EL SABOR AMARGO Y DULZÓN QUE SENTÍ EN LA MAÑANERA DE HOY

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Ante la propagación del coronavirus, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que no es mi adversario, este martes recomendó a la sociedad en dos inmensos mensajes que se parecían a una orden, imposible de cumplir: El primero fue “mejorar su alimentación, que significa comer sano y no productos chatarra y bajarle a la sal y al azúcar».

Cuando su convocatoria retumbaba en Chiapas a través de la televisión, al presidente se le veía circunspecto y echado para delante, aunque a veces ello signifique ir para atrás. Quizá en algún momento de ese pequeño racimo de buenas intenciones, recordó que casi el el 50% de los mexicanos no solamente no pueden comer sano, sino simplemente no tienen qué llevarse a la boca. Yo viéndolo de reojo, me dije: “No cabe cabe duda que el camino del infierno está poblado de buenas intenciones…”

La segunda recomendación la dijo casi en broma y muy en serio: «Nada de que el COVID-19 se quita con tequila o con mezcal. Por lo pronto hay que abstenernos o bajarle». Esta vez su voz del presidente, entre tartamuda y pesarosa, me recordó a mi papá, que era bohemio de afición y amigo de las farras.

Y después pensé que era más fácil comer sano que perorar a que los mexicanos nos abstengamos de chuparnos el tequila y el mezcal refinados o a medio refinar, porque en estos tiempos difíciles hacer a un lado la “mexicana alegría”, puede caer en una horrenda depresión que dibuja al mirar en lontananza el rostro sombrío de un futuro sin futuro. Y como no recordar a mi papá, si el en sus días de nostalgia bebía tequila y mezcal, o lo que se le pusiera enfrente.

Entre oír a López Obrador, hacer estadísticas al vuelo y recordar a mi padre, nunca me cercioré que el presidium también estaba Hugo López-Gatell, el afamado subsecretario de Salud, que tuvo la gracia de declarar que este día “arribaríamos a la fase II de la propagación del COVID-19 en México”.

Además declaró en el país aún no se llegaba al punto de inflexión en el número de casos confirmados, donde se cambia de una propagación lenta a una acelerada, lo que representa una oportunidad para México. Quise gritarle a Gatell que no gastará saliva en esas lides, porque la mayoría de los mexicamos ya habíamos entrado a face II hace por lo menos 15 días. Siempre recordaré esta mañanera por el sabor amargo y dulzón que me provocó: Está flaca la caballada, aunque 30 millones de votos no pueden estás equivocados.