El expediente Colosio

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Carlos Calderón Viedas

Con motivo del 20 aniversario de la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta, acaecida en la ciudad de Tijuana en un acto electoral de su campaña a la presidencia de la república, el 23 de marzo de 1994, acudí, en Culiacán, a dos eventos conmemorativos de ese infausto acontecimiento, uno de ellos organizado por el Comité Directivo Estatal del PRI en el que participaron de comentaristas Jorge Medina Viedas y José Ángel Pescador Osuna, el otro fue la presentación del libro colectivo “Colosio, el futuro que no fue”, coordinado por Alfonso Durazo Montaño, en el que escribe junto a otros autores sobre la vida del malogrado político. Comentaron la obra el empresario Manuel Clouthier Carrillo, el periodista Jorge Luis Téllez, el diputado Heriberto Galindo Quiñonez y el propio autor.

Si alguno de los asistentes a los programas llevó la idea que asistiría a un tribunal popular, debió haber salido frustrado puesto que los ponentes -algunos cercanos al candidato y otros nada más le conocieron y conversaron con él- dedicaron la mayor parte de sus comentarios a la personalidad de Colosio, al lado humano del que fuera víctima de un crimen hasta ahora falto de esclarecimiento completo. Fue Durazo Montaño quien puso mayor acento en los aspectos políticos que rodearon el asesinato de Colosio, posiblemente se deba al hecho de haber sido su secretario particular en el PRI nacional, en la Sedesol y durante la campaña, lo que le permitió recoger mayores elementos para emitir juicios de ese tipo.

Yo, que lo más cerca que logré estar del candidato fue la distancia que pude alcanzar al presídium en aquel famoso mitin del 6 de marzo en el Monumento de la Revolución de la ciudad de México, comparto, sin embargo, lo dicho por Durazo: “El asesinato sólo se explica en la lucha por el poder”. Esta opinión la mantengo desde la misma tarde del crimen hasta los días que corren, la sostengo porque fui encargado de elaborar una nota diaria sobre el clima político que rodeaba la campaña del candidato, lo que me permitió proveerme de información y me dio cierta sensibilidad sobre el tema. Después de la tragedia seguí, por cuenta propia, atando y desatando cabos sobre el mismo asunto, hasta que decidí dejarlo porque tuve que admitir que tanta especulación podía enfermar.

Le atribuyo al simbolismo del número -dos décadas- algo de la resonancia nacional que este aniversario luctuoso alcanzó. Se dio una especie de recuperación del mito Colosio. Se intentó actualizarlo al compararlo con Enrique Peña Nieto y hasta con Andrés Manuel López Obrador, lo que habla de que los expedientes históricos y político del caso Colosio siguen abiertos, no así el expediente jurídico que se mantiene oficialmente cerrado.

El cuestionamiento sobre si el Aburto encerrado en Almoloya es el que disparó el arma homicida, no es condicionante para tratar de saber lo que sigue oculto. Lo que continúa en entredicho es la verdad jurídica del “asesino solitario”, no tanto la identidad del ejecutor. Para el régimen, lo de Aburto es cosa juzgada, insumo jurídico de la percepción histórica y de la interpretación política. El triángulo, empero, no articula bien, los vértices no se forman. Se hace necesaria una reingeniería.

Es clara la intención del régimen de fortalecer el ideal colosista, el futuro que nos fue arrebatado pero que ahora es posible recuperarlo con el gobierno actual. Luis Donaldo Colosio merece que se le haga justicia histórica, pero será insuficiente si la justicia política se le escatima. Por más que sus amigos y compañeros que le sobreviven ensalcen la personalidad de un Colosio que ya entró a la historia, no se compensa el vacío de palabras que rodea las circunstancias de su muerte. “Un clima político no mata”, contestó el poderoso asesor franco mexicano del presidente Salinas cuando se le insinuó la posibilidad de un crimen del poder. Y sí, en efecto, el clima no mata pero puede propiciar trágicos

desenlaces como las muertes del cardenal Posadas Ocampo, de Francisco Ruiz Massieu, la desaparición definitiva de Manuel Muñoz Rocha, el extraño deceso de Mario Ruiz Massieu, que junto al homicidio de Colosio, marcaron con muerte el fatídico sexenio de Carlos Salinas. La justicia jurídica ha establecido que no existe conexión alguna entre estos hechos, la justicia histórica descontextualiza los datos y se niega a suponer siquiera la existencia de un hilo perverso, en tanto que la justicia política continúa en impasse debido a que los poderosos de antes siguen siendo los poderosos de ahora.

Los tres expedientes del caso Colosio continúan abiertos. Tratan de la misma persona y de los mismos hechos. Diferentes en la forma son complementarios y por lo mismo tienen que coincidir en sus conclusiones. La verdad jurídica no ha logrado cerrar los otros expedientes, la opinión sabe que aún quedan hechos por revelar. Es posible que la epifanía siga atada a un poder que no sólo no hace por reformarse democráticamente, sino que puede retroceder a los tiempos trágicos que dieron cauce a tan funesto magnicidio.