos días que les permiten no asistir a al escuela para sentirse también como pilar de sus casas.
Ellos juegan a ser adultos; a ser gentes grandes que pueden con que y armados con zapapicos, baldes y palas están prestos a realizar la chamba.
– Llegamos temprano, estamos a la espera de que arribe más gentes para ofrecer los servicios, y aunque hay mucha gente que quiere hacer lo mismo, no nos desesperamos- nos dicen, jugueteando con sus instrumentos de trabajo, mientras que Mahatma platica con ellos. Primero, lo quiso hacer en un mausoleo, pero Christopher, que ahora trae la cámara, le dijo: “el contraluz no nos dejará grabar bien” y optan por salirse. Los niños ni se incomodan, ellos quieren hacerse famosos y salir en la televisión.
– Pero nos tienen que pagar- le dicen al entrevistador. Y claro que tienen razón, hay que aprovechar cualquier coyuntura para sacar con que comprar el pan.
Hay muchos niños alrededor, todos quieren ser parte del mismo programa, pero la mayoría no se atreve a platicar con el micrófono, que sin duda se impone al más osado.
Y todos llevan sus palas, los baldes llenos de agua y lo que requieran para limpiar las tumbas.
Los que ya se fueron no lo sienten, pero los que están respirando aún saben que la situación está caótica, que no es fácil vivir la vida sin la talacha. Los niños son los mejores testigos de esta situación que ahora vivimos una inmensa mayoría de habitantes terrenales en este México nuestro.
El panteón sigue con poca gente… Viva.