Por Melchor Inzunza
El pasado 31 de marzo celebramos el primer centenario del nacimiento de Octavio Paz, y el 19 de abril se cumplieron 16 años de su muerte, un decenio después de recibir el Premio Nobel de Literatura.
Como un homenaje a su memoria, así sea un poco tardío, compartimos hoy con el lector un extracto del capítulo Los hijos de la Malinche, de El laberinto de la soledad.
En esta obra, publicada en 1950, Paz analiza lo que considera específico de la realidad mexicana, lo que está detrás de la máscara, y proporciona, según Carlos Monsiváis, “un enfoque literario y crítico de México, su historia y mitología. Lo que se pierde en generalizaciones se recobra en calidad prosística”.
Su ensayo explica nuestro comportamiento colectivo y nuestro modo de enfrentarnos con el mundo; nos incita a ser dueños de nosotros mismos. La vía de la autenticidad –consideraba Luis Villoro– “nos enfrenta a una esencial soledad. Pero ya no es la soledad cerrada del disimulo, sino la de la libertad auténtica que nos obliga a abrirnos de nuevo hacia lo Otro, hacia los otros”.
En “Los hijos de la Malinche” –personaje fundamental en nuestra mitología, “traidora emblemática”, amante del conquistador y madre del primer mestizo notable (Martín Cortés)–, Octavio Paz examina la Chingada, el poder mágico de esta palabra y sus diversas significaciones.
Palabra
Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario…
Con ese grito, de rigor gritar cada 15 de septiembre, nos afirmamos frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son los “hijos de la chingada”: los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los “otros”.
… La Chingada es, ante todo, la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la “sufrida madre mexicana” que festejamos el diez de mayo. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz.
Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado).
Significados
… En México los significados son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones… Se puede ser un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito.
Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión –zaherir, de violar, desgarrar y matar– se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, destruir, violar –cuerpos, almas, objetos–. Cuando algo se rompe, decimos: “se chinga”. Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado: “hizo una chingadera”.
…Y cuando se alude al acto sexual el que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel, y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.
Chingar
Lo chingado es lo pasivo y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior…
El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca… Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía…
La palabra chingar define gran parte de nuestra vida… Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes, los chingones sin escrúpulos, se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos –especialmente entre la casta de los “políticos”, esto es, de los profesionales de los negocios públicos– es una de las deplorables consecuencias de esta situación…
La chingada
… La Chingada es la Madre abierta, violada… El “hijo de la Chingada” es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con la española, “hijo de puta” se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, una prostituta; para el mexicano, es ser fruto de una violación.
…Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés… El pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios, impasibles y cerrados…
…De ahí el éxito del adjetivo despectivo “malinchista” para denunciar a todos los contagiados por tendencias extranjerizantes. Los malinchistas son los partidarios de que México se abra al exterior: los verdaderos hijos de la Malinche, que es la Chingada en persona. De nuevo aparece lo cerrado por oposición a lo abierto.
… Nuestro grito es una expresión de la voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo, cerrados frente al pasado.