EN LA GRILLA

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*Duelo dialéctico entre César Camacho y Gustavo Madero

*Los panistas se sacaron el palito delante de toda la gente

*Por desconfianzas entre partidos, paran programas sociales

 

FRANCISCO CHIQUETE

 

Con las campañas llegando a sus puntos culminantes, Sinaloa recibió la visita de los dirigentes de los dos paridos con más votos en el país. Cabría suponer que se escucharía de primera mano el proyecto de nación de cada uno de ellos, la oferta ideológica y programática más acabada, de modo que el electorado pudiese decantar finalmente la decisión que va a expresar en las urnas el próximo siete de junio.

Y es que si los candidatos locales están inmersos en la vida diaria, en los detalles de las necesidades que presentan las diferentes comunidades, los dirigentes nacionales tienen o deben tener la visión amplia, desarrollada, filosóficamente sostenida y programáticamente sustentada, de lo que cada partido piensa hacer en caso de que la sociedad los favorezca con la mayoría en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

Pero la realidad fue muy distinta.

El miércoles vino César Camacho Quiroz a encontrarse con las estructuras,  especialmente de los distritos cinco, siete, res, cuatro, dos y uno, en reuniones en las que derrochó triunfalismo a tal extremo, que soltó la fórmula pluscuamperfecta para impactar a una sociedad ávida y expectante, que recibió el mensaje con ojos de plato: “vamos a ganar el ochito”.

Después de su sublime planteamiento alcohólico-político, advirtió que sacarían de la administración guasavense a los panistas que ahora están, y que lo harían “a punta de votos”.

Dos días después, Gustavo Madero vino a demostrar que también en el azul hace aire, y que si Camacho tiene pretensiones semánticas, él no se queda atrás con las evaluaciones de los alcances que lograrán no sus candidatos, sino los del partido de enfrente, porque al pobre César no le alcanzará “ni para un six”.

Todavía más: ayer por la tarde-noche, presumió a los numerosos panistas mazatlecos que se reunieron en la colonia Salvador Allende: miren nada más, aquí está el presidente del PAN en el municipio; el del estado, y el nacional. La gente por supuesto, gritó en el paroxismo del honor. Y para cerrar con broche de oro, dijo que César Camacho estuvo en Sinaloa, pero no vino al sur porque (y aquí es donde la semiótica se estremeció) “le hizo así”, expresión obviamente acompañada de la unión y desunión de los cinco dedos de la mano.

Total que entre el ochito y el six; entre el tecnicismo legalista de sacar a los panistas “a punta de” y el “le hizo así”, los sinaloenses acudimos a un debate de mucha altura, que nos hace evidente el altísimo nivel en que piensan y operan los dirigentes nacionales de los partidos políticos, es decir, la crema y nata de esas organizaciones.

César Camacho Quiroz y Gustavo Madero Muñoz, por otra parte, son los previsibles jefes de las correspondientes bancadas de la próxima legislatura, pues los dos encabezan sus listas de plurinominales de sus circunscripciones (la primera en el caso de Madero, la quinta en el de César Camacho). Imagínese el tipo de agarres que o van a dar, o van a prohijar con las huestes a las que van a coordinar.

UNA SELFIE CON PALITO

De todos modos, hablen como hablen, no podemos negar que los políticos, o algunos políticos, ya están en la modernidad. Si el lenguaje es artificiosamente callejero, si los planteamientos son deliberadamente rupestres “para conectar” con las bases, en cambio el uso de la tecnología los pone en el último grito de los gadgets.

Si usted es purista del lenguaje y férreo defensor de la moral, como un exalcalde mazatleco, habrá fruncido el ceño con la cabecita intermedia de esta fracción de la columna, pero es que literalmente fue así. Excitado por el éxito de la concentración, Madero bajó del presídium, sacó el palito y se tomó la selfie. Se trata por supuesto, de la última moda en esa materia, el palo a cuyo extremo superior se puede embonar un Smartphone y proceder a tomar la selfie con un panorama más amplio de lo que permite el largo del brazo.

Pero modernidades aparte, a la hora de la hora todos reaccionan igual. A dirigentes y a candidatos, a cercanos y a muy cercanos se les olvidaron público y protocolo, y se amontonaron para alcanzar a salir cerca, para estar visibles. Ahí está la ansiedad de Arturo García Canizales, el agandalle por estatura de Martín Pérez, el acercamiento de Nadia Vega. Entre ambos pusieron en riesgo el equilibrio del chaparrito Madero.

Martín Pérez fue el mejor de los oradores locales, mientras que Madero se ganó al público con una obviedad: el antipriísmo. Pidió a los asistentes demostrarles (a los priístas) que ya no los queremos aquí, que el presidente Enrique Peña Nieto sepa que ya no los queremos más en el país. La respuesta, por supuesto, fue un aplauso entusiasta.

LOS CONTRASENTIDOS DE

LA LEGISLACIÓN ELECTORAL

Mucho se ha hablado de los efectos negativos de la legislación electoral. Algunos se quejan de que hay una limitación a la libre expresión porque los poderes fácticos no pueden emprender campañas como la del 2006, cuando aterrorizaron al país con una imagen negativa de Andrés Manuel López Obrador.

Otros se quejan porque hay excesivas regulaciones y controles sobre la publicidad radiofónica y televisiva, y ahora también sobre la callejera. También hay quejas por el control sobre los posibles debates, que sólo pueden hacerse con la participación de todos los candidatos, de modo que aquello se convierte en  una pasarela insustancial en la que hasta diez personas hacen turno para exponer propuestas y contestar ideas planteadas mucho tiempo atrás.

Hay muchas cosas que enojan a grupos, a corrientes, a los partidos por supuesto (aunque fueron ellos mismos quienes impusieron esas condiciones), a los intelectuales, que han tenido mucho que ver con las desviaciones al idear trabas, candados y exigencias que responden a enojos adquiridos por malos resultados de los procesos, y que ahora en frío ven como absurdos, aunque no reconozcan ni la paternidad ni la responsabilidad.

Cada cosa tiene que ver con la manera en que se ven los asuntos, de los intereses que cada uno tiene, pero hay algo que tiene que ser condenado de manera unánime: la suspensión de los programas de carácter social. El PAN y el PRD reclaman los riesgos de que recursos del gobierno federal sean utilizados con criterios clientelares, partidistas; PRI y PAN denuncian al gobierno perredista de la capital del país, de hacer exactamente eso que denuncia en otro ámbito, como acusaron al PAN de incurrir en esas irregularidades durante los doce años que tuvieron el gobierno federal, y durante los gobiernos estatales blanquiazules.

Como es obvio, todos saben en qué consiste, como se hace y tienen razones plenamente justificadas para desconfiar los unos de los otros.

El problema es que los efectos de esa desconfianza no los sufren las burocracias privilegiadas de los partidos, sino la gente común y corriente.

Ahí está el caso de los pescadores de camarón, tanto ribereños como de altamar, que están en veda desde hace más de mes y medio, pero que no pueden recibir apoyos como el empleo temporal, precisamente porque el arranque de la veda coincidió con el arranque de las campañas electorales, y hay que esperar a que pasen las elecciones para que las pesadas estructuras de la Sedesol y de los gobiernos estatales y municipales se pongan en operación, para entregarles apoyos más que modestos. Ahí están pues, partidos y autoridades encuadrando en aquello que desde hace tantos años –siglos- dijo doña Juana de Asbaje: “parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco, y luego le tiene miedo”.