DOMINGRILLA POR FRANCISCO CHIQUETE

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Claudia Sheinbaum: una buena y una mala; las capacidades del acarreo; ¿para qué mueven al PRI?

FRANCISCO CHIQUETE

La presidenta Claudia Sheinbaum estuvo este sábado en Mazatlán, para traernos dos noticias: una buena y otra mala. La buena es que nos seguirá apoyando en la lucha contra la inseguridad. La mala es precisamente eso: que “nos seguirá apoyando frente a la inseguridad”.

No es poca cosa un compromiso presidencial, incluso en estos tiempos en que los anuncios de los políticos no tienen que sujetarse rigurosamente al terreno de los hechos. Qué bueno que a la presidenta no se le olvida el problema tan serio que vivimos los sinaloenses con un cartel enfrentado consigo mismo, y tan poderoso que ni siquiera en las condiciones de su división, se le ha podido someter al orden.

Que malo que el compromiso de la presidenta sea estrictamente el de seguirnos apoyando, con la estrategia ya definida. No es malo el apoyo, sólo es insuficiente.

Cualquiera hubiese esperado que la visita fuese una especie de parteaguas en que se anunciaría una nueva etapa en la lucha contra los violentos. Un reconocimiento de lo que ha fallado o ha sido insuficiente, para reemprender la tarea por nuevos caminos.

Un ciudadano común y silvestre espera que esta coincidencia cronológica sea aprovechada para ventilar un compromiso más a fondo, después del grave hecho de un atentado contra la familia del gobernador. Incluso si sólo fue un intento de robo del vehículo, hipótesis que no convence a nadie, el hecho de que una nieta del gobernador hubiese sido atacada o estuviese en riesgo de ser “daño colateral” merece el reconocimiento de que las cosas están mal, siguen mal, y por tanto requieren nuevos esfuerzos.

En vez de eso escuchamos un mensaje elíptico de “seguiremos apoyando al gobierno de Sinaloa” y un reconocimiento a Rubén Rocha por su tarea.

Incluso, algo que no debería pasar por alto el equpo cercano a la presidenta: los severos retos con que se responde a cada visita del gabinete de seguridad. Sheinbaum cita esas visitas como muestra del alto nivel que tiene su apoyo. Es evidente que cada una de esas visitas termina costando más en vidas y mayor tensión social porque los delincuentes quieren demostrar, y lo logran, que siguen en plena capacidad de movilización y en alto grado de impunidad.

Los cambios introducidos por el gobierno actual no son menores. El presidente López Obrador presumió en su momento, el envío de tropas para enfrentar la narcoguerra, pero “con instrucciones de rehuir los enfrentamientos”. A partir de octubre, ya con CSP, terminó esa evasión cobarde, sólo que evidentemente, los resultados no han sido suficientes.

La mejor expectativa en estos momentos, reside en el acuerdo a que llegaron los gobiernos mexicano y estadunidense: el segundo pondrá más atención al tráfico de armas que da capacidad bélica a los cárteles. Ojalá deveras deje de ser tan fácil hacer esas compras mortíferas, y ojalá que nuestras fronteras dejen de ser tan porosas para la introducción de armas, como lo han sido para manejar el huachicol fiscal.

EL MILAGRO DEL ACARREO

Los malquerient4es del gobierno, sobre todo del estatal, deben tomar nota del evento armado para la visita de la presidenta. La capacidad de acarreo está firme, intocada. Ni siquiera el miedo a las agresiones de la delincuencia desanimó a los miles y miles de personas que hicieron el viaje, en algunos casos atravesando toda la geografía sinaloense.

El malestar que existe entre los agricultores, los pescadores, los trabajadores de la industria turística y los de otras ramas productivas igualmente golpeadas por lo que Sheinbaum llamó “la sequía”, no es suficiente para inhibir actos de apoyo como este.

Muy probablemente no se alcanzaron los treinta mil asistentes que dijeron los que dijeron, pero sí fueron muchos, muchos, los que fueron. El acarreo funcionó casi casi como en los tiempos de Antonio Toledo Corro.

Este es un mensaje importante para los opositores que militan en otros partidos o que circulan entre la sociedad civil, pero también para los opositores dentro de Morena, donde piensan que el membrete se mueve solo y que arrastra por sí mismo, sin analizar quién tiene los controles.

ADÁN AUGUSTO NO

LLEGA TAN LEJOS

Sin duda Adán Augusto López Hernández constituye un pesado fardo para el gobierno de Claudia Sheinbaum, pero con todo y los escándalos y el malestar que generan, el costo político no alcanza a llegar hasta abajo. La asistencia multitudinaria de ayer es una muestra.

Por cierto el gobernador Rubén Rocha Moya debería estarle agradecido, no sólo por el apoyo que de él hubiese recibido en esta crisis política, sino porque además le ha quitado protagonismo para los temas negativos. En estos momentos cada vez que se quiere criticar a Morena por lo que sea, ya Rocha no aparece tan frecuentemente como lo hace Adán Augusto.

Y es que si se trata de la Barredora, ahí está el exgobernador tabasqueño; si se trata del huachicol fiscal o del tradicional, ahí está el también exsecretario de Gobernación; si se trata de exhibir ingresos injustificados, también aparece él, que aún es pastor de los senadores morenistas.

En condiciones normales, Adán Augusto tendría que haberse ido, pero ni lo permitiría el dueño de la finca La Chingada, ni la presidenta estaría dispuesto, parece, a empezar a desgranar la mazorca, porque luego tendría que promover o aceptar otros cambios.

¿CAMBIAR PARA QUÉ?

En el PRI mazatleco se da por hecho el cambio de dirigente municipal. José Luis Arreola saldría para que a su cargo llegue la regidora Maribel Chollet.

Maribel Chollet es uno de mos personaje más conocidos de ese agónico partido político. Ha sido candidata en prácticamente todas las elecciones recientes, pero no gana desde 2016, cuando Quirino Ordaz empujó a toda la fórmula del que entonces era su partido (la actual regiduría de Chollet es plurinominal).

Es una activista política durísima, con un discurso fuerte, directo, pero también una negociadora nata, incluso contra los intereses de sus compañeros, lo que le ha generado grandes animadversiones.

Arreola es el primero de los últimos dirigentes que ha intentado un trabajo con las bases. Ha buscado reconstruir los comités seccionales, reconquistar a los líder3es sociales y dar a la marca cierto protagonismo. No ha avanzado porque el horno no está para bollos, pero lo ha intentado.

Al parecer el PRI se siente más cómodo con quienes ejercen la grilla entre las élites, como si todavía estuviesen en los viejos tiempos.